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Ná es eterno - por J. Barral
Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro y Perico “el del lunar “no puede creerlo. Treinta años de tocaor por el mundo y no había cante chico que le sorprendiese. Hasta hoy.
Se acordaba, por ejemplo, del rajo de Manuel Torre haciendo llorar a la gente del Café del Gato, en el Madrid antiguo; de cómo señoritos muy peripuestos habían roto a sudar al tercer cante de atrás del maestro, las manos enrojecidas por las redoblás, los peinaos desarmados por el pellizco de aquella noche que había quebrado como nunca la solemnidad capitalina.
Tampoco olvidaba al maestro Patiño; los primeros conciertos de toque que habían viajado por toda Andalucía, compartiendo hambre y carreta con Antonio Pérez “el pollo “ y Paco “ el barbero “, artistas del tanguillo insuperables si el fino los respetaba en la noche y las mujeres los echaban del jergón a tiempo.
¡A ver si vamos volviendo, Perico! – vinieron a interrumpir sus ensoñaciones
Rafael Ramos Antúnez, más conocido como Niño Gloria, tampoco puede creerlo pero se siente obligado a romper el embrujo y Perico lo sabe.
Aquí estamos, compadre, vinimos para quedarnos – contesta – ¿vamos afinando o esperamos la madrugá?
Niño Gloria lo mira sin reconocerlo y antes de que diga nada, Perico ya conoce la respuesta.
Ya no habrá madrugá…ni día tampoco, compadre.Tú sabes que esto se ha acabao. No tenemos cuajo para ser segundos platos de nadie y ná es eterno. Apura el vaso, que a la próxima invita tu hermano, Rafael Antúnez,-
Pero, ¡maestro! –
Es solo una cortesía, obligada por los años compartidos de venta en venta, desde el día que se conocieron en Jerez de la Frontera; uno, un cantaor respetado de voz afillá y técnica antigua, amigo de sus amigos, pagador de sus deudas…un profesional del cante de los que no quedaban apenas; el otro, un artista del rasgueo que no había encontrado su sitio hasta conocerlo, demasiado inquieto, demasiado insatisfecho ya fuese con su propia técnica, con la de sus acompañantes o con el mismo flamenco que lo atormentaba desde chico.
¡Dos vasos más! – ruge el cantaor – ¡Qué no se diga que un jerezano no reconoce a un grande del flamenco!
Habían encajado bien, quizás porque el saber hacer de Niño Gloria compensaba los malos momentos de Perico, ésos en los que no lograba sacar de su guitarra todo lo que le suponía dentro. Recorrieron mundo; primero de a poco, sacudiendo las ventas al sur de Ronda, donde se hicieron definitivamente con esa reputación de artistas con duende, un poco irreverentes para el gusto común, pero siempre confiables. Conocieron España, llegaron a Europa y, en la apoteosis, compartieron escenario en el Apollo con la magnífica Josephine Baker en sus mejores días.
Hoy todo había terminado, son demasiado viejos como para negarse a ver lo evidente. No hay tristeza en el reconocimiento, quizás incluso haya un cierto regocijo en haber encontrado, por fin, la cumbre de su arte
Se cierra la noche sobre San Fernando; esta noche cálida que trajo la copla agarrá de la mano, callejeando como buenas amigas mientras Perico y Rafael comparten silencio, caldo y asombro.
El niño chico, aparta sus rubios mechones mientras se inclina a devorar las papas aliñás de la cena; a la luz de los candiles puede apreciarse su palidez, el costillar marcado bajo la camisa, los quemazones de la fragua en la que trabaja de día. Aún hay humedad en su cara, crispada por el esfuerzo del cante previo. Es el hijo de Juana, el pequeño de los Monje, el que le canta a Dios a la cara, como dirán los viejos más adelante y. hoy, para siempre, le ha dado la vuelta al flamenco en este tablao de La Isla.
Comentarios (3):
A. Eiroa
28/12/2014 a las 19:48
Olé, olé y olé!!
Carlos
30/12/2014 a las 22:31
Me tocó comentar este texto.
Mis felicitaciones, un relato muy original y muy bien localizado.
Solo eché de menos algo más de diálogo.
¡Un saludo!
David Rubio
01/01/2015 a las 12:16
Buen uso de la jerga que le da un estilo muy entrañable.
Recuerda que los diálogos comienzan con guión y si no hay aclaración tras la intervención termina en punto. Por ejemplo:
Pero, ¡maestro! – (Debería ser -Pero, ¡maestro!)
¡A ver si vamos volviendo, Perico! – vinieron a interrumpir sus ensoñaciones (falta el guión inicial y el punto tras ensoñaciones)
Es importante sobre todo en una intervención muy larga (Ya no habrá madrugá… solo se percibe que es un diálogo cuando vemos el guión final. Hay no va, al principio.
Por lo demas, la historia se pierde un tanto en la jerga. Son cantaores ancianos que esa noche se retiran. Hecho en falta algo que le de un giro narrativo o un conflicto que cambie el estado inicial respecto del final.
Un saludo y feliz 2.015