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La reina del estante - por Liliana

La reina del estante

Coronaba el patio altanera, desde una altura considerable. Madera de roble su caja, era para nosotras y para la familia la compañera inseparable de días y noches.
La habían comprado con el dinero de un trabajo extra de la familia, una adquisición lujosa para nosotros pero “necesaria” afirmaba mamá.
El abuelo Emilio le había construido un estante hecho a su medida.
Por la mañana, al ir a desayunar ya estaba prendida. Un susurro apenas audible nos mantenía informadas. Matilde y yo no estábamos interesadas en los “informativos”, pero sí en esas propagandas que eran de lo más pegadizas, hasta las cantábamos en el recreo.
La hora del radioteatro se convertía en una ceremonia diaria regada por mate y tortas fritas en invierno, y limonada en verano. Nada ni nadie perturbaba los diálogos de “mamarrachito mío” o la obra del momento. Si venían las tías, la rueda se agrandaba y era tácito el trato de llegar a una hora prudencialmente anticipada para no estropear el Evento.
La tía Amalia nos llevó a Matilde y a mí una tarde, para asistir “en vivo” al programa. Las mujeres con sus rostros deformados por la ira querían atacar al “malo” de la obra como si el personaje tomara vida en esas personas. Alentaban a las mujeres engañadas y sus grititos histéricos a veces salían “al aire”. En esa oportunidad en el revuelo de carteras la tía fue obsequiada con un tremendo golpe que la desmayó. Nunca más osamos preguntar si iríamos de nuevo. Ni ella ni nosotras asistimos jamás.
La reina del patio nos proporcionó compañía en las mañanas del domingo escuchando y disfrutando de “los ruscolitos” un programa para niños patrocinado por una marca de chocolate. Días enteros arrulladas por esa mágica caja de roble en el sopor de las tardes de verano.
Ya en mi adultez descubrí la radio, muda, polvorienta, en el cuartito del fondo, la tomé en mis brazos como quien acuna a un niño amado. Mil días se reunieron en mi mente acompañados de rostros, que ahora, sólo viven en el recuerdo.

Comentarios (8):

Leonardo Ossa

30/03/2015 a las 00:06

Liliana tu escrito me transmite un rastro de nostalgia que a veces nos llega al encontrar una fotografía, un libro, o en este caso una radio. Espero que otros Literautas pasen por tu texto y tengan la oportunidad de leerlo y comentarlo.
Hasta pronto.

Julia

30/03/2015 a las 05:01

Me gustó tu texto. Me hizo transportarme a esa época y esos lugares.esta muy bien escrito y me gusta la nostalgia que transmite. Saludos
Te invito a comentar el mío. “Nuestro último encuentro” de Julia Trejo

Fabián

30/03/2015 a las 13:02

Muy buenas Liliana.

Como estoy haciendo con los demás compañeros comentaré en dos partes, primero forma y luego contenido.

•Forma

No he visto problemas de puntuación que entorpecieran la lectura. Me gusta mucho la elección de palabras consiguiendo que no se creen repeticiones ni sonidos similares que puedan distraer.

•Contenido

Muy bien lograda la narración de esos recuerdos de la infancia, la narradora lo cuenta como lo haría en un bar con un grupo de amigos, haciendo que el lector se sienta integrado en esa tertulia. Muy natural y creíble.

Siento no poder añadir nada mas constructivo.

Sibila

30/03/2015 a las 16:12

Esas radios grandes, de madera y con botones fueron las protagonistas también de mi infancia. A este otro lado del charco, la radio estaba en la cocina y los anuncios distintos, lo demás todo igual.
Buena historia, me has hecho regresar a aquellos días.

ortzaize

31/03/2015 a las 15:54

sin nombrar demasiado el tema radio esta impreso en todo el relato. y me ha gustado. gracias

beba

01/04/2015 a las 00:28

¡Qué hermosos recuerdos! Y los hilvanaste con mucha corrección y habilidad. Felicitaciones.

Pikadili

01/04/2015 a las 13:06

Que bonito, recuerdos junto a la radio. Es un relato que coge el elemento del taller y lo convierte en el tema principal, siendo el foco de la emoción y la nostalgia que lo impregna. Me ha gustado mucho la idea y como la has llevado a cabo. No puedo añadir nada más.
Enhorabuena!

KMarce

03/04/2015 a las 01:44

Saludos Liliana, coincido con los buenos comentarios, siempre los recuerdos son tan nostalgicos sobre todo cuando las circunstancias actuales son tan diferentes.
Me ha gustado mucho la historia, esos radios de madera brillante y con apenas botones que juntaban a toda la familia, yo no alcancé esas épocas, pero en mi casa sí existía uno que para mí simplemente era fascinante. Me encantaba todo, sobre todo como sonaba. Creo que a mis nueve años a mi hermano se le ocurrió la brillante idea de arreglarle la aguja que no alcanzaba el dial, la ha desarmado y nunca volvieron a armarla. Si, pese a que no tenía estos recuerdos que tu mencionas, lloré por ese crimen atroz cometido ante tan hermoso aparato. No quiero ni imaginarme si los hubiera tenido.
Nada que censurarte, me parece un hermoso homenaje a los recuerdos, a la nostalgia y a ese aparato que pese a que pasan los años sigue siendo parte de nuestras vidas, aun si son de plástico.
Enhorabuena, nos leemos.

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