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Las traidoras neuronas - por Potemkin
Creo que ha sido su machacante sintonía, o quizá fuese su voz dulzona. Lo que está claro es que he dejado el reino de Morfeo para volver al mundo de los vivos. Bien es cierto que mi Morfeo tenía un chorrito de Baco, algo más de un chorrito. Porque seamos sinceros ayer bebí algo. Cuando digo algo, me refiero a la cantidad justa para no saber cómo llegue a casa. Hoy es una de esas mañanas que vienen después de no atinar con la llave. Tengo que agradecerle a mi yo de la semana pasada, que ahora este aquí mirando al techo, cuando no hace mucho estaba “saboreando” el último gin-tonic. La semana pasada ese otro yo, se propuso levantarse pronto un domingo cualquiera para hacer deporte. Y claro entre mi yo actual y mi yo deportista, hubo un yo rutinario, que no cayó en la cuenta que entre esos dos yos había una incompatibilidad de horarios. Por lo tanto el despertador quiso despertar al deportista, pero se encontró con un parrandero resacoso. Pese al daño que me ha causado ese yo con chándal, no puedo por menos que agradecerle que optase por elegir la radio como sintonía de despegue y no el zumbido de este viejo reloj despertador, que me acompaña desde mis años en el instituto. El caso es que ahora aquí, con un brutal dolor de cabeza y un malestar general algo más que considerable; estoy escuchando a la locutora estrella del fin de semana. Todo un ejercicio de bondad y mala leche en una misma persona. Son pocas las veces que la casualidad o la fortuna, no sé si la buena o la mala, me hacen disfrutar de esta afamada periodista. Y en todas me entra la duda, ¿qué es lo impostado la bondad o la mala leche? Si tuviese fuerzas, y no supiese que cualquier movimiento empeoraría mi estado, movería la rueda hacía otro lugar, al azar, sin rumbo fijo. Sé que mi estado no es el más deseable: aquí en la cama hecho un ovillo al borde de iniciar la expulsión de los alcoholes que ayer ingerí. Sin olvidar a esta buena mujer, que tan pronto me vende un plan de pensiones, como empieza a vender buenismo a costa de los desahuciados. Si al menos fuera capaz de dormirme todo sería más fácil.Pero no creo que sea posible. Además viendo el daño que me hace el discurso de esta mujer despierto, no quiero pensar si se metiese en mis sueños, podría hacer estragos. No creo que mi ejército de neuronas esté ahora en condiciones de recibir el ataque de tanta impostura. No quiero levantarme convertido en un fiel oyente. No eso no. Seré fuerte y resistiré. De hecho tengo que arriesgarme y apagar la radio, es sólo un movimiento, no creo que las consecuencias sean peor que ella. Voy: una, dos, tres…, ya está. Silencio… Han pasado apenas 3 minutos de una de las decisiones más valientes que he tomado en mis últimas horas, valentía que me faltó ayer para decir no a los últimos tres combinados, y ya me he dado cuenta del error cometido. Mientras que la radio sonaba y la locutora centraba mis odios, no había más. Ahora que ella se marchó un ejército de neuronas está reiniciando su actividad. Las muy cobardes no querían enfrentarse a ella, y ahora empiezan a aparecer. ¿Qué cómo lo sé?, joder porque empiezan aparecer las imágenes de anoche. Esas que mi falta de actividad neuronal no me permitían ver. Cuando mi inquina estaba concentrada en la demagogia y la bondad impostada de mi locutora, mis recuerdos no existían. Ahora por más que haga no seré capaz de cortar las secuencia de imágenes y recuerdos, ni aunque fuese capaz de volver a encender la radio. La llama está encendida. Ahora pienso que la fortuna hizo que la radio se encendiese en esa emisora, con ella defendiéndome de mis neuronas; esas mezquinas y cobardes que ahora en plena actividad me torturan con los recuerdos de anoche. Dios, el día será muy largo y cada minuto que pase las imágenes y recuerdos aumentarán… ¿Por qué lo hice?, ella me daba paz interior.
Comentarios (5):
Luis Ponce
29/03/2015 a las 23:03
Me imagino que al escribir estabas en el mismo estado que el protagonista. Pero es un ejercicio válido. La presencia de la radio es primordial en el relato y cumple el papel asignado de la mejor manera. En el estado mental del protagonista, creo que es la mejor solución soltar todo el texto de una.
Que tengas una feliz resaca.
Nos leemos.
beba
30/03/2015 a las 00:47
Me encantó todo; la radio prendida, los “yos” desincronizados, la locutora politiquera y servil,las neuronas cobardes, y el protagonista acosado por los recuerdos (¿?)…
Muy bien construido. Felicitaciones.
Kathleen
31/03/2015 a las 19:07
Es una historia bastante original para contar una de esas mañanas después de una noche de juerga. Tiene un toque divertido, pero a la vez tan real.
También me gustó el protagonismo que adquiere la radio en tu historia. Sobre todo por la paz interior que le aporta la locutora.
Un saludo.
grace05
31/03/2015 a las 19:42
Buenissssima tu historia. La combinación entre la voz de la locutora y tu estado de sopor me encantó. El relato es ágil y hasta divertido. A pesar que al protagonista, su estado no le hace gracia. El giro final, esta bueno. Grandes esfuerzos para acallar la voz de la locutora, y deseos de escucharla para aplacar la actividad de las neuronas… Excelente. ¡ muy buen trabajo!!!
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Ratopin Johnson
26/04/2015 a las 10:51
Muy buen nombre Potemkin, y muy buen relato. Cuando uno sabe meter mucha información en poco tiempo, con las palabras adecuadas, sin que sienta el lector,yo, que ni sobra ni falta, que no es demasiado, que está bien; cuando el texto entretiene y quieres seguir leyendo, es que el autor y el lector han conectado. Y supongo que eso perseguimos. Genial
Por cierto, he empezado dos o tres veces en mi vida historias con alguien en la cama con una resaca descomunal.