Todo ocurrió cuando el circo llegó.
Llegaron al pueblo los animales con sus carpas. Llegaron embaucadores, mentirosos y ladrones.
Buenas esperanzas, música y felicidad. Doncellas que cobran un beso, en el fondo son eso, nada más.
Todos acudieron cuando el circo llegó.
Payasos con rosas carmesí en la pechera que prometen amistad, domadores de pájaros de azul fantasía que endulzan tus oídos con palabras de justicia. Siempre acompañados de hormigas y piojos de todos los colores. ¡Cuidado, no los pises!
El espectáculo empezó cuando el circo llegó.
Las calles del pueblo se tiñeron con sus colores. Carteles del payaso, carteles del domador.
Todo se torció cuando el circo llegó.
A la derecha marcharon los que querían al domador. A la izquierda los adeptos al payaso. Y unos cuantos raros, sin saber donde colocarse, caminaban solos por las calles.
Todo el pueblo tembló cuando el circo llegó.
El último día, en la función final, el circo dio una actuación ejemplar. Los niños aplaudían, jugaban y reían…
Y la chispa estalló cuando el circo llegó.
Un abucheo desde una esquina. Un valiente, un inconsciente. Un corro se abrió ante él. Los ojos miraban, los dedos que señalaban. Y la primera piedra cayó.
Todo cambió cuando el circo llegó.
El payaso olvidó a sus queridos amigos, el domador marchó sin tan siquiera decir adiós. Marchó el circo dejando atrás un pueblo en ruinas.
Pero al circo no le importa, busca otro pueblo al que engañar. ¿Qué mejor que aprovecharse de las pasiones de la gente para ganarse el pan?
Todo ocurrió cuando el circo llegó.