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Comunicando - por Adriana
Web: http://billetedecercanias.wordpress.com
Se levanta apresurado, y me deja con la palabra en la boca. Cierra la puerta del pasillo para evitar que cualquiera de nosotros podamos escuchar.
Dichoso teléfono, no para de sonar.No hay manera de pasar un domingo al margen, de verdad. Al principio aún insistía en que no lo llevara. "Sólo vamos a sacar a la perra, no hace falta que lleves el teléfono.""Hemos quedado que me acompañarías a caminar una hora cada día, ¿no pensarás ir hablando por teléfono? Déjalo." Pero, al final, me he dado cuenta de que es peor. Está más ausente cuándo se lo olvida, se queda sin batería o no hay red que cuando lo lleva consigo. Le da paz y tranquilidad. A mí, sin embargo, me pasa lo contrario. Llevo el teléfono y me siento prisionera, como en una jaula. Sabiendo que en cualquier momento alguien puede localizarme y cambiar mis planes. Condicionar alguna de mis decisiones. Y ahora la tiranía del mensajito. Menuda cena de fin de año, qué pesadilla. Algunos mensajes de felicitación son para sacarse el sombrero, se envían una sarta de ordinarieces. Este año hasta cáscaras de langostinos acabaron en el móvil de Martín. Empiezo a tener la sensación de que las cosas no son reales hasta que no son representadas en un dispositivo. Como este mismo momento. En el que todos estamos en silencio, esperando que regrese, y nos diga el veredicto. A eso me refiero cuando digo que prefiero salir sin teléfono. Este ring está a punto de cambiarnos la vida y no podemos hacer nada.
Cuando entra, todavía nos encontramos en la misma posición, como si le hubiese pulsado el botón de pausa antes de salir. Con una mirada le suplicamos que nos lo diga ya, y a la vez, que por favor, no diga nada, no queremos saberlo.
"Es benigno, no pasa nada." Entonces pulsa al play y la cena continúa. Martín incluso ha dejado el móvil en silencio y se pasa la cena mirando de reojo a su padre, alegre por su regreso, como si hubiese estado a punto de perderlo.
Ccomentarios (1):
Ana
31/01/2015 a las 14:00
Muy bien, Adriana. Describes perfectamente la dependencia del móvil que tiene mucha gente.
En cuanto a la historia en sí, narras de un modo muy convincente cómo una familia entera contiene el aliento mientras uno de ellos recibe una noticia importante y todo depende de esa llamada.
Me ha gustado mucho.