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Cuidado, adultos jugando - por Luciano S.

Web: http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/

Hay muchas cosas en la plaza Rivadavia: farolas de 1925, una gran fuente en mármol de carrara, inglesa, enmarcada por cuatro pilares pequeños. Está la catedral y en el extremo opuesto, la escuela 343. También se ven cosas que la gente no distingue, que nadie nota. Letras del abecedario, tierra, árboles y un pedazo bastante grande de cielo, cartelería, perros, palomas y hasta seres humanos. Decenas, no, centenas de micro-acontecimientos, acciones simultáneas. Una joven está sentada en un banco frente al Café Rodríguez, fumando un cigarrillo. Espera que suene el timbre del colegio. A su lado una mujer se abanica. Asfalto. Más seres humanos.
El lector comprobará que —salvo una ligera reflexión de carácter general— mi texto es apenas la enumeración de lo que uno percibe en cualquier espacio verde. Todavía no se ha introducido un conflicto, ni a los personajes principales. Es una pobre excusa de introducción a una narrativa. Lo que ocurre es que se hacía preciso describir lo que pasa cuando no pasa nada. Solo así puedo introducir a mis protagonistas.

Saluden a Florencia, de veintiocho años, y a Mariela, de treinta y cuatro. O no lo hagan. De todas maneras, ellas están sumergidas en su propia conversación.

— Te digo una cosa, no teníamos una ola semejante desde el 2009 —dice Mariela mientras agita su abanico. Tiene razón, el aire tiembla por el calor intenso—. No se puede estar ni a la sombra —agrega sacudiendo la cabeza.
— Ni hablar. ¡Y no sabés lo que me gasto en aire acondicionado! —comenta Florencia al tiempo que exhala una larga bocanada de humo—. Igual, hoy la plata no alcanza para nada.
— ¡Qué querés que te diga! Comprás dos pavadas y ya te gastaste cien pesos. En casa usamos ventilador de piso, si no no llegamos a fin de mes. Yo ya ni el diario leo. Son todas malas noticias. Hasta que no cambie el gobierno, esto no va a cambiar.
— Son todos una manga de mentirosos, y corruptos. El gobierno, la policía. La gente… la gente anda loca, loca. Te matan por dos pesos.
Frente a ellas, los niños juegan y gritan en el patio del colegio. Se lanzan por el tobogán o giran en la calesita.
— ¿Cuál es el tuyo? —pregunta Florencia.
— El rubiecito, que está con esa nena. Tiene cinco; es un amor, no sabés.
— ¡Esa es mi hija! Parece que ya se hicieron amigos —ríe Mariela—. A veces pienso en su inocencia y me da mucha envidia.
— ¿Te enteraste lo del colectivero? Dos tipos se le suben al bondi, como el chofer no los deja viajar sin pagar, le fracturan dos dedos de la mano. Después le sacan la plata de la billetera. Ochenta pesos.
— ¡Qué terrible! Hoy te fusilan a quemarropa aunque haya un menor presente. Se perdió el respeto por la vida humana. Me pongo a pensar en eso y me dan nauseas. Acá, así, no se puede vivir —Mariela se sobresalta de pronto—. ¿Y los niños? ¿Dónde están los niños?

A unos metros de distancia, detrás de unos arbustos, dos pequeños cuchichean.
— ¿La de allá es tu mamá? —pregunta Franco.
— Sí.
— Se la ve cansada.
— Siempre está cansada, y preocupada —dice Clara—. A veces me preocupa mucho. Por eso la saco afuera, así toma un poco de aire y se tranquiliza.
— Te recontra entiendo. Mamá nunca está contenta, y se queja. A veces tiene miedo, pero nunca lo muestra. Yo también la tengo que sacar a pasear cada tanto, para que no esté tan seria.
Clara muestra frustración en su rostro.
— Los adultos nunca entienden nada. Me canso de tener que explicarles todo. ¿No te pasa?
— ¡Me requeterecontra pasa! Son re inocentes, creen que saben todo, y en verdad no saben nada. Ojalá que no crezca nunca.
— Y ojalá que yo tampoco. ¿Me acompañás al sube y baja?
— ¡Ahí estaban!
Suena el timbre. Las madres se acercan a sus niños y los levantan a upa.
— ¿Vamos a casa, Fran? —le dice Florencia y luego mira a Mariela—. ¡Un gusto! Tal vez nos crucemos la próxima.
—Me hizo bien desenchufarme un poco —responde y mira a su hija—. ¡Ay, nena! ¡Estás toda llena de tierra! Vamos a casa así te pegás un baño.
A medida que las madres se dispersan con sus hijos, también lo hacemos nosotros.
A medida que las madres se dispersan, Franco y Clara piensan exactamente lo mismo: “Pobrecitos. Ojalá que yo nunca crezca.”

Comentarios (14):

José Torma

28/10/2014 a las 18:21

Maestro Luciano, se agradece que nos lleve de la mano por la historia que por cotidiana podria parecer banal pero no lo es. Si algo pudiera decir, es el dialogo de los niños. Mi madre la que les espera a las damas si a los 5 años ya tienen esa capacidad y articulacion para comunicarse.

Ya te lo comente alguna vez, es artilugio pero funciona jaja eso de dar explicaciones o advertencias solo hace que quieras leer mas jeje

Felicidades.

Aurora Losa

29/10/2014 a las 11:28

Qué chulo, Luciano. A mi me ha encantado, y la introducción es muy original (ha habido un momento en que he dicho: tiene que estar muy seguro de que le cabe en 750 palabras para gastarlas así) Y ¡vaya si ha cabido!
Muy bonita la reflexión de adultos y niños, un placer volver a leerte.

Luciano Sívori

29/10/2014 a las 12:22

¡Chicas, gracias por sus comentarios alentadores!
En unos días subo al blog el relato corregido con los comentarios de mis “críticos”. Mientras tanto, los invito a darse una vuelta por mi blog donde subí un nuevo microcuento (desafío de Adella, una de las chicas que participa en Literautas.com).
La idea era escribir un microrrelato de 5 líneas, que contuviera las palabras “alma”, “chico” y “empezó”. El resultado fue “El horno”, un relato con el que muchos nos podemos sentir identificados.

http://viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2014/10/el-horno-microrrelato.html

¡Saludos!

Diego Manresa Bilbao

29/10/2014 a las 15:06

Muy buen relato Luciano!!!!
Enorme la fgura del narrador, y la forma de hablar de los crios, un juego de espejos con la conversacion de las madres muy acertado!!!
Enhorabuena!!!!

Roger/NHICAP

29/10/2014 a las 20:05

Hola Luciano,
Un placer encontrarte por acá y de nuevo no defraudas.
Un excelente relato sobre la vida misma, llena de cosas banales que ocupan tiempo, y espacio, en nuestra vida. Pero los niños nos protegen con su lógica y despreocupada alegrìa.
Me ha gustado mucho, con un comienzo magistral.
Un abrazo

Luciano Sívori

29/10/2014 a las 20:38

Me sorprende enterarme que, aparentemente, algunos siguen mis relatos. ¡Mucha presión! Jaja. Gracias a todos por sus comentarios. Siempre trato de generar algún tipo de ruptura con la escena que nos toca y no ir a lo tradicional, a lo más convencional.

Miranda

30/10/2014 a las 17:42

Hola Luciano,
Cuando he empezado me ha pasado como a Aurora, es capaz de sacarse de la chistera 750 palabras sin una historia, pero luego si que habia una historia, entretenida y verosimil. Miedo da pensar, que piensan los niños de nosotros en estos tiempos con tanta información como tienen.
Felicitaciones.
Espero que puedas pasarte por mi relato
Te dejo el link
https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-19/1989
Saludos.

Denise

30/10/2014 a las 21:33

No tengo mucho más que agregar a lo que ya ha dicho el pueblo jaja, salvo que el diálogo de las madres es brillante, totalmente real. Muy bien manejado. Y la intro está buena, me gustó mucho el tono.

Sergio Mesa

31/10/2014 a las 18:38

muy grande sí señor,
felicidades por un relato sencillo, entrañable y muy complicando al mismo tiempo. me encanta la voz del narrador, un maestro, como dice el amigo José. por mi el relato podría haber acabado en el segundo párrafo e igualmente lo habría alabado 😉
un placer, nos leemos!
Sergio Mesa / forvetor
http://miesquinadelring.com/

Maureen

02/11/2014 a las 18:18

Qué bueno, Luciano. Me gusta mucho cómo empiezas la historia: efectivamente, no pasa nada después. O sí. En realidad se entrevén muchas cosas de la conversación banal de las dos madres.

La conversación de los niños me ha encantado, me ha resultado simpatiquísima. Y me encanta tu español, tan distinto del mío de España y tan sonoro.

Muy buena historia.

Emmeline Punkhurst

02/11/2014 a las 18:38

Hola Luciano:
A veces los adultos nos olvidamos que hemos sido niños y cómo veíamos el mundo a esa edad, y es una verdadera pena. Englobas todo esto en tu historia a la perfección. Me encanta ese doble punto de vista y el que describas diálogos aparentemente sin importancia, sin que decaiga el interés de la persona que lo lee.
¡Enhorabuena!

Julieta Blanco

03/11/2014 a las 19:45

Hola!
Me gustó tu relato, sobre todo, porque hace de lo cotidiano una historia que contar, ¡y una interesante!.
Los niños me parecieron demasiado maduros, pero se ve perfectamente lo que quisiste mostrar: cómo los niños ven a los adultos complicarlo todo.
El comienzo es bastante original.
Voy a decirte algo: comenzando por la plaza Rivadavia, luego el “bondi”, los comentarios sobre el gobierno y la conocida charla de que “la plata no alcanza”, “la gente anda loca”, me sonó muy argentino.
(=
Te invito a pasar por mi texto, es el 108.
Saludos!

Luciano Sívori

04/11/2014 a las 20:39

@JulietaBlanco, tu comentario no solo es verídico, sino que además es cierto. No solo soy argentino; el cuento se sitúa en Bahía Blanca y en la (verdadera) plaza Rivadavia (aunque la modifiqué para que tenga una escuela cerca).
¡Me paso por tu cuento! (Y voy a tratar de leer todos los que comentaron el mío)

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