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Abstracción - por Carlos+18

—Señor, hay una trifulca en el módulo tres.
—¿Quiénes? —El alcaide desvió la mirada hacía los monitores de vigilancia, buscando la reyerta, mientras tiraba nervioso del cable del teléfono.
—“El Gordo” y “Cuatro dedos”, señor. En el comedor.
—Mierda… —Localizó el violento caos en la pantalla —Sabía que iba a dar problemas… prepara el equipo de asalto.

En apenas un par de minutos el contingente de guardias, equipados y armados como antidisturbios, acordonaba las dos entradas del comedor ocupado. El ruido era ensordecedor y, tras hacer saltar los automáticos, la estancia quedó a oscuras.
Los guardias tuvieron que emplearse a fondo para desbloquear las puertas; atravesadas desde dentro con patas arrancadas de las mesas, y para cuando consiguieron entrar, la pelea se encontraba en su punto más álgido.
Tal era la agitación de los convictos que nadie reparó en la entrada de los centinelas. Todos seguían, rodeando a los contendientes en círculo, el devenir de la bronca.

El módulo tres siempre había sido un ala problemática. Dedicado a los reclusos más peligrosos, albergaba a los peores nombres de los cárteles de la droga y de la delincuencia organizada, compartiendo celdas con los asesinos y violadores más desequilibrados y violentos.
Las desconchadas paredes, las agrietadas y vacías ventanas y los colgantes y destrozados focos daban fe de su deprimente y agresiva historia.

“El gordo” era un tipo enorme, a lo ancho y a lo largo, un grasiento mastodonte de temperamento volátil y de carácter combativamente aprensivo. El origen del mote resultaba evidente, aunque corría el rumor de que empezó a engordar al asesinar a sus primeras víctimas, insinuando que disfrutaba con el canibalismo.

“Cuatro dedos” era un tipo mucho más pequeño, ágil y escurridizo, muy tímido y reservado. Su mirada escondía algún tipo de inseguridad o abuso infantil mal asimilado. Con el cuerpo lleno de tatuajes referentes a sus hazañas, era una leyenda en el narcotráfico, pero se le reconocía por su colección de llamativos gorros; con los que disimulaba su temprana calva, y se regocijaba ante los familiares de sus víctimas mandándoles los cuatro dedos gordos dentro de uno de sus inconfundibles sombreros.

—¡Todo el mundo al suelo! —Los guardias, a empujones entre los reos, trataban de deshacer el tumulto.
El único que pareció obedecer fue “Cuatro dedos”, que cayó al piso tras recibir un potente derechazo del adversario.
—¿Cómo te atreves…? —Escupió la sangre que le llenaba la boca justo antes de recomponerse.
—¿Creías que iba a impresionarme tu puto materialismo reduccionista?
—No haces más que reafirmar mis ideas con tu comportamiento.
—Serás… —“El gordo” lanzó un fallido golpe.
—Ni siquiera eres capaz de aceptar la jodida concepción vitalista. ¡¿Qué te crees, el puto Descartes?!
—¡Contempla el mismo problema, la distinción es puramente esencial, no de grado, gilipollas!
—Claro que sí, gordo seboso, ¿Podrías explicarme de forma efectiva la hermenéutica en toda esa mierda que te llena el cabezón?
—Se llama historicismo, capullo. Estás equivocado. A mí, no como a ti, un animal no me razona. Cerebro y mente. ¡No es tan complicado, joder! —Arrancó una de las mesas del suelo y la lanzó contra la muchedumbre.
—Solo tienes que aceptar que existe una bioquímica, y los datos sensibles mutan hasta formas más complej…
—¡Eso son excusas vacías para explicar el esencialismo!
—¡Eso sí que no te lo permito! —“Cuatro dedos” se lanzó, pincho en mano, contra su adversario, logrando apuñalarle en una pierna.

El chorro de sangre dispersó al gentío lo justo para que los guardias pudiesen entrar en la pelea. Con “El gordo” herido, el tumulto menguó rápidamente.
—¡El ser humano no es reducible a los simples elementos materiales que forman el cuerpo! —Aún tenía fuerzas para gritar mientras lo llevaban, arrastrándolo, hacia la enfermería.

La pelea se inició tras el permiso que recibió “Cuatro dedos” para poder tener un pequeño pájaro, que había logrado atrapar en el patio, como mascota. Todos estuvieron más o menos de acuerdo en que el animal era consciente del encierro, sin embargo, el debate fue subiendo de tono al cuestionarse si el animal sería capaz de comprender que su jaula se encontraba dentro de otra jaula.
Ese ejercicio de abstracción y la definición de los límites reales de la libertad llevaron a los presos a una encarnizada batalla.
Y durante todo ese tiempo nadie se acordó del pájaro en sí mismo, y cuando “Cuatro dedos” volvió a su celda tras el aislamiento, se encontró al pobre “patitas” muerto en su pajarera.

Entonces fue cuando vio claro qué papel desempeñaba aquella cárcel.

Comentarios (7):

El ciervo alado

29/01/2015 a las 16:30

Me pareció gracioso aunque un poco confuso. Debes centrarte más en una idea y expandirla al máximo, no tomar cinco ideas. Los insultos algunos me parecieron demás pero está bien, son gustos. Está genial, sigue así.
Saludos, El ciervo alado

Carlos

29/01/2015 a las 17:57

Muchas gracias ciervo alado.

Sin embargo, no entendí lo de las cinco ideas. Si es sobre el tema “que debaten”, todo versa sobre lo mismo: esencialismo y existencialismo.

Un saludo.

El ciervo alado

29/01/2015 a las 19:17

Olvídate de eso, lo siento.
Nos leemos!

Adella Brac

29/01/2015 a las 20:13

¡Hola Carlos! Yo fui una de las personas a las que les tocó comentar tu texto. Lo he vuelto a leer y me sigue gustando ese diálogo que convierte una escena violenta en una de humor 🙂
Un saludo 😉

Ratopin Johnson

29/01/2015 a las 20:30

Está bien el giro que toma el relato hacia el humor.Curiosos los diálogos filosóficos esencialismo vs existencialismo. Me ha recordado a algunos humoristas, en concreto a los Monty Phyton. Sólo una cosa, la parte final con el pájaro, me sobra un poco, o quizá la hubiera ubicado en otra parte.
Saludos

Fabián

29/01/2015 a las 22:25

Muy buenas Carlos

No me esperaba para nada una pelea de reclusos así, es muy original la idea.

Me gusta mucho la breve introducción de ambos personajes, lo justo para entender sus motes, sin aburrir contándonos sus vidas.
El relato tiene muy buen ritmo y en pocas lineas nos sitúa muy bien.

Si tengo que destacar algo negativamente para intentar dejar un comentario constructivo, sería la pelea. Entiendo la cuestión del debate, pero no entiendo lo que dicen ellos.
Esto es mas culpa mía que tuya por no estar familiarizado con esos términos, todo sea dicho. O igual ahí estaba la gracia de la idea, crear ese contraste de reclusos barbáricos discutiendo como caballeros sobre temas filosóficos, haciendo gala de una lengua rica.

Ana

30/01/2015 a las 21:34

Qué buena idea. Te felicito por la ocurrencia. Me he reído un montón imaginándome la escena.

Además el ritmo del relato es perfecto y no pierde fuelle a pesar de lo espinoso de la discusión.

Enhorabuena!

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