Literautas - Tu escuela de escritura

<< Volver a la lista de textos

EL PAJARITO - por PABLO YEBES

No le fue fácil a mi padre encontrar trabajo cuando salió de la cárcel. Nadie quería significarse acogiendo a un represaliado por haber luchado en el bando de los perdedores.
Vivíamos en Madrid, en un pequeño piso del barrio de Lavapiés. Mi padre se habría librado de ir al frente por estar casado y con dos hijos; pero, cuando mataron a mi tío y a mi primo en la plaza de toros de Badajoz, no lo dudó.
El día antes de marchar se acercó a la Rivera de Curtidores y compró un canario joven en una jaula vieja y se lo entregó a mi madre: “Toma, para que me recuerdes cuando canté”.
A mi madre no le hacía falta el canario para recordar a mi padre. Al contrario, en los momentos de silencio era cuando quedaba como trasportada, con la mirada perdida; y mi hermano y yo sabíamos que pensaba en él.
El canario resultó ser un artista. Todas las vecinas elogiaban su canto y se paraban en el corredor del patio para escucharlo y piropearle. Todas menos la señora Genoveva, la casera, que vivía en dos viviendas unidas en el piso de arriba, y tenía una enorme colección de pájaros de colores en unas jaulas preciosas; pero ninguno cantaba como el nuestro.
Cuando volvió mi padre se pasaba el día de taller en taller. Como era un buen tornero le llamaban a veces para hacer una pieza difícil, pero nada más. Con esos trabajos puntuales, y algunas chapuzas que le salían por el barrio, a duras penas teníamos para pagar la renta, la comida y las deudas.
Al fin, después de casi un año de andar de acá para allá, por mediación de un conocido, consiguió que le contrataran en una empresa de distribución de alimentos, como agente comercial. No era el mejor trabajo del mundo, pero era algo. Había aprendido a conducir durante la guerra y con ayuda de algunos amigos pudo comprar un coche medio destartalado, que a nosotros nos parecía el no va más.
Estaba muchos días fuera de casa y mi madre sufría con las separaciones y con la angustia de que tuviera algún accidente; por eso decidieron que, en los viajes más largos, llamaría por teléfono para tranquilizarla. El problema era que no teníamos teléfono. De hecho, la única persona que supiéramos que lo tenía era la señora Genoveva.
Mi madre habló con ella y llegaron al acuerdo de que mi padre podría llamar siempre que fuera en las horas en las que Encarnita, su criada, estuviera en la casa. Desde la primera llamada, mi madre dejaba en una esquina de la mesa del comedor una moneda de dos reales, de esas tan bonitas con un ancla y un agujero en medio.
La señora Genoveva nunca dijo nada de esas monedas, de lo que sí habló, una de las primeras veces que subió mi madre, fue de nuestro canario y de la boina de mi padre: “Carmen, hay que ver que pajarito más escandaloso tenéis. Mira, al principio gusta pero luego se hace pesado. ¿Qué le das? Es que no para un momento… Y tu marido… con boina… Es qué no se da cuenta de que así no hace más que poneros en evidencia. Hija, ¿no oyes la radio?, ´los rojos no usaban sombrero´. Anda, voy a ver si encuentro uno casi nuevo que Eulogio ya no se pone y la próxima vez que subas te lo llevas”.
El sombrero era de color verde guardia civil, estaba muy usado y a mi padre le estaba grande. Tuvimos lío en casa porque de entrada se negó a ponérselo, pero cedió ante las lágrimas de mi madre. Consiguió ajustárselo metiendo papel entre la cinta interior y el fieltro.
Una mañana mi madre extrañó que el canario no cantara y cuando fue a ver lo encontró muerto y con restos de perejil por la jaula. Tenía una sospecha pero a mi hermano y a mí no nos dijo nada.
A los dos días, cuando volvió mi padre, sin darle tiempo a que se quitara el abrigo, se encerró con él en la cocina. Cuando mi madre terminó de hablar mi padre quitó con el gancho los aros del fogón y echó el sombrero al fuego. Luego abrió la puerta, nos vio en el pasillo simulando que jugábamos, sonrió, nos dio un beso y fue a buscar su vieja boina.

Comentarios (5):

Pilar

29/01/2015 a las 11:08

Un relato escrito con mucha ternura. Enhorabuena.

Darkristal

29/01/2015 a las 14:35

Rayos, ha sido conmovedor y triste ;-;
Pobre canario, pobre tipo mmm pobres todos menos la vecina de porra XD
Resulto muy entretenida la lectura, sin faltas que distraigan y en bloques de texto fácilmente seguibles.
un detalle:
NO entiendo la frase “pudo comprar un coche medio destartalado, que a nosotros nos parecía el no va más.”
pero no he visto mas problemas.
Felicidades, sigue adelante que vas a buen paso.

Adella Brac

30/01/2015 a las 14:14

Un relato bien construido y muy bien narrado 🙂
¡Buen trabajo! 😉

Diana

06/02/2015 a las 21:47

Sencillo, de fácil interpretación.Me gustó el tema, su desarrollo y la libertad para pensar el final del canario.Humano.Gracias.

beba

10/02/2015 a las 03:40

Muy bueno tu cuento. <no puedo sugerirte sino que sigas escribiendo con sencillez, habilidad y emotividad.

Deja un comentario:

Tu dirección de correo no se publicará. Los campos obligatorios aparecen marcados *