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El inventor y es Comte Mal (el Conde Malo) - por Tinta Negra
Se suele creer que el inventor de la radio fue el galardonado marqués Guglielmo Marconi, hijo de terratenientes boloñeses, que a finales del S.XIX obtuvo el favor de los gobiernos inglés, francés e italiano para llevar su experimento “telefonía sin hilos” a la práctica. Gracias a generosas sumas de dinero y a todo tipo de facilidades, el jovencísimo aristócrata pudo establecer comunicación entre Penarth y Weston el 14 de mayo de 1897. Sin embargo, ocurre bastante a menudo, la historia oficial es solo un manto cubriendo la superfície del mundo, y la verdad de las cosas, la humanidad destapada que se encuentra debajo.
Meses antes de que el italiano realizara sus demostraciones con las ondas, un español de Segorbe, de nombre Julio Cervera Baviera, logró mejores resultados con emisiones entre Jávea e Ivissa, pero su condición humilde, unida a sus ideales republicanos, fueron causas sobradas para sufrir el desprecio de la monarquía reinante y que sus hazañas no tuvieran éxito. Aún con todo y con esto, hay muchos que piensan que todavía queda un misterio por resolver , pues aunque Julio carecía de medios suficientes para comercializar su hallazgo, poseía un carácter firme, optimista y voluntarioso , y no cuaja con su personalidad el que abandonase el proyecto de un dia para otro, dejando en la antigua isla todos sus enseres y los de sus compañeros, así como el instrumental científico.
Como historiador que soy, mi estudio me llevó hasta la sierra de la tramontana mallorquina donde intentaron repetir las pruebas, por última vez, desde la cumbre del Galatzó, y lo que pude averiguar, seguramente, ni ustedes ni yo vayamos a tomarlo por histórico. Aún así, es tan curioso lo que me relataron aquellas sencillas gentes, que no puedo por menos que compartirlo.
Fuera adonde fuera, por doquier me hablaban del mismo suceso. Acaecido en una fría noche de noviembre de 1896, mes en que la niebla lo engullía todo excepto la pelada cumbre, sobre la que se encontraban el grupo de físicos de Cervera. Inmersos en sus mediciones, como hormigas concentradas en su actividad, aquel dinamismo chocaba con la calma de la madrugada silente, igual que los farolillos irrumpían titilantes en la oscuridad, o resonaba el guirigay entrecortado y vacilante en la solitaria cima.
Pasadas unas horas, se sentaron a descansar un rato. Estaban calentando agua para el café cuando se escucharon caballos trotando hacia ellos, en número de diez a quince, y un olor azufroso se extendía molesto por el lugar. Descolocados, se miraban unos a otros en busca de alguna respuesta, y no hallándola en modo alguno, se levantaron al unísono del suelo y se quedaron aguardando a verlas venir.
En apenas unos segundos, las largas antenas empezaron a ladearse como si una invisible y descomunal fuerza las zarandeara, mientras los antiguos y aparatosos tranmisores invadían el aire con extrañas interferencias. “¡¿Qué esta pasando?!” “¡¿Qué hacemos?!” acertaban a pronunciar algunos, mientras los más jóvenes sollozaban como niños. Julio Cervera y otro que también había sido hombre de acción, se lanzaron hacía sus fusiles y entre todos se colocaron en pelótón a las órdenes del inventor.
De golpe todó cesó, todo dejó de moverse y hacer ruido, dando paso a lo peor: desde el amplificador principal se oyó una voz sorda, bronca, cavernosa ¡terrible! prorrumpiendo en la quietud. Y se hacía evidente que aquella nefasta presencia no provenía de ningún compatriota al otro lado del mar, sino que la delataba un espacio y tiempo desconocidos. Y les habló en estos términos:
“…Shhhhhhhh… ¡Republicanos! Shhh ¡fuera de mi predio!… Shhhhh …Les habla el conde de Santa Maria de Formiguera, dueño y señor de esta tierra Shhhhh servidor de su majestad Shhhhhh Muerte Shhhhhhh o exilio Shhhhhhh… “
Ni al más escéptico de los hombres, ni tampoco al más lógico, su fe en la razón le habría bastado para no hacer caso a la advertencia, y no echar a correr, espantado, ladera abajo. Fue así como Don Julio Cervera desapareció de la erudicción radiofónica.
Luego se supo que aquella voz, sin duda alguna, pertenecía a Ramón Zaforteza, o como los nativos lo conocen: “Es Comte Mal”, conde cruel y tirano del Galatzó , muerto hace cien años, y empecinado en continuar su despótico reinado. Es por ello, que si van por Mallorca no se sorprendan si los niños le canturrean al pasar:
“Foraster, guaita amb es Comte Mal, si encens la ràdio no marxarà del costat!”
(¡Forastero, cuidado con el Conde Malo, si enciendes la radio no se irá de tu lado!).
Comentarios (7):
Bego Asomadaalalocura
29/03/2015 a las 11:49
Sorprendente, creo que le has dado una vuelta de tuerca al tema “radio”. Muy original, te felicito!!
Gracias por pasar por mi texto.
Un saludo!
grace05
30/03/2015 a las 22:07
Igual que Bego,me resultó sorprendente tu relato. A una cuestión netamente histórica la envolviste en una trama donde el suspenso y el misterio la convierten en un texto que te lleva a leer àvidamente hacia el final. ¡Te felicito!!!!
Te invito a comentar 114
beba
31/03/2015 a las 19:13
Muy buena historia. Mezcla de crónica y leyenda. Muy bien estructurada, además, y con excelente manejo del lenguaje. Felicitaciones.
AitorMB
04/04/2015 a las 16:56
Muy interesante la historia, algo había oído. Además se dan dos casualidades, la primera que yo también soy historiador y la segunda que yo soy de Xàbia y sí, aquí también tuvimos la primera línea de telegrafía entre la Península y las Baleares.
ILLARGUIA
04/04/2015 a las 21:22
Hay un artículo publicado en El Mundo, de 2005, de Víctor Rodríguez, El español que inventó la radio, y que es clavadito a la primera parte de tu relato. La segunda parte nos lleva a un supuesto episodio misterioso en la Sierra de Galatzó, donde según la leyenda el Conde Malo está condenado eternamente a vagar por su ladera echando fuego desde su caballo de color verde. Como buen historiador sabrás que no hay que mezclar la imaginería popular y la historia. El personaje del Comte Mal, el real nació en 1627 y murió en 1694, en cambio el pueblo sitúa su muerte en 1796, cien años antes del experimento fallido de Julio.
Después de todo este inciso, es difícil no creer en el pueblo soberano, aunque parezca un broma. ¿No? A mí m’ha semblat molt divertit.
Un abrazo.
Darkristal
06/04/2015 a las 21:41
Muy buen relato, mmm mas bien creo que parece una leyenda urbana, muy bien conseguida.
hiciste un buen trabajo esquemando una ucronia y enlazándola a lugares probablemente reales(no lo tengo claro, pero una vista rápida en google dice que son reales XD)
Me temo que hay algunas cosas que no entiendo, tu sabes, cosas de estos cuantos centímetros que separan nuestros continentes, pero nada que no se pueda resolver leyendo un poco mas.
buen trabajo y sigue adelante.
Antonio Carro
01/05/2015 a las 10:52
Genial.
No tenía ni idea de esta historia. Los españoles ilustres, en general, siempre han tenido que luchar contra la censura, política y religiosa, para sacar adelante sus trabajos y proyectos a lo largo de nuestra historia. Me ha encantado este relato porque me he divertido mucho, me ha parecido muy interesante y, sobre todo, porque he aprendido algo nuevo. Voy a curiosear algo más sobre esta historia. Ya he visto que andaba por ahí también Tesla, con tribunales de por medio, en una disputa con Marconi por la invención de la radio.
Felicidades.