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Réquiem para un maestro. - por Pato Menudencio
Web: http://menudencio.wordpress.com/
¡El profesor Campos ha muerto!
La noticia impactó a todo mi antiguo grupo del colegio, y dadas las circunstancias, me tocó a mí la triste tarea de transmitir el mensaje.
Yo lo vi morir, y esa imagen aún me acompaña durante muchas noches antes de dormir. Murió en mis brazos, en medio del ruido y de la violencia impune del estado. Fue mi profesor en la adolescencia y luego de algunos años abracé sus mismas luchas e ideales, por lo que siempre coincidíamos en las marchas.
Una bala loca perforó su corazón mientras defendía a un manifestante de la represión policial. Me quedé con él esperando la llegada de la ambulancia, con la impotencia de saber que nada podía hacer para ayudarlo.
— ¿Pudo escapar?—, repetía el profe mientras su vida se le escapaba de entre los dedos. Aún frente a la muerte su única preocupación era aquel joven al que intentó ayudar. Así era él, murió como siempre había vivido.
Su funeral se realizó unos días después en el patio de mi antiguo colegio, en el que tantas veces el profesor Campos nos vio jugar, entre clases y charlas acerca de la justicia social y utopías, las que al principio no entendíamos, y recién al ser adultos comprendimos su profundo significado.
El primero en llegar fue el “guatón” Sánchez. Los años le habían entregado más kilos de los que un ser humano normal podía aguantar, y su rostro enrojecido no podía ocultar, lo que supuse, eran horas de llanto en solitario.
— Dime que es mentira—, Replicaba Sánchez con voz entrecortada— No puede ser posible que el profe ya no esté.
Nos abrazamos, sin ocultar la pena. Recuerdo cuando Sánchez estaba a punto de repetir el año. Su autoestima había caído y pensaba que no servía para nada. Fue el profe Campos quien lo ayudó a salir adelante. Recuerdo que le habló de los talentos individuales de cada persona y que no debía compararse con el resto. Que buscara sus pasiones y que se dedicase a algo que lo hiciera feliz. Años después se había convertido en un próspero comerciante.
Con el paso de los minutos el resto de mis amigos fueron llegando hasta llenar las sillas dispuestas para el funeral.
Pese a la tristeza del momento, me dio gusto volver a ver a mis viejos amigos. Ahí estaba el “conejo” Martínez y su incipiente calvicie, el “forro” Ahumada, el “papiche” Tapia y el resto del curso. Todos tristes y con alguna anécdota que contar de los años que ya no volverán.
Esa tarde, no solo despedíamos a nuestro profesor, le decíamos adiós a una parte importante de nuestras vidas.
Todos quienes estábamos reunidos le debían algo al profe. Gracias a él conocimos el camino difícil, aprendimos que las grandes utopías sólo se logran rompiendo paradigmas.
Nos habló de cambios y revoluciones, descubrimos a Violeta y Víctor Jara. Conocimos de sus labios al “che” Guevara, en los tiempos en que hablar de él significaba una condena de muerte.
Ahora un ataúd nos hace chocar contra la realidad. Con el hecho de saber que los héroes no son para siempre y que la vida es mezquina con los mejores.
Lo enterramos en silencio, de la misma forma en la que hace muchos años escuchábamos atentos sus lecciones. Nadie quería creer que su muerte quedaría impune. Esto no podía terminar así.
Debíamos honrarlo, y al unísono, todos tomamos su bandera de lucha para continuar su legado. Su muerte hizo levantar más voces que exigían justicia.
No sólo éramos hombres pidiendo castigo para los asesinos. Por un momento volvimos a ser los jóvenes de antaño, que le rendían su último homenaje a un maestro caído.
¿Dónde están los niños? ¿Dónde están esos pequeños que jugaban tan seguros dentro de las paredes del colegio? Eso era algo que nos preguntábamos en cada marcha, mientras pedíamos castigo para los culpables de la muerte de nuestro maestro. Los niños que alguna vez fuimos habían muerto al igual que el profe; pero las luchas y convicciones siguen ahí en pie, haciendo inmortales los ideales…
El profe Campos habría estado orgulloso de nosotros.
Comentarios (19):
Nick Brooks
28/10/2014 a las 16:44
¡Este fue uno de los relatos que recibí!
Y déjame decirte que me gustó mucho 🙂
Me parece que ya eres veterano en esto del taller, ¿verdad?
¡Ha sido un honor recibir tu texto la primera vez que participo en el taller!
José Torma
28/10/2014 a las 17:12
Me paso solo para reiterarte lo que te habia comentado. Veo con gusto que adoptaste alguno de los cambios que te sugeri. La historia muy buena.
Felicidades.
Ana
28/10/2014 a las 21:29
Hola Pato,
Qué relato tan entrañable y trágico a la vez. Hay profesores así, que dejan una huella imborrable en sus alumnos, que les enseñan actitudes que marcarán sus vidas. Esos son los profes de verdad.
Muy bonito.
Un saludo,
Ana
Diego Manresa Bilbao
28/10/2014 a las 23:56
Excelente Pato!!!!
Transmite una humanidad tremenda, y da la sensacion de que estas ahi, que el profe Campos nos ha dado clase a todos, y estamos en una triste reunion de viejos amigos… Muy buen relato como siempre!!!
Nos leemos
lunaclara
29/10/2014 a las 11:20
Felicidades, Pato!!
Eres un maestro de la escritura.
Miranda
29/10/2014 a las 16:11
Ya sabes que el relato me gusto, me parece un precioso homenaje a una persona luchadora y con grandes valores, capaz de dejar una marca en aquellos que lo escuchan. Me encanta la frase “las grandes utopías sólo se logran rompiendo paradigmas”. (Creo que al grupo de Wassap nos puede definir)
Me ha gustado el ritmo, has usado muy bien la mezcla de dialogo y frases largas y el contenido es facil de entender y compartir, eso ya sabes porque lo digo
Un guiño. Voy a seguir con los relatos
Roger/NHICAP
29/10/2014 a las 17:31
Hola Pato,
Te digo lo mismo que a José Torma: me has sorprendiido gratamente con este relato tan distinto a lo que nos tenías acostumbrado. Enhorabuena por el excelente texto, una preciosa semblanza del profesor Campos, ejemplo de los profesores que han dejado una huella indeleble en un rincón de nuestra alma, al demostrarnos la coherencia de sus pensamientos, y palabras, con sus actos. Es decir, lo esencial de las personas que vale la pena conocer.
Lo has escrito tan bien que parece autobiográfico. Buena elección al narrar en primera persona, del singular y plural.
Un abrazo
Me ha gustado mucho.
Un abrazo
Sergio Mesa
29/10/2014 a las 19:08
wenas Pato,
coincido con los demás en lo agradable que es encontrar un relato que toque la lucha social, más si lo hace con el cariño que le pones. estupendo.
sólo un apunte, me hubiera gustado que el profesor Campos no fuera tan “perfecto”, alguien tan absolutamente comprometido y tan absolutamente querido puede parecer artificial. pero puede ser cosa mía 😉
un abrazo, nos leemos!
Sergio Mesa / forvetor
http://miesquinadelring.com/
Fernando Sanz Félez
29/10/2014 a las 19:24
Hola, Pato.
Qué decir que no hayan dicho ya los compañeros. Es un hermoso canto a la enseñanza como transmisión de una forma de ver la vida y defenderse de ella. ME recordó una pancarta que vi en una manifestación de enseñanza: “Haciendo huelga también enseño a mis alumnos”. Pues eso. Que vivan los grandes maestros. Y ciertamente has conseguido transmitir ese mensaje. El de los grandes valores. El maestro humanista.
Dicho esto también he de decir que ese final épico que le das al relato lo montas sobre las ideas no sobre la literatura. Están en el funeral y de repente los levantas corajudos para afrontar al Estado, sin dudas, sin temores, sin miedos, como si no tuvieran vidas, como si no tuvieran otros intereses privados, vacilaciones, ideologías dispares… ninguno se ve arrastrado contra su voluntad por la inercia y el empuje de los demás… en fin… no sé si me he explicado.
Un saludo.
Muy hermoso el relato.
(Mi abuelo fue maestro represaliado de la II República española. Dio clases de repaso en su casa durante treinta años y hoy el colegio de su pueblo tiene su nombre: Julio Sanz Jimeno. Del maestro impuesto por el franquismo, el maestro oficial, nadie se acuerda)
David Rubio
30/10/2014 a las 00:59
El texto me llevó a “El club de los poetas muertos” Ese profesor que enseña los valores a esos críos, algo más importante que las asignaturas.
Está muy bien escrito y llevado, si bien, coincido con Sergio, se asemeja más a un panegírico que a un relato donde se pueda identificar el conflicto de forma clara, y eso le resta profundidad al relato.
Un placer leerte de nuevo, Pato.
kirby Durden
30/10/2014 a las 02:36
Me gusto mucho tu relato, me hizo acordar a una gran frase de Bertolt Brecht, “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles.” Si escuchaste Silvio Rodriguez seguro la conoces de la canción “sueño con Serpientes”.
Una cosita mas, me llamo la atención el “guaton” jaja es un termino chileno no? tiene que serlo, digo.. ya que citaste al gran víctor jara y a la trágica Violeta Parra.
Saludos desde Córdoba Argentina!!
kirby Durden
30/10/2014 a las 02:38
Y pasate por el mio! es el numero 43 creo..
Pato Menudencio
30/10/2014 a las 02:48
Gracias a todos por sus comentarios.
Tomaré en cuenta todas y cada una de sus sugerencias.
Prepararé una versión más larga del relato.
Saludos.
marisa cuñat
30/10/2014 a las 15:11
Me siento muy identificada con el contenido del relato.La figura del profesor transmisor está conseguida.Su sacrificio ,su muerte responde muy bien a la difícil situación de la enseñanza. AUnque es
Una lástima que haya de llegar a ese punto para ser reconocido es real,se suele recordar a los profesores raritos o chiflados pero no a los auténticos profesionales.
Aurora Losa
31/10/2014 a las 14:14
Hola, Pato.
Me encantan los reencuentros (el nuestro, me refiero) y tú describes uno con el corazón en la mano. Es una oda en prosa a todos aquellos maestros que nos hicieron lo que somos ahora, sea con cosas tan crudas como el profesor Campos, o con aspectos más simples de la vida.
Sólo te diré que me chirriaron un par de cositas:
— ¿Pudo escapar?—, repetía el profe mientras su vida se le escapaba de entre los dedos (escapar y escapaba en la misma frase, saca del texto y hace que pierda intensidad)
Todos tristes y con alguna anécdota que contar de los años que ya no volverán. (yo habría usado “volverían”, pero sólo es una opinión)
Por lo demás, me ha encantado la presentación de los compañeros de clase, con familiaridad, a mi me han recordado a mi propia infancia, aunque no hubiera un “conejo” ni un “forro”, pero son cosas que forman parte de esas edades a nivel universal.
Sé que te gusta hacer textos comprometidos socialmente y este no podía ser menos. Alabo tu forma de presentarnos y sumergirnos en estos dramas que, por desgracia, a día de hoy todavía tienen vigencia.
Enhorabuena.
Maureen
02/11/2014 a las 18:33
Qué bonito homenaje a una grandísima persona. Ojalá todo el mundo luchara por lo que es justo.
Enhorabuena.
Emmeline Punkhurst
02/11/2014 a las 18:41
Has hecho justicia a esos héroes anónimos que cada día dan la vida por que los chavales aprendan a tener sentido crítico y a no darlo todo por hecho. Muy emotivo, Pato.
Wolfdux
05/11/2014 a las 10:27
¡Fabuloso!
Marazul
07/11/2014 a las 10:53
Precioso tu relato Pato. Qué bonito homenaje. Me has llegado al corazón.
Un saludo y mi felicitación. Marazul