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¿Dónde están los niños? - por Expósito
El sol lanzaba sonrisas desde primera hora de la mañana. Las flores despertaban y los pájaros trinaban. El invierno se había encogido, dejando paso a la primavera. Empezaba un nuevo día con energía en sus maneras.
Era un escenario perfecto para la docencia, donde sabios formarían en los niños una competente adolescencia. Ofrecerían el conocimiento del libro y la sabiduría del esfuerzo, haciendo germinar sus mentes con altas dosis de refuerzo.
Y así, una vez todo había sido preparado, decenas de estirados maestros esperaban el elemento sagrado. Si no estaban en las aulas, estarían en el patio.
–¿Dónde están los niños? – preguntó alguien en tono educado.
Aquel patio era un desierto. Solo el sol habitaba aquel espacio yermo. No había griterío, ni risas, ni llantos. Tan solo quedaba el amargo silencio en un espacio sin encanto. Era un reino más cercano a la muerte que a la vida. Si desaparece la infancia, desaparece la alegría. Mas no temáis padres y madres por la seguridad de vuestros hijos, pues su ausencia en el patio podía ser algo positivo. Ni volaron con el viento, ni los raptó un ser maligno. Dejaron una nota explicando sus motivos.
El director de aquel colegio agarró el papel arrugado. Más que tener unas letras, contenía unos rayajos. No olvidemos que el autor tendría pocos años. Su prosa no era muy clara, aunque su espíritu la engalanaba. En forma diría algo extraño, pero quien la leía así la interpretaba:
“Queridos adultos protectores:
Supongo que os preguntáis cuál es el paradero de vuestros menores. ¿Hacia dónde han marchado? ¿Acaso se han esfumado?
No caigáis bajo los poderes del miedo, pues no somos víctimas de seres carroñeros. Conocemos los peligros y nos cuidamos de ellos. Aunque no lo creáis, sabemos defendernos.
Tan solo hemos emprendido un pequeño viaje. Podéis comprobar que nos movemos sin equipaje.
Desde la rutina de arena y columpios, hemos fantaseado con qué habrá más allá de las puertas. Abandonamos pensamientos turbios y hacemos camino bajo las suelas. No sabemos cuál es nuestra meta, pero sí cuál es el objetivo. Queremos un mundo sin caretas y forjar nuestro destino.
Agradecemos a nuestros queridos adultos que nos guíen y protejan, pues sostienen nuestra mano cuando algún riesgo acecha. Pero así jamás decidimos nuestra próxima parada. A veces no sois conscientes de que estáis cortando nuestras alas. Quizá nos equivocamos al elegir esta especie de credo, pero ser libres de escoger vale más que todo dinero.
Tenemos un lema mientras avanzamos: aunque nos castiguen, tenemos que probarlo.
Mentiría si dijese que somos los de siempre, pues partimos disfrazados del papel que nos da la mente. Unos somos piratas, otros astronautas, tenemos vaqueros y princesas… Otros adoptan roles que no existen ni en la Tierra. No le busquéis sentido, pues solo es un juego de niños. Los adultos lo verán absurdo, pero la imaginación lo hace divertido.
Y con esto nos despedimos de la escuela y del patio vallado. El problema no sois realmente vosotros; es que no nos gusta estar encerrados. Os pedimos por favor que no lloréis lágrimas de amargura, pues nosotros somos felices al afrontar esta aventura.
P.D. A nuestras madres decirles, por si acaba pronto nuestra empresa, que no duden en prepararnos una suculenta merienda.”
Una vez terminó la lectura, se generó un profundo silencio que dio paso a la locura.
–¿Qué significa todo esto? ¿Los niños se han escapado?
–Debemos hacer algo al respecto.
–¡Salgamos a buscarlos!
–Será mejor que esperemos.
Entre decenas de maestros en el patio, un debate se había formado. Diferentes puntos de vista quedaron enfrentados.
–Nunca volveremos a verles – dijo alguien, resignado.
Y desobedeciendo el final de la carta, algunos de ellos lloraron. Unos temían por los pequeños y otros por perder su trabajo.
Sonó la sirena que indicaba el final de la jornada y por sorpresa se produjo el milagro. Bajitas figuras junto a la puerta esperaban, con las ropas manchadas de barro.
Su odisea resultó más corta de lo que todos esperaron, pues solo pisaron un parque vecino, donde jugaron hasta que se cansaron y rugieron sus intestinos. Y aunque tuvieron que afrontar un castigo, no se arrepintieron de la travesura, pues fueron un grupo de amigos que se libraron de sus ataduras.
Y llegamos al fin de esta historia, que espero hayas disfrutado. Me despido con una moraleja que dice adiós a este patio. Vale igual para niños, niñas, hombres y mujeres. Disfrutar de la libertad es el mejor de los placeres.
Comentarios (6):
Eunice
28/10/2014 a las 12:11
Me ha gustado muchisimo tu relato. Me encanta que todo vaya rimando al más puro estilo de Cyrano de Bergerac.
Luchiflús
28/10/2014 a las 15:07
Ya te lo dije en mis comentarios pero… ¡enhorabuena! Me ha encantado tu relato y cómo consigues rimarlo todo! Tuve que devanarme los sesos para completar la parte a mejorar…
Saludos!
Marazul
28/10/2014 a las 16:05
Es un relato imaginativo, divertido, tierno y poético. Felicidades..!
José Torma
28/10/2014 a las 19:32
Expositó, que manera de regresarme a mi niñez, yo, al igual que muchos o tal vez todos, tambien desafie a la autoridad a temprana edad. Mi caso fue que agarre mi pañuelo, lo ate al final de una rama y con mi bombin de pluma me fui a la aventura. A mis 5 años era temerario y no habria nada que me impidiera conocer el mundo. Horas despues me encontraron llorando en la esquina, mi aventura termino porque no pude avanzar ya que no me permitian cruzar la calle sin adultos jaja
Me gusto mucho, muchas gracias y felicidades.
Ángel Gabriel
06/11/2014 a las 01:22
Es sencillamente ¡¡¡¡GENIAL!!!!, no es un cuento, es una poesía hecha cuento, me imagino que lo has de ver madurado, repasado, borrado, corregido, etc. para que te quedara tan bien pulido, cada palabra esta en el lugar indicado ni muy adelante ni muy atras, sino en el lugar justo, cada pensamiento encaja, con el relato en conjunto, cada palabra brilla, tiene luz propia, es perfecto. ¡¡¡FELICIDADES!!!!
Aurora Losa
06/11/2014 a las 11:28
Ja, ja, ja. Un lenguaje un tanto rebuscado para unos mocosos ¿no?
Pero es una declaración maravillosa.
Casi me muero con lo de la merienda.