Literautas - Tu escuela de escritura

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La habitación de invitados - por Job Peró

No le gusta dormir en esa habitación. Está en el rincón más apartado de la casa, al final de un largo pasillo lleno de puertas a los lados, con ropas y muebles viejos, olvidados. Hay una ventana que ilumina la habitación con una luz apagada. Es mejor encender la lámpara, aunque sea de día. Por si acaso. Enfrente, a sus pies, hay un enorme armario que hace mucho tiempo perdió su doble puerta. Por la noche, ese armario se convierte en una boca negra sin fondo, un lugar desconocido cubierto por la oscuridad. Incluso de día, la penumbra se apodera del interior del armario.
El armario está lleno de muñecos olvidados, mirándole.
Intenta dormir. Se convence a sí mismo de que no pasa nada, que es de tontos tener miedo. Se revuelve en la cama. El ruido del roce de las sábanas lo reconforta.
Arriba, la fiesta de sus padres continúa. “Tendrás que dormir en la habitación de invitados”, le dijeron. “Ya eres mayor”. Se encogió de hombros. “Ya soy mayor”.
Se revuelve otra vez en la cama. No debe pensar en el armario.
Intenta pensar en otra cosa, pero no puede. En un arrebato de valentía, se incorpora y mira desafiante a esa gran boca negra dentro de una habitación a oscuras. “¡Bah!”, y se siente mejor al oír el sonido de su voz. Pero se echa de nuevo en la cama y se sube la sábana hasta cubrirse por completo. El efecto del sonido de su voz desaparece, la seguridad en sí mismo se desvanece.
Cierra los ojos. Tiene que dormirse.
Se oye un carraspeo. Abre los ojos de golpe. Ha sido débil pero audible, alguien intentando hacer notar su presencia. Carraspea y se convence de que ha sido él mismo sin darse cuenta. Se revuelve otra vez en la cama. El roce de nuevo rompe ese pesado silencio que tanto lo asusta.
Otra vez el carraspeo, esta vez más claro, más audible… más cerca. Se queda inmóvil, los ojos cerrados, los oídos alerta, el cuerpo tenso. Deja de respirar. El pulso se le acelera. Aterrorizado, escucha, pero no oye nada. Quiere respirar muy quedamente, pero el corazón late sin control y él se desespera.
Se sienta en la cama y grita: “¡¡Déjame en paz!!”, y vuelve a echarse sobre la cama, cubriéndose por completo, temblando. Cierra los ojos con más fuerza que nunca. Desea no oír nada. Lo desea con todo su corazón.
Otra vez el carraspeo, aún más cerca. Intenta gritar, pero sólo un ahogado hilillo de voz apenas asoma. No quiere darse la vuelta. No quiere saber.
Un aliento gélido se desliza por su nuca y el corazón definitivamente se le dispara, pero no puede gritar.
Algo sale despedido del armario y cae sobre la cama. Ese algo empieza a avanzar. No quiere mirar. Sigue avanzando. Está llegando hasta sus pies. Los recoge. Gira poco a poco la cabeza. Necesita saber.
Es una muñeca. La muñeca se sienta y le saluda con una diabólica sonrisa. Sus ojos, rojos, ardientes, malvados, lo miran de una forma perversa. Al borde de la histeria, empieza a chillar.
¡¡¡Papá!!!
Se despierta en su habitación, sudando, aterrado.
El padre acude corriendo, enciende la luz y ve a su hijo sentado en la cama, la cara blanca, los ojos suplicantes. El padre lo abraza y el hijo rompe a llorar desconsoladamente. El padre lo acaricia, lo tranquiliza con voz melodiosa. El hijo pasa del lloro al sollozo. El padre mece al hijo, aunque ya es mayor. Al niño le sienta bien, lo serena. Los sollozos pasan a una respiración entrecortada y el padre empieza a librarse de las tenazas de su hijo. “Ya está, no pasa nada”. El hijo mira al padre con ojos suplicantes, más tranquilo. Su padre sigue acariciándole el pelo. “Ya ha pasado”.
“No me harás dormir nunca en la habitación de invitados, ¿verdad?”. “Claro que no”. El padre besa al hijo, apaga la luz de la habitación y se va, dejando la luz del pasillo encendida y la puerta abierta. “Buenas noches”, le susurra.
Está más tranquilo. Si pasa algo, su padre acudirá enseguida. Aquí no hay peligro. Conoce su habitación. Todos los armarios tienen puertas, las ventanas tienen las persianas bajadas y no entran las sombras. No hay muñecos mirando. Se siente a salvo.
Oye de nuevo el carraspeo. No viene de fuera. No puede ser su padre. Viene de debajo de la cama y no está soñando.

Comentarios (12):

Chiripa

29/11/2014 a las 03:49

Job , ¡si que lograste asustarme!
Muy bien narrado y con buenas descripciones de las sensaciones (y del miedo en sí) que experimentaba el niño. Ese carraspeo final me dejó un nudo en el estómago.

!Enhorabuena!

Te invito a pasar por “Antes del amanecer” , el #36

Juan Carlos Gonzalez

29/11/2014 a las 13:08

Buen trabajo! De la primera hasta la última línea me dejó atrapado, incluso compartí los terrores del muchacho. Creo que ahora evitaré dejar abierta la puerta de mi armario…por si acaso xD

Job Peró

02/12/2014 a las 00:06

Muchas gracias! Ha sido mi primera vez en Literautas y me ha costado ceñirme al límite de las 750 palabras, pero ha valido mucho la pena!

Chiripa

02/12/2014 a las 23:51

Gracias por tu comentario a mi relato, Job.
“La tortura de las 750 palabras”, que es como yo la llamo, es el mayor reto de cada mes. A mi me pasa lo mismo: cada mes siento que tengo que sacrificar algo del relato para cumplir con ese requisito. Pero cada mes vas afinando y ya verás pronto vas a quedar contento.
Saludos y que las musas sean generosas este mes.

Kelly J. Hernández

03/12/2014 a las 01:48

Si de por si reparo todo antes de acostarme, hoy lo haré más. Por fortuna, mi cama es bajita y no cabe nada ni nadie debajo de ella. Buenas descripciones, me imaginé a la tal Anabelle.
Te felicito, has logrado un texto con buen ritmo y sobre todo, que engancha desde la primera línea; y con un suspenso bien llevado.

Nos leemos

juanjohigadillo

03/12/2014 a las 09:37

¡Enhorabuena! No está nada mal para ser tu primera participación. Me ha gustado bastante, así que te animo a seguir con nosotros.

Marazul

04/12/2014 a las 16:32

Estupendo relato Job. Logras que sea ágil y que se lea de un tirón. Mantienes la intriga, creas tensión. El carraspeo un recurso muy logrado y la sensación de miedo perfecta(“los oídos alerta…el cuerpo tenso…la falta de respiración”: son los síntomas más llamativos del miedo). Y el final perfecto para una segunda parte
Me ha gustado leerte. Un saludo. Marazul

Peter Walley

04/12/2014 a las 21:59

Buenas Job,

Qué agobio de historia, me ha gustado mucho. Creo que este mes lo más difícil era acertar con la descripción del miedo (más que conseguir una historia original, que al menos en mi caso me ha parecido muy difícil), y tú lo has conseguido sin duda. Al principio me ha recordado a una peli que vi el otro día llamada The babadook, aunque luego tiene poco que ver.

Muy bien hecho, te buscaré en los próximos meses 🙂

Ratopin Johnson

04/12/2014 a las 22:27

Está muy bien Job. Me gusta la sencillez con que lo cuentas y te metes enseguida en la historia. Creía que era la novia de Chucky :). Como dicen es agobiante, me identifico con el niño; creo que todos siendo niños hemos tenido alguna vez esa sensación de noche, de que había algo o alguien ahí (bueno, al menos yo sí)

Ryan Ralkins

09/12/2014 a las 21:51

Primero Chucky, luego Anabell y ahora tu cuento…gracias a Dios que ya no tengo peluches ni muñecos en mi cuarto a excepción de un pikachu que me regalaron cuando era fan de pokemon.
En fin, gracias a este bien narrado y terrorífico cuento revisare debajo de la cama antes de acostarme.
Te felicito.
Saludos.

Aurora Losa

10/12/2014 a las 10:44

Muy buena idea la de “cerrar” la historia con la aparición del padre para volver a abrirla en la última frase (por cierto, esa frase vale un Potosí)
Enhorabuena

Job Peró

11/12/2014 a las 23:33

Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Este mes, repito, a ver qué tal!

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