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El patio se quedĂł vacĂ­o - por Eva

¿Dónde están los niños cuando a las diez de la mañana suena la sirena, se abren las puertas de las aulas y el patio les espera para jugar? ¿Por qué los columpios chirrían herrumbrosos al compás de la brisa? ¿Por qué la S estilosa del tobogán ha perdido su atractivo? ¿Por qué la arena se ha endurecido hasta convertise en cemento? ¿Por qué el banco no los acoge para que se sienten y se coman su bocadillo? ¿Qué ha pasado con esos niños?

Los niños decidieron no salir al patio nunca más. Permanecieron sentados en sus pupitres. Querían quedarse en clase. No es que no quisieran moverse y desperezar los brazos y las piernas. En la clase de gimnasia todos iban con entusiasmo a la derecha, a la izquierda, arriba, abajo. Pero al patio no querían ir. Querían aprender más. Querían que la maestra les diera cartulinas que recortar, que les contara cuentos y que con voz queda les recordara que era la media hora de relax. No querían salir sin ella al patio. No querían libertad. Porque con su libre albedrío algunos se sentaban en la arena y buscaban lombrices, o miraban cómo crecen las plantas, o arrancaban los pétalos de las margaritas, si, no, si, no, me quiere o no me quiere. Porque con la independencia ellos se subían al columpio y entre balanceos se comenzaban a preguntar por qué el sol era amarillo, o naranja, o rojo, o por qué quemaba, o por qué llovía, o por qué esa niña tenía el pelo como una oveja, o ese niño tenía un color de piel raro, o por qué si corremos yo soy más rápido y te gano, o si te empujo tu te caes y te haces daño y a mí me da la risa, o por qué quiero esos cromos que tienes en la mano y que te ha comprado tu abuela, o por qué me gusta gritarte y que llores, pegarte y que te retuerzas de humillación, apuntarte y que tiembles de miedo, dispararte y que mueras y enterrarte para hacerte desaparecer de la faz de la tierra.

Los niños lo sabían. Estaban destinados a morir en una sociedad sin esperanza. Y sin esperanza no había futuro. Por eso se plantaron. Para qué iban a ir al patio si siempre ganaban unos, los más fuertes, los más rápidos, los más despiadados, y otros, los más débiles, los más lentos, los más compasivos, eran los que perdían.

Por eso no salieron ese día ni ningún otro. Querían aprender qué montaña era la más alta, por qué el mamut había precedido al elefante, por qué giraba nuestro planeta alrededor del sol, qué números son primos y capicúas. Querían aprender que mezclando el amarillo y el azul se consigue el verde y que la literatura atesoraba la belleza del pensamiento humano. Querían aprender lo que el mundo, después de tantos años girando, había hecho de bien y la Historia les hacía ver que la Historia había que cambiarla. Esto no lo iban a aprender en el patio.

Y el patio se quedó vacío. Nunca más se volvió a llenar.

Comentarios (3):

Wolfdux

28/10/2014 a las 12:19

Un relato directo que da que pensar, dices mucho en tan poco. Enhorabuena.

Eva

28/10/2014 a las 17:10

Wolfdux! Hola de nuevo. Muchas gracias por pasarte por mi relato.

Me gustaría agradecer el trabajo de mis tres comentaristas. Sus reflexiones han sido detalladas y me están dando mucho que pensar para mejorar el relato. En particular, agradezco su labor meticulosa a la persona que me aconsejó sobre ciertos aspectos para mejorar la corrección ortográfica del texto. Vuestro comentario general sobre dar más visibilidad al narrador y convertirlo en un personaje de carne y hueso me parece muy apropiado y voy a pensar en ello.
Lo dicho, muchas gracias por vuestro esfuerzo!

Aurora Losa

03/11/2014 a las 12:19

Brutal, Eva. No sé si me parece tierno o demoledor, has jugado con ambas vertientes en una historia que encierra una crítica a la capacidad del ser humano para autodestruirse.
Enhorabuena.

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