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La energía de los objetos - por Veronica Cervilla
Lo único que tenía como pista era un sombrero negro con una mancha blanca en su interior que se dejó olvidado antes de abandonarnos. Era como si en el fondo quisiera que algún día lo encontráramos. Pasé muchos años buscándolo, moviendo cielo y tierra, esperando un reencuentro de película en el que él me contara alguna historia surrealista a modo de excusa y yo acabara perdonándolo, aunque se lo echara en cara el resto de su vida. Sin embargo, la realidad resultó ser distinta.
Ninguno de mis esfuerzos había dado su fruto y ya no era aquella niña que esperaba que su padre volviera un día a salvarla, así que decidí deshacerme de todo lo que me recordaba a él, empezando por aquel maldito sombrero. Me dirigí decidida al mercado de antigüedades del centro. Siempre me había fascinado ese lugar. Desde niña viví aferrada a la creencia de que los objetos se quedan impregnados de la energía de lo que ocurre a su alrededor y la llevan consigo dondequiera que van. A veces incluso llegué a pensar que eran ellos los que escogían a sus dueños. Paseé entre montones de zapatos, ropa, libros y muebles mientras mi curiosidad intentaba adivinar la historia que habría detrás de cada uno de ellos. Entonces avisté al fondo un puesto lleno de cachibaches extraños y, atraída por la extravagancia de lo que allí se exponía, me acerqué. De entre todo aquello, una jaula de madera sin puerta llamó mi atención.
-Es una pieza magnífica de madera de castaño -se dirigió a mí un señor algo más joven que yo.
-¿Qué utilidad puede tener una jaula sin puerta?
-Quizás sea para darle la opción de marcharse cuando quiera. No todo existe para quedarse para siempre. ¿Y esa caja? -me preguntó señalando donde portaba el sombrero.
-¿Esto? Es sólo algo viejo que me gustaría vender.
-¿Me permite? -hizo un ademán para abrirla, el cual yo acepté-. Se lo compro -dijo sin pensarlo dos veces al ver su interior.
-¿Seguro que no quiere ver otras cosas? No sé, así de repente… No esperaba venderlo tan rápido.
-Cualquiera que sea el precio, se lo doblo.
Una llamada de teléfono interrumpió la conversación. El joven pidió perdón y contestó el aparato, despachando a su interlocutor en un par de segundos.Yo extendí la caja hacia él a modo de respuesta afirmativa a su oferta. Con prisa, la tomó en sus manos, pagó lo acordado, me dio las gracias con felicidad en sus ojos y se giró para marcharse.
-¡Espere! -le grité-. ¿Por qué el sombrero?
-Mi padre tenía uno igual, pero lo perdió. Aunque el suyo tenía una mancha blanca dentro… -pronunció perdiéndose en la marabunta de gente que continuaba rebuscando entre las reliquias de aquel mercadillo.
Comentarios (7):
Alex
28/01/2015 a las 22:38
Interesante relato. Fascina el aire que logras darle a los objetos en este relato. Como si estuviesen vivos. Me ha gustado mucho.
Veronica
29/01/2015 a las 16:57
Gracias, Alex! Voy a pasarme por el tuyo 🙂
Denise
01/02/2015 a las 20:17
Hola, entré a leerte porque el título de tu cuento se parece un poco al mío o_O La verdad es que me gustó, la atmósfera de los negocios de antigüedades me encanta, aunque en este caso, no sé por qué, me imaginé la acción en el mercado de pulgas de mi ciudad.
Saludos!
Darkos
02/02/2015 a las 01:33
Hola Verónica.
Me gustó el relato. El giro final le da el toque de emoción que se promete desde el inicio del cuento. El texto tiene un ritmo encantador que atrapa y el tema de la energía de los objetos estuvo bien tratada. Sigue así. ¡Saludos!
Veronica
02/02/2015 a las 19:49
Muchas gracias por los comentarios.
Denise, coincidimos, pues los mercados de antigüedades son uno de mis lugares favoritos. Me pasaré por tu relato!
Darkos, gracias. Me alegro de que te haya gustado!
Adella Brac
03/02/2015 a las 13:28
Me ha encantando 🙂 Esa jaula sin puerta, la energía de los objetos y la forma en que utilizas el sombrero como elemento que conecta dos historias que podrían ser pararelas.
¡Buen trabajo! 😉
Veroncia
09/02/2015 a las 09:05
¡Muchas gracias Adella!