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Ya no hay niños - por hupacal
Web: http://www.cinqcenteighty-three.blogspot.com
El pequeño patio del colegio estaba vacío. No sólo vacío en el sentido físico, vacío en todos los sentidos. No había niños, no había juguetes, no había sonrisas, no había lágrimas, ni bromas ni risas, ni enfados ni gritos. Simplemente no había nada. Nada, salvo los viejos columpios. Viejas glorias de los recreos infantiles. Testigos del inexorable paso del tiempo, del crecimiento de los niños. Cada curso, nuevos niños llegan, se emocionan jugando con ellos, en ellos, bajo ellos y alrededor de ellos. Y cada curso, niños con los que disfrutado durante años les abandonaban. Crecían. Maduraban. Dejaban de interesarse por los columpios. Se interesaban por chicas, chicos, amores y desamores. Era algo natural. Los columpios estaban acostumbrados. Todo el verano esperaban ansiosos la vuelta al colegio. Después del maravilloso rejuvenecimiento que sufrían en verano, engrasándolos, pintándolos y poniéndolos a punto, llegaba el momento de volver a oír el alboroto de los pequeños a su alrededor, de conocer nuevos niños y disfrutar de un último año con los mayores. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, nada es lo mismo.
Ya no los vuelven a pintar ni a engrasar. El óxido empieza a hacer de las suyas. Un cáncer que se extiende por las estructuras de metal hasta que no queda nada. Pronto empezarán las quejas de los padres: “Los columpios oxidados son peligrosos”, “hay que quitarlos antes de que pase algo”. No es la primera vez que los columpios oían algo así. Desde que los instalaron hace casi dos décadas, frases similares han sido el presagio de cambios importantes en este patio. Primero fueron los árboles. “Se va a caer algún niño, es peligroso”. “Los niños se tropiezan con las raíces”. “Lo mejor sería quitarlos”. Poco después de la primera queja de este estilo, los árboles desaparecieron. Ya no había bichos, no había árboles ni flores, ni pájaros que cantasen junto al grito de los niños. “Alguien se va a hacer daño con estas piedras”. “A mi hijo le tiraron una”. “Algún día se pelearán con ellas”. “Hay que quitarlas”. Lo mismo que pasó con los árboles, pasó con las piedras. Un nuevo suelo de hormigón apareció prácticamente de un día para otro. “Este suelo es un peligro”. “Si se caen desde los columpios se pueden hacer daño”. “Mi hijo casi se rompió la nariz cuando se tropezó y se dio contra el suelo”. De la misma repentina manera en que el suelo de hormigón apareció, desapareció para dar lugar a un nuevo suelo de caucho. Pronto sería el turno de desaparecer de los columpios.
No es que los columpios no se lo esperasen. Se habían hecho a la idea de su futuro. Desde hacía tiempo nadie jugaban con ellos. Sólo había que comparar el trasiego de niños de antaño con la estática de los recreos de ahora.
Bueno, quizás el pequeño patio del colegio no estaba vacío en el sentido físico. Pero sí vacío en el resto de sentidos. No había niños, no había juguetes, no había sonrisas, no había lágrimas, ni bromas ni risas, ni enfados ni gritos. ¿Dónde están los niños? Técnicamente, están en el patio, pero en realidad ya no existen. Todo empezó talando los árboles. Siguió al quitar las piedras. A continuación se instaló un suelo de caucho. Y acabó por no existir nuestro concepto de niño. Reír y llorar sin inhibición. Jugar con piedras y palos. Disfrutar de nuestra inagotable imaginación. Correr arriba y abajo. Intentar tocar el cielo al columpiarse. Acelerar y hacer tapón en el tobogán. Atrapar a tu amigo en lo alto del sube y baja. Saltar desde lo alto de las plataformas de metal.
Ahora los columpios chirrían de dolor, son consumidos por el óxido mientras que los niños juegan con sus móviles. Ya no les hace falta hablar en voz alta. No necesitan imaginación. Ni gritar a pleno pulmón para buscar a sus amigos. Ya no sale de su boca una carcajada que ilumina hasta el más oscuro rincón. Ya no se ensucian. Ya no se raspan las rodillas. Ya no existe el dolor asociado a la diversión.
El pequeño patio del colegio está vacío. Vacío en todos los sentidos. Ya no hay niños, no hay juguetes, no hay sonrisas, no hay lágrimas, ni bromas ni risas, ni enfados ni gritos.
Ya no hay columpios. Ya no hay niños.
Comentarios (13):
Nymeria
28/10/2014 a las 14:08
Un relato precioso y conmovedor, muy original la idea de poner los columpios como protagonistas. ¡Felicidades!
José Torma
28/10/2014 a las 23:41
Envejecer y dejar de ser util. Que fuerte. Darle voz a los columpios fue una jugada maestra. Muy tierno y nostalgico, me deja con un regusto agridulce de lo que fue y ya no sera.
Felicidades.
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-19/1910
Si te da tiempo te espero por mi relato.
Saludos
V de Valdés
29/10/2014 a las 09:42
Aquí estoy leyendo tu precioso relato!
Me ha gustado mucho, tiene mucho sentimiento, es poético y tiene una estructura perfecta. Quizá la única pega, en mi opinión, es que al intentar conseguir ese ritmo en el poema repites varias veces el mismo sustantivo o el mismo verbo, y seguro que encuentras algún sinónimo que haga al texto y todavía más rico y bello.
Enhorabuena por tu trabajo, dado el trasfondo que tiene yo me plantearía enviarlo a algún sitio 😉
Maureen
29/10/2014 a las 10:00
Me encanta. Muchas veces yo también he sentido como si los niños de ahora ya no pudieran hacer muchas de las cosas que hacíamos nosotros de pequeños… vale, hay cosas que es mejor que ya no hagan, como pelearse a pedradas, jajaja, pero es que se ven muchos padres que no dejan ni que sus hijos se manchen y me resulta algo triste.
El punto de vista de los columpios me ha resultado muy original. Parecen más vivos que los propios niños.
Me descuadran un poco los cambios de tiempo: algunas frases las escribes en presente y otras en pasado, sobre todo en los dos primeros párrafos. Por el tipo de historia, tan nostálgica de tiempos pasados, creo que podría quedar muy bien si escribieras todo el texto en presente.
Muy buen relato, enhorabuena. Y gracias por leerme, me hace mucha ilusión que a la gente le gusten mis historias. ¿Te he comentado tus relatos anteriores? Si no es así, voy a ver si lo remedio 🙂
Ana
29/10/2014 a las 15:47
Tierno y triste a la vez. Muy original la idea de contar la historia desde el punto de vista de los columpios. Es verdad que ha cambiado la forma de vivir la infancia, y no para bien…
Me ha pasado lo que a Maureen con los cambios de pasado a presente pero, salvo eso, me ha gustado mucho.
Miranda
29/10/2014 a las 17:41
Que cierto es todo lo que cuentas. Un testimonio claro de los cambios con un muy original enfoque desde el sentimiento de los columpios. Que nostalgia de los tiempos pasadas. Me ha gustado mucho tu historia.
Como Mauren, no recuerdo si te he comentado anteriormente, lo remediaré leyendote en el futuro.
Saludos.
Nos leemos.
Chiripa
29/10/2014 a las 18:24
¡Hola hupacal!
Excelente descripción de la “evolución”, del paso del tiempo, donde el plástico y la goma sustituyen a la madera y los metales
Me resultó original que nos brindes el punto de vista de los columpios!
!Enhorabuena!
Te invito a visitar y comentar “El Grito” (#111) @
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-19/1969
Saludos
Yiye
29/10/2014 a las 20:38
Muy bonito y muy cierto. No sé si estaré metiéndome demasiado en el mundo de Pixar, pero los columpios me recuerdan a los juguetes de Toy Story y la actitud sobreprotectora de los padres a Buscando a Nemo. Pero sobre todo, me recuerda a la realidad; a como yo mismo viví el paso de los balones a las consolas portátiles, y a como en los últimos años han sido los móviles quienes han desbancado a estas.
Sobre como está escrito no encuentro ninguna pega salvo quizás, que a mi parecer no era necesaria la repetición del “No había niños, no había juguetes…” y el resumen de nuevo de como quitaron os arboles, piedras y suelo en el 4º párrafo. No porque quede mal, para nada, sino porque creo que queda demasiado cerca de la repetición del final, que es la realmente necesaria.
En cualquier caso, muy bueno. Enhorabuena.
Angel Gabriel.
01/11/2014 a las 04:44
Muy bonito, nostálgico y conmovedor relato, sin sustos ni sobresaltos, sin intriga, pero donde si existe un conflicto, de que pasará con los columpios, que se plantean como los personajes de la historia, visto en otra filosofía muy duro porque eso pasa en muchas regiones con los ancianos, y todos llevamos ese camino, plantea además una sociedad muy moderna en donde los niños ya no juegan entre si, sino solo con la tablet o el celular, una sociedad más tecnológica y menos humana. La historia bien lograda, los personajes estan claros y les das voz y centimiento lo cual es genial, hay ritmo en la construcción de las fraces, en la sintesis cuando se refiere a su final si me quede un tanto perdido, sin entender del todo que paso con los columpios y los niños. !!!Felicitaciones una gran trabajo¡¡¡.
Si tienes tiempo lee y comenta mi trabajo, es el número 16 EL COLEGIO Y LAS MUÑECAS.
Luis A.R. Selgas
02/11/2014 a las 01:38
Hola hupacal, primero que nada quiero darte las gracias por tu comentario en mi relato Cadenas. Me has animado después de una temporada bastante desaparecido que he tenido. Si te ha gustado puedes pasarte por mi blog http://universosenblanco.wordpress.com/, donde tengo unos cuantos relatos más compartidos y a la espera de ser leídos.
Tu relato me ha gustado mucho, al comienzo me ha dado una sensación melancolica, un poco en la línea de toy story, pero poco a poco, más llegando al final, se convierte en algo diferente. Una crítica directa a la pérdida de la infancia. La tecnología robando la humanidad en aras de un mundo más… ¿conectado quizás? No sé.
En definitiva. El principio es de un relato pasable, simple y bonito, pero el final deja entrever que tienes grandes dotes.
Me gustaría leer más cosas tuyas. Si quieres ponte en contacto conmigo desde mi blog y me pasas más historias. Será un placer darte mi humilde opinión.
Álvarez Vainlla
03/11/2014 a las 08:02
Me gusta. Con un ritmo totalmente poético nos narras cosas tan cotidianas como el paso del tiempo y el cambio de una sociedad que se está volviendo cada vez más individualista, y claro, eso también afecta a los niños. En ocasiones nos obsesionamos tanto con la seguridad de nuestros hijos, que sin damos cuenta les robamos la infancia. Olvidamos que un niño para crecer tiene que caerse para aprender a levantarse.
Un saludo y enhorabuena por el relato.
Wolfdux
05/11/2014 a las 12:52
Hola Hupacal,
poco más añadiré a lo que han dicho ya nuestros compañeros. Un relato excelente, la melodía que desprende me a cautivado.
¡Nos leemos!
Aurora Losa
06/11/2014 a las 11:25
Sólo un apunte a un relato fantástico: revisa los tiempos verbales, a veces entorpecen la lectura.
Al margen de esto, me parece preciosa esa denuncia sobre la pérdida de la infancia y la sobreprotección de los padres. ¡Por amor de todos los dioses! Yo me he pelado las rodillas y no estoy muerta. Ya es hora de que dejen a los niños ser niños y a los columpios, columpios.