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Bélek - por Expósito+18
Una leyenda había introducido a una ciudad en una espiral de obsesiones contra uno de sus habitantes. Tapiaban ventanales, colgaban crucifijos y ristras de ajos, e incluso cubrían los tejados con puñados de arroz o granos de mostaza. Decían que si un vampiro intentaba entrar, antes tendría que contarlos todos, permitiendo escapar a su víctima.
Los vampiros eran personajes que inventaban los padres para asustar a sus hijos, pero aquellos ciudadanos no dudaban de la existencia de tales criaturas.
Todo comenzó cuando el circo de Rusia hizo una parada a las afueras. El pueblo fue en masa a comprobar qué ofrecía bajo sus carpas de color. Aquel mundo les contagió su alegría y acogieron a los artistas con toda su hospitalidad, ocupándose de que no les faltase nada. De ese modo podrían seguir disfrutando de los saltos del trapecista, de los músculos del forzudo, de las llamas del traga-fuego o de las bestias del domador. Podrían seguir disfrutando de Bélek “El payaso”.
Era un hombrecillo que igualaba la altura de los infantes que le aplaudían. Su vestimenta combinaba con la gracia de sus chistes y se pintaba la cara con sonrisas de fiesta. Los niños le adoraban y a él le encantaban los niños. Después de cada actuación se divertían con juegos que ellos mismos diseñaban.
Pero la magia se perdió con las habladurías. Un individuo con una borrachera de las que no se olvidan, contempló como aquel hombrecillo perseguía a una de las niñas. Su cuello y rostro estaban manchados por el color de la sangre; el color de los labios de Bélek.
–¡Que viene el monstruo! –gritó, antes de que la atrapase.
Así dejó de ser el payaso que todos querían para ser una criatura a la que repudiar. Nadie le había visto bajo el sol, bebía sangre de niños y su figura era obra del Diablo. Dañaba la imagen del circo y, tras asestarle decenas de golpes, sus camaradas decidieron abandonarle a su suerte.
Bélek lo había perdido todo..
Los rumores decían que deambulaba por las noches sin hablar con nadie. Tan solo les miraba bajo su maquillaje, provocando el pánico de las gentes. Pidieron ayuda a las autoridades para echarle, pero no actuaron por falta de pruebas. Ni siquiera conocían la identidad de la niña que murió. Solo tenían la palabra de un hombre que bebía más que respiraba. Los ciudadanos tampoco se le imponían, aunque pudieran superarle en tamaño y fuerza, porque temían que ocultase algún poder en su interior.
Mientras, el hombrecillo no hacía nada. Únicamente habló con una mujer, ofreciéndose a pintarle la valla de su casa a cambio de algo que llevarse a la boca. Sin embargo, aquella señora defendió su hogar con valor y le ahuyentó con el fuego de una antorcha.
Él solo dejó de observar a los vecinos, especialmente a los niños que ahora le temían, para alimentarse de las ratas que deambulaban por las calles y que terminaron por enfermarle. Algo raro en un ser con el don de la inmortalidad. Sin embargo, la oscuridad de su leyenda creció hasta incluso después de desaparecer. Cada vez que llegaba alguna desgracia, le atribuían tal destino a la ira de su fantasma. Aún en nuestros días, los pobladores de esas tierras siguen hablando del payaso-vampiro. Sin embargo, nadie llegó a saber la verdad hasta ahora.
Nunca encontraron el cadáver de la niña porque nunca hubo cadáver. El testigo había bebido tanto que no se dio cuenta de que el mordisco fue en realidad un beso que manchó a la niña con pintura. Ni siquiera ella sabía que era la víctima de quien todos hablaban. Ella solo jugaba con su amigo el payaso, huyendo de “El monstruo de los besos”. Era un personaje que los niños se habían inventado para que su amigo lo interpretarse. Tenía que perseguirles entre gruñidos para besarles, mientras ellos lo intentaban evitar. Cuando les atrapaba, se echaba sobre sus cuerpos y forcejeaban. Lo que empezaba con gritos, termina en un estallido de risas.
Todo había sido un juego de niños porque Bélek pensaba como un niño más. Era un niño con tantas enfermedades que ni siquiera podía recibir los rayos del sol sin quemarse. Solo tenía el circo y los juegos, y se los arrebataron. Sin circo, sin juegos, sin honor y sin vida. Los rumores llevaron al abismo a un hombre inocente.
Comentarios (8):
Expósito
28/05/2014 a las 08:23
Una de las personas que comentó mi relato me pidió que dijese cual había sido mi inspiración para escribirlo. En realidad se trata de una fusión que intenta reinterpretar una leyenda de Argentina conocida como “Bélek, el Vampiro del Bajo Flores” y una noticia del año pasado conocida como “El payaso de Northampton”.
Pato Menudencio
28/05/2014 a las 13:05
Muy fuerte el relato. Está contado de una excelente forma.
Extrapolando un poco, me recuerda mucho a la psicosis colectiva que existe en mi país en contra de los profesores a los que se les injuria, diciendo que abusan de sus alumnos. Y muchos de ellos pierden su trabajo por culpa de las mentiras.
Saludos.
Denise
28/05/2014 a las 19:10
Atroz, pero muy bueno.
hupacal
28/05/2014 a las 21:23
Me ha gustado PERO la forma de explicar el final me parece poco dramática o sorprendente. Hecho de alguna otra forma habría dado más sorpresa o me habría impresionado más. Sin embargo, ¡no digo que esté mal escrito!¡Al contrario!
Además, creo que la historia es muy buena.
Ana Vera
29/05/2014 a las 16:37
También podría interpretarse como una crítica contra esas leyendas como la de “El tío del saco” que se usan para asustar a los niños. Un relato que sin duda invita a la reflexión.
José Torma
29/05/2014 a las 23:27
Hola Exposito. Llego tarde pero sin sueño.
Tu manera de contar el relato es muy melancolica, sin embargo se lee facilmente y aun dudando del verdadero ser de Belek.
No se porque pero al leer la gran mayoria de los textos de este mes, se me puso la cancion de Jarabe de Palo y si, Bonito, todo me parece bonito.
Muchas felicidades.
Aurora Losa
30/05/2014 a las 09:34
Impresionante, muy bien narrada esta historia tan triste y tan extrapolable a otros ámbitos, lugares y épocas, esa manía humana de crear histeria y colgar “sanbenitos” de forma gratuita, destruyendo la vida de otros con la excusa burda de evitar que sean ellos los que destruyan las nuestras.
Me dejas el alma indignada con las gentes de ese pueblo que abandonaron a un ser inocente, tan inocente como sus “víctimas”.
Enhorabuena.
Aina Pons Triay
01/06/2014 a las 12:26
Una historia triste y muy bien contada que nos lleva a la reflexión. Juzgamos sin conocer, creemos a cualquiera que diga algo malo de alguien sin pensar en el contexto que pudo llevarle a esa situación.
Coincido con que el final podría contarse de forma más dramática para que llegara aun más, pero es un muy buen relato.
Enhorabuena.