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Oscuridad - por Daniel R. R. Jordan
Oscuridad. Todo es oscuridad. Ya no puedo recordar si hubo algo antes. Todo está oscuro. Miro hacia mi derecha, hacia mi izquierda. Miro hacia arriba, también miro hacia abajo. No veo nada más que oscuridad. Es más, ni siquiera sé si realmente estoy viendo. Abro y cierro mis ojos y no encuentro diferencia.
No sé si estoy vivo o muerto. Entiendo que entre ambos existe sólo una sutil diferencia. Una diferencia que no puedo notar.
Mi única certeza es que en este mundo que me ha sido impuesto al menos tres cosas son reales: yo, la oscuridad… y el miedo. Este antiguo conocido ha vuelto. Creí que se había marchado para siempre, pero ha regresado. Y con más fuerza. Y busca venganza por olvidarlo, por tratar de superarlo. Sé que busca dominarme una vez más. Eso lo tengo claro. Y creo que ya ha ganado: no tengo defensas contra este enemigo invisible.
Y mientras tanto, oscuridad. Ya no sé cuánto tiempo llevo así. Pueden ser días, meses, años. Quizás ya me volví uno con ella y hace milenios, eones que venimos copulando. O quizás han pasado sólo unos cuantos minutos.
Y así como no sé cuándo este infierno ha comenzado, tampoco sé cuando concluirá. No parece que el final se encuentre próximo. Parece más probable que las intenciones de la oscuridad sean carcomerme por dentro, aniquilar mis esperanzas y envolverme en más oscuridad.
De repente, un recuerdo llega a mi mente. Momentos más iluminados, más felices. Momentos que valían la pena. Ahora sé que había un antes. Recuerdo esos instantes llenos de luz… hasta que todo se apagó y la oscuridad inundó mi ser. Como un arma de doble filo, descubro que todo ha sido una treta. He recordado esos momentos sólo porque ella me lo ha permitido. Y lo hizo para enloquecerme aún más y hacerme notar que jamás escaparía de esta condena. Siento que la oscuridad se está riendo de mí y me largo a llorar. En realidad no sé si realmente estoy llorando. Quizás es sólo el deseo de llorar.
No veo nada. No huelo nada. Sé que no puedo hablar, sólo mi mente habla con sí misma. Tampoco siento nada. No toco nada. No hay un suelo donde apoyarme. Estoy como flotando en la inmensidad de la nada. No caigo. No me elevo. Simplemente existo.
He perdido los cinco sentidos. ¿He perdido los cinco sentidos? Sí, el oído también. No escucho nada ¿O es eso lo que quiero creer? Desde que estoy encerrado en esta cárcel de nada, mi mente me obliga a no pensar en mi oído. No quiero saber. Sé que algo no encaja, pero no quiero saber. Y otra vez ella. La oscuridad. Ahora me obliga a saber. Me condena a un nuevo sufrimiento eterno. Entonces libero mi oído. Y esto es lo que oigo: silencio, gritos, silencio, lamentos, silencio, llantos. Al mismo tiempo, contradictoriamente. Me inunda un silencio insoportable que me lastima. Y a la vez, voces: voces que sufren, voces que queman, voces que me aniquilan. Nuevamente siento que todo es silencio. Y siento que las voces me llaman a mí, que me gritan a mí, que están enojadas conmigo. Y, sin embargo, hay un silencio que ruge, y unos chillidos sin voz.
Noto que algo está cambiando. La oscuridad, que se reía de mí, pero que de cierto modo me ignoraba, ahora puso sus negros ojos sobre mí. Sabe que estoy aprendiendo. Le provoco intriga, pero también rencor. Me doy cuenta de que las voces sí existen, sólo que se encuentran en mi mente. En realidad sí predomina el silencio. Las voces son de miles de seres como yo, cautivos, viviendo mi mismo sufrimiento, comunicándose espiritualmente. Ahora la oscuridad ya no me soporta. Ya no aguanta tanta rebeldía. La intriga se convierte finalmente en odio y se decide a erradicar mi presencia de su mundo.
Otra vez el miedo se apodera de mí. En realidad nunca me abandonó, pero ahora resurge con más fuerza. Es indomable. La oscuridad me envuelve. Más fuerte que nunca. Menos soportable. Se ha convertido en algo sólido, espeso, que me empuja, me golpea. Lastima todo mi ser con cuchillos de desesperanza. Y no se detiene en nimiedades. Se enfoca más que nada en mis partes más frágiles. Principalmente, en la mayor de mis partes frágiles. Oprime mi corazón. Lo aprieta, lo arranca de mi ser y lo estruja frente a mi alma.
Y el fin llega. Envuelto, como siempre, en oscuridad.
Comentarios (5):
Denise
30/11/2014 a las 21:44
Muy interesante y original, lo de que hay otros como él me resultó inquietante.
Anoide
01/12/2014 a las 13:12
Me gusta mucho el lenguaje que utilizas. Hay párrafos que suenan incluso musicales.
Lo mejor de estos relatos tan abiertos es que deja libertad para pensar lo que a cada uno más le guste. Yo imaginé la oscuridad como un ente inteligente y maligno que atrapa los corazones de los inocentes. Quizá se me haya ido mucho la olla, pero es lo que me sugiere el texto.
Saludos 🙂
José Torma
04/12/2014 a las 17:18
Hola Daniel.
Tu relato me parecio diafano, difuminado… en palabras de el buen William “Much ado about nothing” sin embargo en cada renglon hay algo mistico, magico, no pude sino sumergirme en esa oscuridad y “ver” lo que tu prota no estaba viendo, “sentir” lo que no estaba sintiendo. No es facil lograr tanto con un texto tan abierto.
Felicidades.
Daniel R. R. Jordan
05/12/2014 a las 23:16
Hola chicos,
Les agradezco por sus comentarios, me ayudan para seguir y mejorar… 😀
Por cierto, les comento que este “relato” (y lo pongo entre comillas porque como dijo José es un texto bastante abierto y no tan narrativo) surgió debido a ciertas pesadillas que solía tener en mi infancia, repetidamente, en las que soñaba exactamente lo contado acá: me encontraba en la nada, solo, todo era oscuro y silencioso, pero a la vez sentía que me estaban gritando… siempre me despertaba asustado y llorando.
En fin, creo que mi objetivo de recrear lo que yo sentía lo hice a la perfección, pero el resultado fue este texto más descriptivo que narrativo.
Aurora Losa
11/12/2014 a las 11:01
Un trabajo enorme, sin duda, y muy bien escrito. Creas angustia en el lector y un millón de posibilidades sobre la situación del protagonista que no terminan de materializarse.
Además, es un discurso creíble, lógico, congruente, en alguien que está atrapado en una situación que no reconoce del todo pero sabe de dónde viene.
Excelente, Daniel.