Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro, en esta isla de pensamientos putrefactos, pensamientos cubiertos por el aroma blasfemo de la soledad que me agobia, un aroma que atrae de manera adictiva todo odio al basurero de mi mente. Ese milagro es una voz, la voz que grito la melancolía de mi alma y destruyo el odio en mí.

El peso que cargaba de la aburrida rutina deformo mi cordura, ignorando el sentido común y aceptando lo anormal; entendí el dolor del mundo. Solo puedes apreciar el calor cuando tienes frío, tuve que odiar el amor y amar el odio para entenderle, me aislé y comprendí en lo que mi locura me convirtió.

Los segundos me atraviesan como dagas afiladas y mis venas llevan la oscuridad de mi ser, cuando lagrimas de sangre sobre mi mano caían, este milagro me salvo.

Me sentía asechado por la intensidad del infierno mientras buscaba la tranquilidad de ser normal, alucinaba con demonios que me adoraban y soñaba con ángeles que me querían muerto, la intensa deformidad del mundo en el que estaba me mataba; cuando intente alejarme de la soledad de mi mundo, no podía, ya era tarde, muy tarde.

Encerrado en el manicomio, la voz me decía lo que debía hacer, oía las rosas reír y el agua llorar, el sol me visitaba de noche, la luna intensa alegraba mi mediodía, me sentía desecho y salte al vacío de mi corazón. No había dolor en mi corazón, yo era el dolor, y la ultima parte cordura en mi ser, marco un pensamiento que iluminaria mi destino.

“en este mundo tan malogrado, lleno de dolor angustiante y de tratos injustos, los más cuerdos están en los manicomios”

Busque la felicidad en los demás y solo encontré decepciones; aprendí a no decepcionarme más al saber que esperar de quienes me rodean, mis palabras se perdían en el manantial del silencio, no tenia a nadie y nadie me tenia a mi, me mire al espejo y había un extraño, pisoteé el mundo normal y solo encontré tranquilidad al mofarme de los demás.

Entonces descubrí que era una isla de dolor en un mar de monotonía.