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En memoria - por Luis A.R. Selgas

Web: http://universosenblanco.com/

Mi madre me enseñó a llegar tarde a las citas. No lo hizo a propósito, solo era una mala costumbre que trasladó a su hijo. Ella siempre llegaba tarde, hoy lo hacía yo, al hospital, el día que ella iba a morir. Supongo que me perdonaría, ella llegaba tarde a su muerte tres años. ¿Qué podían importar un par de horas más?

Mientras conducía, las sombras que proyectaban lo juncos sobre mi coche me hipnotizaban con sus destellos de luz discontinua pasando a toda velocidad ante mis ojos. Casi parecían los barrotes de una jaula. El teléfono, que estaba tirado en el asiento del acompañante, sonó por enésima vez. En la pantalla, la imagen de mi hermano reprochaba mi ausencia. Me esperaban en el hospital, para dar el último adiós a ese cascarón de carne y hueso, últimamente más huesos que carne, que una vez fue nuestra madre. ¿Acaso pensaba que a ella le iba a importar donde estuviera cuando dejará de respirar? No atendí, si llegaba o no a tiempo era solo problema mío. Ella no estaba allí, por mucho que a ellos les costase aceptarlo. Y tampoco había estado allí desde hace mucho tiempo, tres o cuatro años quizás. Cuando su memoria fue degenerando poco a poco. Al principio solo repetía una y otra vez las mismas historias. Poco después se sucedieron los olvidos. Que dónde me he dejado las llaves, que donde he dejado el sombrero. Con el tiempo su mirada perdida nos anunció que cada vez estaba menos con nosotros y más en otra parte. Hasta que al final dejó de reconocernos y se sentía una extraña en cualquier parte. Lo peor del final es que no es para nada el final, ya que sobreviene la nada. Una persona sin recuerdos ni mente, que solo es persona porque una vez fue persona. ¿Y qué somos las personas entonces?, me pregunto, si la fragilidad de nuestro cerebro se lleva los únicos vestigios de nuestra existencia. Ella no recordará jamás nuestros logros ni fracasos, tampoco las alegrías que sentimos, ni los disgustos que le di y le di muchos. No, mi madre no está en esa cama de hospital.

Aparqué el coche detrás de una furgoneta blanca. Me bajé y caminé sobre las baldosas rojas, más viejas y desgastadas de lo que recordaba. Toqué el muro rebosado de piedrecitas grises y me trasladó a mi niñez, cuando ese muro era mucho más alto, o al menos lo parecía. Mi teléfono volvió a sonar. Lo sé hermano, llego tarde; pero eso fue lo que nos enseñó mamá. Me acerqué a la puerta de esa casa que ella no recordará y golpeé. Mis ojos se perdieron en una grieta de la madera que me parecía familiar, sé que la hice yo, pero no recuerdo como. Las imágenes se desvanecen, quizás un día estaré en el mismo lugar en el que ha pasado tanto tiempo mi madre, en cualquier sitio menos en ella misma.

Y es que las personas no estamos en el amasijo de carne que nos compone. Tampoco estamos en el cerebro, es demasiado frágil, mi madre es la prueba de ello. Yo creo que somos algo más. Y no, no soy religioso, no creo en el alma ni en la conciencia que trasciende al ser humano, tampoco creo que estemos en el espíritu.

Una mujer joven abrió la puerta.

—Perdone la molestia, sé que le parecerá algo extraño, pero yo viví mucho tiempo en esta casa.

Le expliqué que mi madre se moría, que había padecido de Alzheimer durante muchos años, que los últimos tres no había sido más que un vegetal babeante sobre una cama. Le conté que me críe es esa casa, que ella preparaba galletas en esa cocina, que nos perseguía escaleras arriba cuando habíamos hecho alguna trastada. También que me arropaba por las noches en ese cuarto donde hoy tenía un estudio. La mujer lo entendió, me dejó solo un rato.

Recibí un mensaje de texto de mi hermano. Mi madre dejó de respirar a las 12:37. Llegó al menos tres años tarde a su propia muerte. Miré por la ventana de la que una vez fue mi habitación, no estuve junto a su cuerpo cuando ocurrió; pero ella tampoco estaba allí. Ella está en los recuerdos que la conforman, en los lugares donde vivió, en nosotros mismos mientras la recordemos.

Cuando mi madre llegó por fin a su cita yo estaba junto a ella.

Comentarios (21):

Bego Asomadaalalocura

28/01/2015 a las 23:18

Me ha encantado, Luis, muy emotivo. Tiene ese toque melancólico que tanto me engancha. Felicidades!
Un saludo.

Ariadna

29/01/2015 a las 01:03

Hola Luis! A mi también me ha gustado tu historia, aunque no se si esa es la palabra correcta. Digo esto porque me dejo una sensación triste pero claro eso es lo suyo. Es una historia melancólica y triste que describe muy bien las emociones y la situación del protagonista lo cual es bastante complejo. Espero seguir leyéndote, un saludo.

Kenoa Gessle

29/01/2015 a las 01:29

EXCELENTE. Me encanto. Me gusto leerlo y me estrujo al mismo tiempo el corazón. Gracias por tan lindo texto.

Nelida Sarduy Castellanos

29/01/2015 a las 12:11

Me has dejado moqueando, pero me gusta, me encanta que me toquen el “corazón” aunque sea con algo triste y lo logras muy bien. Está muy bien el final filosófico, profundo y conmovedor, es lo mismo que pienso de mis muertos, nunca visito cementerios y todos los muertos deberían incinerarse y ser abono para la tierra, solo están en algún lugar si se les recuerda. Gracias

Clara

29/01/2015 a las 15:40

Precioso!! Me ha encantado, qué maravilla de escritura>.<

Paola

29/01/2015 a las 18:38

Que bien escribes, Luis. El relato magnifico. Un personaje con las ideas muy claras y que además es capaz de llevarlas adelante.

Aldo Brov

29/01/2015 a las 19:04

Uff, uno de los mejores relatos que he leido. Y mira que no soy de los que regalan felicitaciones solo para quedar bien. Trato de analizar los textos y comentar cosas a mejorar. Pero en tu caso, la forma como escribes y la emotividad del relato me llego. Sera que justo estaba escuchando un tema de jazz algo triste que se adaptaba muy bien al clima de la historia.
De todas formas, personificas muy bien al personaje, y como agregas ciertos detalles que enriquecen la historia.
Muy buen estilo, ritmo y con un contenido delicioso que llega a emocionar.

Felicitaciones.

Carlos Dauro

29/01/2015 a las 19:11

Luis enhorabuena por tu relato y porque has descrito perfectamente la enfermedad, por desgracia lo viví en primera persona con mi madre. Enhorabuena. ¡Menuda lección de escribir!

Ryan Infield Ralkins

29/01/2015 a las 19:27

Una historia triste que para colmo se complementa con un excelente manejo de vocabulario, una buena narración, en fin, todo un excelente relato. Es muy emotivo y da mucho que pensar.
Saludos y felicidades por tan excelente pieza de literatura.

Iracunda Smith

30/01/2015 a las 16:20

Te felicito, de verdad. Es un cuento bonito sin resultar ñoño. Una forma preciosa de recordar a alguien. No tengo ni una sola pega que ponerle.

¡nos leemos Luis!

M. H. Heels

30/01/2015 a las 21:35

Lo leí el primer día (antes incluso de tu mensaje en el mío) pero no he podido comentar hasta ahora…

Y ahora poco mas tengo que añadir a todo lo que te han dicho. Es cierto que es un estilo muy diferente a tus otros relatos, pero tiene una calidad increíble.
Ya sabes que yo tengo una especial debilidad por tu samurai, y tus jóvenes fuoses también tienen un lugar en mi corazón, pero este relato pasa a formar parte del top five sin duda (y eso que yo no soy en absoluto fan de este estilo de historias)
Espectacular, en serio.

M. H. Heels

30/01/2015 a las 21:38

Jóvenes “fuoses”???? Maldito teclado predictivo!!! Jajaja
Jóvenes Dioses!

Luis A.R. Selgas

30/01/2015 a las 22:32

Predictivo?? Que tipo de vocabulario tienes para que tu teclado prediga eso?.

Bueno, muchas gracias a todos por vuestros comentarios. A los que no he leído aún, os haré una visita sin falta. La verdad es que al principio no pretendía conmover, quería crear una relación complicada madre hijo, que aunque estaba triste no deseaba estar allí. Pero en tan poco espacio no me vi capaz de complicarlo más. Al final he tirado por el lado de los recuerdos y el lugar donde se encuentran.

Un saludo a todos y si deseáis pasar por mi blog, en estos días estoy retomandolo. Intentaré no desaparecer nuevamente.

http://www.universosenblanco.com

Silvyt

31/01/2015 a las 21:03

Muchas gracias por tu comentario y por tu escena.
Realmente no se aprecia una relación madre-hijo demasiado mala, si bien queda claro que buena tampoco es.
Un tema complicado este del alma y de si existe un más allá, pero mas complicado y sensible el del alzheimer. Has conseguido crear anudarme el estómago y además mantener el nudo hasta el final. Creía que se estaba dirigiendo al hospital y que finalmente llegaría a tiempo para darle un último adiós, aunque no creyera en eso.
Igualmente, decide ir a otro lugar con más simbolismo para él. Un final mas inesperado, bonito y adecuado (con esto último quiero decir que encaja más con la forma de pensar del protagonista).
En tu línea… Me gusta! Ya veremos como nos sale ese microrrelato 😉

Luis A.R. Selgas

31/01/2015 a las 21:50

Lo de la mala relación no se nota porque era lo que me hubiera gustado escribir y al final no lo hice. Por el poco espacio me decanté más por lo sensiblero.

Gracias por el comentario Sil. No sé qué haré con el micro. 100 palabras!!! Si las 750 me son pocas.

David Rubio

01/02/2015 a las 18:33

Muy buen relato, Luis. Expresas de maravilla esa idea de que en realidad morimos cuando olvidamos quienes hemos sido. No hay mala relación con el hijo, es algo más complicado. El hijo no reconoce a su madre, ella es ahora otra cosa. A él le duele verla, prefiere recordarla. Excelente.
Por decir algo, si revisas el texto se repite bastante “Ella”. También hay alguna que otra frase demasiado explicativa como esta: “Y es que las personas no estamos en el amasijo de carne que nos compone. Tampoco estamos en el cerebro, es demasiado frágil, mi madre es la prueba de ello…”
En definitiva, ¡Me encantó!
Un abrazo

Chiripa

02/02/2015 a las 06:33

Excelente narración y manejo de vocabulario, hacen del tuyo un excelente relato que me agradó leer. Al final, el hijo hizo lo que le acercaba más a la madre que quiso y a la que quería recordar.
Haces una excelente descripción del sentimiento de rabia (o impotencia) que sentimos cuando no queremos aceptar lo que nos duele.

¿Por qué esta suena tan raro: ” …ella llegaba tarde a su muerte tres años…” ?
Se leerá mejor si cambias el orden de las palabras? Así, por ejemplo: ella llegaba tres años tarde a su muerte. Quizás no es del todo correcto, pero a veces suena mejor en la lectura.

¡Sincera enhorabuena, Luis!
Que las musas te acompañen este mes

Roger/NHICAP

02/02/2015 a las 13:07

Hola Luis,
Muy bueno, un texto escrito de forma soberbia. Me gustan los relatos que muestran los sentimientos humanos y tu lo has hecho con una calidad narrativa excelente. Consigues trasmitir muy bien lo que siente el hijo ante esa terrible enfermedad, por desgracia demasiado generalizada.
Yo creo que su madre fue la persona propietaria del cuerpo que utilizó en su vida, pero tres años antes se le había agotado la dosis de “pensamiento racional” con la que ocupamos el cuerpo al nacer.
Este relato confirma tu talento como escritor por la excelente narración, en forma y fondo.
Un abrazo
Felicidades y un abrazo
Felicidades

Marcelo Kisi

06/02/2015 a las 19:23

Hola Luis!
Es el primer relato que leo tuyo y quiero felicitarte. Comparto con los compañeros la emoción que transmite y que genera en los lectores.

La verdad es que también comparto las ganas que te quedaron a vos de hablar de lo mal que se llevaba el protagonista con su madre. Eso hubiera dado otra dimensión a todo el relato: habría habido conflicto, el de un hijo atormentado por esa relación y por la culpa de no estar ahí con ella. El conflicto se resuelve con esa manera tan entrañable que encuentra para de todos modos despedirse de su mamá celebrando su vida, más que estando presente al lado de un cuerpo que ya no la contiene.

Me permito hacerte este aporte porque también estoy de acuerdo en que tenés pasta de narrador. Por eso agrego dos elementos más que te pueden ayudar a resolver lo anterior, y que tiene que ver con el concepto de redundancia. Es cierto que muchas veces se dicen cosas varias veces para construir un mundo consistente para que el lector pise en él seguro. Pero me dio la sensación, durante la lectura, de un exceso en la reflexión “filosófica”. El segundo párrafo, donde el protagonista explica su ideología respecto de la muerte, ya se puede abreviar un poco. Pero en el cuarto párrafo el personaje central vuelve a filosofar. Entre el segundo párrafo que se podría abreviar, y el cuarto que ya repite una filosofía que al lector le había quedado clara de antes, te queda lugar para desarrollar más acción, como la mentada mala relación entre madre e hijo.

Tu redacción es exquisita, pero te señalo esta tendencia a la redundancia, que no debe ser exagerada. Fijate que hay por lo menos tres frases o ideas que se repiten casi textualmente:

1) En el primer párrafo, el “llegar tarde” se repite 3 veces, que es demasiado.

2) Al final, una vez le dice a la mujer que “viví mucho tiempo en esta casa”, y después “le conté que me crie en esa casa”. No es necesaria la repetición.

3) La repetición más importante: es cierto que la idea de “mi madre no está allí” parece ser la obsesión del personaje, pero la repetición de la idea tantas veces hace ruido:

“Ella no estaba allí, por mucho que a ellos les costase aceptarlo.”

“Y tampoco había estado allí desde hace mucho tiempo”, ya en la frase siguiente.

“No, mi madre no está en esa cama de hospital.”, al final del siguiente párrafo.

“…un día estaré en el mismo lugar en el que ha pasado tanto tiempo mi madre, en cualquier sitio menos en ella misma”, es otra vez la misma idea repetida.

Cuando en la siguiente frase dices: “Y es que las personas no estamos en el amasijo de carne que nos compone.”, corres el riesgo de cansar al lector, pues el concepto ya había quedado claro de sobra.

No es solo porque técnicamente sea inconveniente tanta repetición, sino porque en realidad lo que querías dejarle al lector al final de la lectura otra cosa: el amor profundo que sentía el narrador por su madre a pesar de lo mal que se llevaron. Es decir lo positivo, la celebración de la vida y el amor, más que la muerte y su descreimiento de lo espiritual. Tanto la amó, que su amor lo lleva a despedirse de ella del modo más singular y significativo imaginable: visitando la casa donde vivieron juntos, en lugar de un triste hospital que de verdad ya no implica nada. Ahí, creo yo, en su vieja casa, debió desarrollarse la parte más importante extensa de tu relato, más que en las reflexiones fatalistas durante su viaje en coche. Lo que le cocinaba, cuánto lo reprendía, cómo lo amaba, cómo lo limitaba, qué pasó cuando lo sorprendió por primera vez fumando, cómo se peleaban, cuándo se terminó yendo de casa de un portazo. O lo que sea, porque si algo lamentaste fue el no poder contarnos en qué consistió ese “no llevarse bien”.

La idea de que “mamá no está ahí” es literariamente muy fuerte. Entonces se puede decir una sola vez, y dejar lugar para todo lo demás.

No sé qué pensás, espero no haberte molestado con este comentario, pero me tomo el trabajo porque el relato me gustó y me emocionó igual que a todos, ya desde la primera y magistral frase: “Mi madre me enseñó a llegar tarde a las citas.”, que me atornilló al asiento hasta el final!!, y creo que la historia tiene muchísimo potencial.

Felicitaciones y nos leemos!!

Aurora Losa

09/02/2015 a las 13:13

Realmente precioso, Luis. Me gusta especialmente ese hincapié que haces en que ella no está donde todo el mundo dice que está y que tiene poca importancia estar al lado de su cuerpo cuando ella, lo que era, hacía tiempo que había escapado de allí.
Un relato conmovedor sin llegar a ñoño ni cursi, filosófico sin ponerse pedante, simple y llanamente las cosas como son y con los diferentes modos de asumir y afrontar algo tan terrible como esa enfermedad y la consecuente pérdida de la madre.
Y el título… es brillante.
Enhorabuena.

Luis A.R. Selgas

15/02/2015 a las 21:44

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios, por los halagos y las críticas, son todos bien recibidas.
No te preocupes Marcelo, lo que me comentas es muy constructivo. Admito que hay veces que giro en torno a una misma idea demasiadas veces, lo hago en todo caso para colocar un punto angular en la narración. En la mayoría de los casos, este punto angular lo intento destrozar al final de la historia dándole una vuelta de tuerca y en otros busco darle el sentido definitivo a las palabras repetidas desde el inicio. Quizás hay veces que la reiteración puede ser excesiva, lo tendré en cuenta.
En cuanto a recrear la acción y la relación entre madre e hijo en esa casa, me parece una idea muy interesante. Algún día lo reescribiré desde otra perspectiva y utilizaré tu sugerencia. En este caso lo encuentro complicado ya que la llegada a la casa era un punto culminante y habría alargado la historia disipando el clímax. En realidad la idea de la mala relación terminó siendo una historia que no conté, otra diferente. En el relato que terminé contando se puede decir que tuvieron una relación de madre e hijo normal y corriente y sin nada extraordinario que añadir más allá del cariño. Gracias por todos esos comentarios.
A Aurora, me alegra que te haya gustado. Y sobre todo que te hayas fijado en la doble intención del título. La verdad es que me vino a huevo la memoria, por la enfermedad y por el recuerdo de ese ser querido.

Añado también que es un relato medio en primera persona, en realidad no se trata de mi madre sino de mi abuela, y la verdad es que siempre tuve con ella la mejor relación del mundo. Se lo dedico a ella.

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