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Los perros de Seligman - por Luciano Sívori

Web: http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/

— El problema es que somos como perros desesperanzados —digo en voz alta, con la boca llena de pan y salamín.

Estamos en lo del Gordo, un amigo de fierro. Nos rateábamos juntos en la secundaria para jugar a la compu. Hace un montón, en otra vida. Es su cumpleaños (al parecer la gente todavía festeja los cumpleaños) y su mujer preparó una picada increíble: jamón crudo serrano, leberwurst, lomo americano, mozzarella boconccino, fontina tipo suizo. Todo muy gourmet. Una genia la esposa, la verdad, me saco el sombrero.

La cuestión es que ahí estamos: el Gordo, Vero (la mujer), el Seba, Mati, y yo. Los de siempre. Pero también cayó la amiga divorciada de Vero —en sus 40, buscando donde aterrizar la nave antes de que se le acabe el combustible— y hay tres amigos del laburo del Gordo. Y creo que están por llegar los suegros. De pronto me parece que somos muchos. Y cuando termino de pensar en eso digo lo de los perros.

— ¿Qué? —dice Mati, como era de esperarse. Él siempre es el primero en preguntar.
— Sí, lo dijo el Dr. Seligman a principios de los 90 —explico mientras pincho un quesito con el tenedor—. El tipo era psicólogo y hacía experimentos con perros. Estudiaba la incapacidad de actuar que suelen tener.
Hago un silencio de evidente teatralidad. Ya los tengo.
— El tema es que puso a unos cuantos perros en una jaula, y aplicó corriente eléctrica a las rejas. Tras varios intentos de escapar, los perros desistían y se echaban al suelo. Ya ninguno quería recibir los choques eléctricos. Más tarde los puso en otra jaula, con la puerta semiabierta y sin electricidad: ninguno se movió. Habían aprendido la impotencia y la desesperanza. Creo que todos somos un poco así.
Mati deja los cubiertos al costado del plato. Suena un teléfono en algún lado que nadie atiende.
— Los pobres perros daban por hecho que sus intentos no iban a servir para nada. ¿Para qué intentarlo? —sigo y me meto un bocado de lomo ahumado con pan, que acompaño con cerveza fresca. La divorciada me mira feo—. Seligman comprobó que estos perros pesimistas con el tiempo sufren más enfermedades, mueren antes… y yo creo que muchas veces nos sentimos igual de indefensos.

La picada está tremenda. El pancito recién preparado, calentito, crujiente. También hay unas papas fritas doradas como soles, brillantes, aceitosas. Inclino la fuente para dejar que caigan al plato y las embadurno de salsa golf.

— Somos los perros de Seligman —continuo— y lo peor es que más o menos a esta edad nos damos cuenta. Antes somos invencibles, imparables. Pero terminando los 30 aparecen los miedos, las deudas, la presbiopía, la presión alta, los exámenes renales, la disfunción eréctil, la soledad… Es como un virus que crece y crece: la imposibilidad de ganarle a la vida, la necesidad imperiosa de transcender, de querer ser recordado.
— Es muy cierto lo que decís… —aporta Vero, horrorizada, y lo mira al Gordo con cara de “¿para cuándo el bebé”?
Me clavo una salchichita alemana y miro a uno de los amigos del laburo del Gordo.
— ¿Cuántas cosas nos faltan por hacer? Vamos a ser polvo, desaparecer de la faz de la tierra. Todo lo demás va a seguir ahí, pero no nosotros.
— Es verdad, es verdad… —dice alguien muy serio. Pero yo no lo veo, clavo la vista en las berenjenas al escabeche.
— La muerte está ahí. Te dice: “hola, ¿te acordás de mí?”, más o menos a esta altura de la vida. Y apenas levantamos la cabeza para mirarla. De alguna forma, aunque la jaula esté abierta, seguimos tirados, desahuciados. Para el que no siente esperanza, no es posible ver las oportunidades y posibilidades de cambio, aunque las tenga enfrente. Lo dijo Seligman, no yo. Por eso yo encaro la vida de otra forma, aprovecho el momento, lo capturo … —bebo un sorbo de cerveza.

Se generó un ambiente de mierda. Ahora el Seba juega con el tenedor a pinchar los restos de una picada inexistente, y la divorciada junta los restos de pan con el dedo índice. No sé por qué salté con lo de Seligman. Lo vi en un programa de National Geographic anoche y me pareció que los iba a dejar pensando. Al final salió mejor de lo que esperaba. El problema es que me pareció que la picada no iba a alcanzar para todos y —se los confieso— por un momento me preocupé mucho.

Comentarios (21):

Denise

29/01/2015 a las 02:53

Es GENIAL! Ya me sospechaba algo raro por el contraste entre lo depresivo del tema y la fruición con la que el protagonista se refería a la comida, pero así y todo, el final me sorprendió. Me encanta lo bien manejados que están el tono y el vocabulario.

Y por cierto, ahora por tu culpa se me antojó una picada gourmet (brillante el detalle de las papas)

Aldo Brov

29/01/2015 a las 03:02

Un estilo demasiado realista para mi gusto, aunque esta bien escrito, se representa una situacion comun de la vida cotidiana presentando a un personaje, muy porteño. Soy argentino, y vivo en uruguay, habitualmente me llaman porteño aunque no lo soy, muchas veces me pregunto, que es lo que tanto les molesta de los porteños, y entonces leo tu relato y digo: ahhhh.

Representaste el estereotipo del argentino que suele odiar la gente. Su forma de hablar, se las sabe todas y todo, para aventajar a los demas con la picadita sin importarle generar un ambiente de mierda.

Personalmente, prefiero relatos que hagan volar la imaginacion, con un narrador mas literario antes que relatos que parecen contado un lunes a la mañana por mi compañero de oficina.

Pero bien igual, mi vision es subjetiva.

Saludos

Emmeline Punkhurst

29/01/2015 a las 13:31

¡Qué sorpresa, Luciano! Una manera muy buena de describir a quien aquí llamamos un verdadero “cenizo” y chafar el buen rollo en una reunión informal. Y por cierto, genial la forma de aplicar la indefensión aprendida a la dejadez a partir de una determinada edad, por los achaques de la vida.
¡Enhorabuena!

Luciano Sívori

29/01/2015 a las 18:21

¡Gracias a todos por sus comentarios! De todos se aprende un montón. La realidad es que el cuento no intenta ser pretencioso, sino que simplemente es un pase de comedia mezclado con un toque de ironía. No creo que sea de mis mejores trabajos, pero sí me divertí escribiéndolo.
¡De nuevo, gracias! Voy a tratar de pasarme por sus textos para mirarlos también.

Slds,
Luciano.
http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/

Paola

29/01/2015 a las 19:08

El final lo explica todo. Hecho de menos a alguien que le plante cara pero entiendo que en tan pocas lineas es imposible hacerlo. Me ha gustado tu relato,aunque al personaje habría que matarle!
Saludos

Adella Brac

29/01/2015 a las 21:24

Un ritmo perfecto. Me encanta la cantidad de detalles que aportas y que ayudan a dibujar la escena 🙂
¡Buen trabajo! 😉

Denise

30/01/2015 a las 00:27

Una cosa que estuve pensando, con respecto al comentario de Aldo, a quien respeto por el trabajo que se toma en comentar con lujo de detalles, aunque a veces no coincido con su opinión.

A mí me gustan también los narradores “literarios”, por llamarlos de algún modo, pero creo que el estilo de este relato (y el de los niños en el parque, por referirme a otro parecido) es literario. Según mi experiencia, es mucho más fácil caer en lo que yo llamo estilo “best seller”. Parece sencillo a simple vista escribir algo como este cuento, pero creo que requiere mucho más trabajo de lo que aparenta. Al menos, en mi caso, sería difícil. Creo también que es bastante personal, lo cual para mí es un gran logro.
El manejo de situaciones cotidianas requiere un lenguaje cotidiano. Y el humor lo salva, creo que sin ese tono, el cuento perdería gran parte de su encanto.

Disculpen si la ilación me quedó medio incoherente, pero escribo a medida que voy reflexionando sobre el tema porque, para variar, debería estar haciendo otra cosa ;P

Nick Brooks

30/01/2015 a las 02:19

Pues mira que jamás lo invitaría a alguna de mis fiestas xD
Ha sido una buena historia, vaya manera de aguar la fiesta. Pero el protagonista tenía una noble misión: atiborrarse a toda costa; y eso lo respeto.
Concuerdo con Denise, también me gustan más los narradores “literarios”; y no veo ninguna razón para decir que este relato no lo es. Quizá no tenga hadas, demonios, hombres lobo, naves espaciales o cosas así; pero no es necesario eso para escribir una buena historia.
Excelente trabajo, Luciano 😀

Aldo Brov

30/01/2015 a las 13:28

Hola chicos, Luciano, perdoname si te molesto mi comentario, no digo que esta mal escrito, o que el relato sea feo, esta muy bien escrito a nivel formal y eso no hace falta que yo lo diga, es evidente.
En el relato en primera persona la historia existe gracias a la vision particular del mismo personaje, la misma historia desde otra vision podria cambiar. La historia y lo que se cuenta depende del punto de vista del protagonista.
Esta misma situacion podria escribirse en tercera persona, con un narrador omnisciente, que tenga una vision mas impersonal y seguramente quedaria totalmente diferente.

Alguna vez recuerdo haber leido un relato en primera persona donde el que narra es un pibe chorro (estereotipo argentino) y hablaba como hablan estos chicos en la calle. Gano un premio local de narraciones entre varios cuentos. Sin dudas que el uso de ese narrador fue clave para que el contenido del texto sobresalga, pues dejo en evidencia personajes, situaciones y todo un mundo sin que el narrador lo detalle especificamente. Sin embargo, a mi no me gusto, creo que se aleja de la literatura que a mi me gusta. Representaba una situacion de la vida real siendo demasiado real, no habia interaccion con el lector, el lector no tenia oportunidad de aportar su parte subjetiva al relato. Para mi escribir es un acto de comunicacion, requiere un emisor y un receptor, y la magia se da cuando ambos aportan su parte. Si el emisor solo nos pone delante un monologo y no nos da participacion, creo que el texto pierde algo importante. Solo eso, el “narrador literario” que digo, es un narrador que interactua y usa las palabras con un fin, pero suele encontrarse mas en los relatos en tercera persona.
Tambien depende del estilo, y a esto me refiero al arte en general, el vanguardismo abrio posibilidades a un estilo de arte que antes no hubiera sido considerado arte, pero ahora lo es. Asi que, afortunadamente esto no son ciencias exactas y la libertad para escribir y expresarse es ilimitada. Por eso, siempre digo que mi opinion es subjetiva, y creo que nadie necesita estar de acuerdo conmigo o no, porque lo que yo digo no es la verdad es solo mi punto de vista.

Saludos

José Torma

30/01/2015 a las 21:59

Amigo Luciano, un gusto leerte despues de un tiempo de no hacerlo.

Tu relato me parecio interesante, pero lento a ratos. No tiene mancha en lo tecnico, solo que (voy a utilizar una palabra que me enseñaron aqui) no se si fue “aposta” pero el tipo me iba cayendo mal y mal, al final entiendo que el lo que tenia era hambre y miedo de no saciarla, ese detalle me hizo click con todo el relato.

De igual manera, yo como relator de historias, quiero tener resonancia y tu texto la tiene.

Saludos

Marcelo Kisi

30/01/2015 a las 22:10

Luciano parabienes!
Tu relato me reencuentra con un estilo argentino que me gusta, con un lenguaje refinado, fresco, con vuelo, humor y muy fotogénico. También suelo elegir a uno de los personajes, no siempre ni necesariamente el principal, para que cuente la historia. El relator omnisciente está muy bien también, pero es otra historia. Comparto con Denise: esto está lejos de ser una improvisación espontánea, tu buena energía le habrás invertido, escribir un devaneo que suene a informal o espontáneo también da mucho trabajo, y a tu texto no le encuentro defectos. Se te nota el oficio, que consiste precisamente en que no se note el oficio 😉 Para mí, un nuevo descubrimiento en este taller!

M. H. Heels

31/01/2015 a las 12:38

Un relato interesante. Me ha gustado, la verdad, pero he de decir que este estilo no es de mis favoritos (tiene que haber gustos para todos jeje)
Aunque el estilo no me “enganche”, tengo que reconocer la calidad del texto y estoy segura de que es un relato que resultará muy bueno para quien le guste el estilo.
Nos leemos

marazul

31/01/2015 a las 18:07

Hola Luciano. Me gusta el lenguaje tan expresivo que empleas, lo que nos da una idea perfecta del momento que describes. Ese contraste entre la conversación transcendental y la glotonería del protagonista. A mi me ha hecho gracia porque con ese lenguaje tan suelto y que dominas tan bien no me lo he tomado en serio. Quiero decir que el final no me ha sorprendido y me ha encantado. Bien…..muy bien…jeje
Un saludo. Marazul

Luciano Sívori

31/01/2015 a las 21:08

Parece que en la mayoría mi cuento logró su cometido: hacer reír. No buscaba más que eso. Quizás algunos puedan llegar a analizar un típico comportamiento argentino (y es cierto que está presente) o filosofar sobre el contenido psicológico que se presenta de trasfondo, ¡pero al flaco solo le importaba no quedarse con hambre!

Si les interesa, subí el cuento (con algunas correcciones) al blog:
http://viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2015/01/los-perros-de-seligman-cuento.html

Ahí también pueden encontrar otros cuentos de mi autoría.
http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/search/label/MIS%20CUENTOS

¡Gracias a todos por leer y comentar!

Aldo Brov

31/01/2015 a las 23:21

Bueno Luciano, para serte sincero, alguna vez aburri a mis oyentes en alguna comida hablando de los experimentos que Pavlov hizo en los perros… y no lo hice por querer comerme toda la picada, lamentablemente no causo el efecto de captar la atencion de quienes me rodeaban, simplemente no me dieron bola como siempre que me pongo a filosofar. Asi que dire que de alguna forma me senti identificado. Jaja.

Saludos

lunaclara

31/01/2015 a las 23:36

Guau, Luciano!! Que gran relato!! Cuánto me alegro de leerte!!
Descarnado, irónico, con un humor negro bestial. Esto se ve en cómo han calado tanto en él las conclusiones de Seligman, hasta el hecho de ponerse la gula por montera y ser eso, un pobre animal o perro hambriento.
Gran profundidad la que tiene tu relato.
Esperaba reacciones mas variadas entre el resto de comensales. Hubiera estado guay.
Felicidades!

Auora Losa

02/02/2015 a las 10:35

Hola, Luciano.
Qué buen trabajo has presentado este mes.
Has logrado equilibrar el contenido altamente filosófico y existencialista con una despcripción soberbia del ágape. Has logrado un toque de humor que restaba hierro a las preguntas que plantean los convidados.
Perfecto de principio a fin, no soy muy de filosofar, pero me has hecho pensar, y, aunque para mi la comida es cuestión de supervivencia, has conseguido que saboreara cada cosita que había sobre la mesa.
Enhorabuena.

Maureen

02/02/2015 a las 21:58

Yo me he reído mucho con el rollo existencialista que se monta el narrador solo por poder comerse la comida. He visto el relato más como comedia que como un texto filosófico, porque entiendo que el trasfondo, el ponerse a divagar, es porque tiene hambre y cree que no va a llegar para todos, y por eso toda su parrafada.

Muy divertido.

Margarita Graña

03/02/2015 a las 16:31

Luciano! a mi me gusta ese humor, y lo presentas muy bien escrito. El contrapunto entre lo que el protagonista cuenta, creando el ambiente que busca crear, pero al mismo tiempo estando más atento a lo que realmente le interesa, la comida, está muy bien.
Se lee muy ágil. Y es crítico de la sociedad actual. Te espero por el mio que seguro te va a molestar, jijiji. Es el 103

Pato Menudencio

03/02/2015 a las 17:42

En lo personal me gustó. Se crea ese ambiente de: “Al final estamos todos cagados”.

En más de alguna ocasión me he visto diciendo algo así en reuniones de amigos.

El hecho final (de que la picada no alcanzaría) que fue la verdadera preocupación del protagonista, lo encontré genial.

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