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Sobreviví al mes de abril - por Emyl Bohin

Web: http://emylbohin.wordpress.com/

Aquel abril sería el mes en el que conocería a Clint Eastwood, un actor de segunda, famoso sobre todo en su casa a la hora de cenar. La compañía había quebrado y Arturo estaba en la ruina con las únicas pertenencias de unas lonas llenas de agujeros.

–En Almería –me dijo– están rodando películas de vaqueros, necesitan gente como nosotros, que sepan montar a caballo y acrobacias.

Sabíamos montar a caballo, acrobacias, descargar camiones, recoger olivas y servir cañas y calamares en las mejores terrazas de la capital.

En diciembre se había incorporado al circo una trapecista. Llegó con una maleta atada con cuerdas y remiendos en las ropas. Cuando encontraba un hueco, se iba a la cabina de teléfono más cercana. Mañana, tarde y noche. Hasta que un día dejó de llamar. Sus ojos brillaban siempre, a veces por la humedad de las lágrimas y a veces de felicidad.

Aquellos ojos me habían enamorado. Y ahora estaba a punto de perderla.

–Arturo, este tren no se acaba nunca. Creo que la locomotora ya está en Almería.

La estación de Atocha estaba a rebosar, gente que iba y que venía. Nuestro tren, el expreso de Andalucía, parecía no tener fin.

No podía quitar la imagen de Felcia de mi cabeza. ¿Dónde estaría ahora?

–¿Vas para Almería? –su voz me recorrió la espalda como una caricia–. No te vas a librar de mí, me gusta que me lances cuchillos.

Arturo no me había comentado nada, pero había comprado tres billetes.

–¡Vamos! –dijo Arturo– que todavía tenemos que encontrar el vagón.

El catorce, aún me acuerdo, asientos cinco, seis y siete. Tenían aquellos trenes un pasillo por el que se accedía a compartimentos de cuatro bancos para ocho personas, balda para dejar los equipajes, un regulador de calefacción que no funcionaba y fotos de ciudades cubiertas por restos de cristales.

Aunque estábamos solos, ocupamos nuestros sitios. Ya habría tiempo para cambiarse. En esto, un hombre de piel de asfalto agachó la cabeza para poder entrar.

–Perdone señorita, pero está sentada en mi asiento.

–No, no creo –respondió Felcia y me miró como diciendo échame una mano.

–No puede ser –intervine– vamos los tres juntos.

Y dirigiéndome a ella le pedí que me dejara el billete. Entrecerré los ojos y lo observé con detenimiento.

–Está bien, es este tren, este coche y este asiento –dije mirando a los ojos al recién llegado, mientras esperaba impresionar a mi chica.

–Bueno, no importa. Hay más asientos, me sentaré junto a la ventana.

El silencio fue total, hasta el bullicio del andén se amortiguó. Tras la brusquedad del arranque el tren fue cogiendo el ritmo del traqueteo.

–Os va a gustar Algeciras –rompió el silencio el nuevo.

–¿Algeciras? Nosotros vamos a Almería –respondí.

–Yo no sé a donde van ustedes, pero ese asiento –dijo señalando a Felcia– va a Algeciras.

Debo reconocer que se portó bien, pudo haberse callado y reírse de tres pardillos al final del viaje. Al parecer ya le había ocurrido con anterioridad. El expreso partía de Madrid en un único convoy y al llegar a Córdoba se dividía. Los vagones estaban duplicados y con la misma numeración. Le pedimos disculpas y sin decir palabra cruzamos todo el tren cargados con nuestras maletas de cartón.

Sentí que mi cara ardía. Me senté despacio. No sabía ni qué decir, temía haber impresionado a Felcia, a mi pesar. Nos miramos sin pestañear y, no recuerdo quien empezó pero caímos en una carcajada que resonó por todo el vagón.

Fueron muchas las horas de viaje. Por mi mente desfilaron, como en una cabalgata, todas las imágenes de mi vida con ella. La complicidad en la venta de boletos para los sorteos, la primera vez que me cogió la mano, su sonrisa cuando Arturo le pidió que fuera mi compañera en el número del lanzador de cuchillos.

La noche fue apagando el paisaje de la ventanilla. Compartimos bocadillos y el vino comprado a granel acurrucó a Felcia en mi hombro. Al apagar la luz, el azul del piloto de emergencia creó el ambiente para darle el beso. Pero…

Nos incorporamos al rodaje y allí estaba él. Dos metros de americano y sin pronunciar palabra. Era el único que hablaba inglés y era lo único que hablaba. Era una peli hecha con pocos medios. Costó apenas un puñado de dólares. Felcia chapurreaba inglés, fue su salvación. Se convirtió en su sombra. Y se fue de mi vida, como se fue aquel mes de abril.

Comentarios (28):

Aurora Losa

27/05/2014 a las 15:26

Bueno, Emyl, me has descolocado con la primera frase ¿Clint Eastwood un actor de segunda? Luego me di cuenta de mi error, pero como gancho te ha quedado genial, y usarlo como apertura y cierre de esta historia de amor frustrado… muy hábil, sí señor.
Ahora tu pobre protagonista me da mucha penita, más después del episodio del primer vagón. Pero es la vida, y me ha gustado mucho cómo has contado el comienzo, intermedio y fin de su relación con Felcia, si es que llegó a existir, y cómo has usado un escenario inesperado con esos Spaguetti Western que forman parte de la historia cinéfila de este país.
Me ha encantado, me has hecho reir.
Enhorabuena.
PD, a lo mejor revisando las comas, alguna frase cobraría más sentido.

lunaclara

27/05/2014 a las 15:32

Hola Emyl! Pues vaya con la Felcia!
Me ha gustado mucho leer tu relato en primera persona. El personaje escribe con nostalgia, se nota que aún la quiere.
Se lee en un plis-plas y las descripciones lo enriquecen un montón.
Ha sido un placer leerlo. Casi estaba montada en ese tren.
Felicidades!!

NHICAP

27/05/2014 a las 18:40

Buen homenaje al Spaghetti Western con las referencias a Clint Eastwood y la película que lo lanzó a la fama, Por un puñado de dólares, rodada en Almería.
Bien narrada en primera persona, esta historia del sueño amoroso del protagonista. ¡No te perdono que le hayas impedido besar a Felcia! (porque los sueños son una parte de la realidad de cada uno), el chaval se lo merecía y sería un poco más feliz.
Felicidades y, como siempre, un placer el leerte.
Un abrazo

Aina Pons Triay

27/05/2014 a las 18:46

¡Hola Emyl! Como he dicho en el hilo principal, yo fui una de tus comentaristas. El relato me gustó mucho. Algunos de los detalles que te comenté son el hecho de que la escena del tren ocupe gran parte del desarrollo, dejando un final que me pareció muy rápido (me hubiera gustado algo más de “chicha” en esa parte). No obstante, es un muy buen relato. Enhorabuena.

forvetor

27/05/2014 a las 20:57

juas, buen relato compañero. de esos que tienen un poco de todo; chispa, mensaje, memoria, homenaje, buenas imágenes y una sonrisa casi constante.
a destacar, como dice Aurora, el arranque que ya crea interés y para mi sobretodo (que esas cosas me gustan) el tono del narrador. la complicidad con el lector añade profundidad a una historia tan íntima como esta.
y además, es el segundo texto (y ya llevo unos cuantos) que encuentro sin calificativos! bravo!
un saludo compañero, nos leemos!

forvetor

27/05/2014 a las 20:58

juas, buen relato compañero. de esos que tienen un poco de todo; chispa, mensaje, memoria, homenaje, buenas imágenes y una sonrisa casi constante.
a destacar, como dice Aurora, el arranque que ya crea interés y para mi sobretodo (que esas cosas me gustan) el tono del narrador. la complicidad con el lector añade profundidad a una historia tan íntima como esta.
y además, es el segundo texto (y ya llevo unos cuantos) que encuentro sin calificativos! bravo!
un saludo compañero, nos leemos!
Sergio Mesa / forvetor
http://miesquinadelring.com/

Chiripa

28/05/2014 a las 00:29

Emyl, comienzo por agradecer tu comentarios mi relato y convertir la lectura de Edmondo De Amicis en mi meta de verano.
Efectivamente, en el DRAE no está incluida a palabra guaya y ese es un error del que me di cuenta después de haber mandado el relato a Literautas. Guaya es un vocablo muy local de donde vivo, es un alambre.
Aldo, Lunaclara y tu sois unos amanecidos, jajajaja. Os habeis adelantado al comentario que suelo publicar al comienzo de los comentarios, para aclarar algunas cosillas que no entran en las 750 palabras. Y como sé que no volverás por mi reato porque hemos de leer muchos más,
te copio lo siguiente:
… lo que narré en Y SUCEDIÓ LO QUE SIEMPRE TEMEMOS está basado en una historia de la vida real. Tan real, que yo también he sentido dolor por los bajos. Lo que habéis leído en este relato es un “resumen resumido”(valga la redundancia) de una bella historia de aventuras y amor que vivió un tío directo de un gran amigo. Con base en esas aventuras escribí hace unos años un cuento que titulé con el nombre del tío. Y, como estaba corta de horas (por las múltiples responsabilidades que he asumido estos meses) adapté la historia real a los requerimientos del taller y logré el recorte a costa de otros detalles deliciosos del pueblito, de sus gentes y, como ven, cambié el final feliz.

En un nuevo comentario te daré mis comentarios. Slds y felices y productivas vacaciones!

Chiripa

28/05/2014 a las 00:53

Emyl tu historia es original y narrada de manera tan ágil (con buena longitud de párrafos y la incorporación de numerosos diálogos) que puede leerse de un tirón.
Excelente recurso el de incorporar a Clint al inicio y al final del relato, ya que te engancha de una manera irresistible.
Pienso que has hecho una gran labor describiendo sin utilizar adjetivos. A mi hasta se me olvidó ese reto.
Enhorabuena, Emil !!

fernando sanz

28/05/2014 a las 13:47

Hola, Emyl.
He de decir que el recurso al nombre de Clint Eastwood, a diferencia de mis compañeros comentaristas, no me ha gustado. No me ha enganchado, me ha resultado completamente ajeno. En cambio, sí me ha enganchado, y mucho, la frase “Sabíamos montar a caballo, acrobacias, descargar camiones, recoger olivas y servir cañas y calamares…” Me ha transmitido pobreza, marginalidad, temporeros jornaleros, buscavidas, aventuras. Después me ha gustado mucho la trampa que nos tiendes y en la que caemos: la desaparición de Felcia (¿Felicia?) Y ya, metidos en la aventura de estos perdedores, la elegancia con la que tratas el episodio del tren y la disolución de una relación imposible. Maravilloso por su sencillez, por su humanidad.
Enhorabuena.

Vicente Pacheco Gallego

28/05/2014 a las 14:15

Hola Emyl. La verdad es que a mi me ha descolocado mucho la referencia a Clit Eastwood hasta que lo he situado y ya he podido comenzar a disfrutar del relato que has escrito.

Me ha parecio muy bueno, muy bien desarrollado y llevado, con una elegancia sin par para desgranar esa historia de casi amor, digo casi por qué parece que se desarrolla más en la mente de él que en la realidad de ella.

Enhorabuena por tan buen trabajo.

P.D. Muchas gracias por pasar por mi relato y apuntarme algunas cosas para mejorar.

Marazul

28/05/2014 a las 22:39

Yo te daría el Oscar al mejor guión , a la mejor actriz, al mejor actor, a la mejor ambientación……siguiendo en ese contexto de cine y como un homenaje a ese gran actor-director que es Clint Eastwood.
Felicidades…!!! un excelente relato

Wolfdux

29/05/2014 a las 09:44

Felicidades por tu relato.

¡Nos leemos!

Brillo De Luna

29/05/2014 a las 15:26

¡Simplemente hermoso!

Pato Menudencio

29/05/2014 a las 19:57

Al leer las primeras líneas preparé una apología a Clint Eastwood y un análisis a la escena de “El bueno, el malo y el feo” en la que están los tres en el duelo. Pero luego de terminar el relato entendí a que se refería el personaje.
Me dio un poco de pena que el protagonista no pudiera salir de la “Friendzone” ni siquiera una vez.
Un buen relato.
Saludos.

Emyl Bohin

29/05/2014 a las 20:29

Lo he ido dejando, lo he ido dejando y ahora a ver cómo contesto a todos sin ser pesado.

Muchas gracias a todas y a todos. Es un placer que estéis ahí. Gracias por vuestro tiempo y por los comentarios.

Ya está.

A este relato creo que le falta una referencia temporal. Se supone (o no) que es en el momento actual cuando el protagonista relata aquellos acontecimientos. La peli es del 64, por lo qué han pasado 50 años y el protagonista tiene que ser mayor, no como Clint que pasado mañana cumple 84 y está hecho un chaval. Teniendo esto en cuenta esta historia hay que leerla en voz alta poniendo voz de anciano.

Cont.

José Torma

29/05/2014 a las 21:14

Hay historias tan bien contadas que parece que estas viendo una pelicula. Claramente fui testigo de toda la accion.

My bueno, felicidades.

Eva

29/05/2014 a las 21:44

Hola!

La frase “Sabíamos montar a caballo, acrobacias, descargar camiones, recoger olivas y servir cañas y calamares en las mejores terrazas de la capital” es una maravilla que me ha enganchado para el resto del relato. Otra buena frase: “este tren no se acaba nunca. Creo que la locomotora ya está en Almería” 🙂

La historia tiene chispa y nostalgia, una hermosa mezcla. Creo que citar a Clint al principio ha sido un buen recurso. Bien hecho

Emyl Bohin

29/05/2014 a las 22:24

Felcia es un nombre polaco, yo no lo conocía pero necesitaba uno para bautizar a mi trapecista, porque es sabido la fama que tienen las trapecistas polacas, sobre todo para encapricharse de un forzudo.

Por cierto Fernando Sanz, pásate por el relato número 28 juegos malabares, creo que te va a gustar. Y los demás también (menos Aurora).

Ana Vera

30/05/2014 a las 09:00

Bueno, querido (¿o querida?), qué puedo decirte que no te hayan dicho ya… ¡¡delicious!! yo empecé a leer todos los relatos de abajo arriba por aquello de que los últimos serán los primeros y creo que hoy termino.
Me alegra mucho que nuestro narrador haya sobrevivido al mes de abril (de todos es sabido que “Abril es el mes más cruel”), espero que tenga ganas de contarnos más cosas porque tiene un tono realmente divertido, un poco canalla, de ese canallismo que van dando los años para reponernos de las nostalgias. Me he reído muchísimo con tu relato. Además, yo he viajado en ese tren muchas veces y es tal y como lo cuentas.
Me ha gustado mucho cómo has intercalado el momento en el que se sube al tren con los recuerdos de Felcia. En fin, un placer leerte. Te vigilo.

David Rubio

30/05/2014 a las 18:43

¿Quién puede competir con Clint? je, je,je
Buen relato Emyl, muy ordenado y con buen ritmo. Quizás el individuo del tren tiene demasiado peso en la historia, llegando a olvidarnos un poco del bueno de Clint. Pero es una apreciación personal.
Saludos

Carlos Dauro

01/06/2014 a las 08:34

Enhorabuena, me ha encantado. Lo de Clint lo interpreté que era cuando empezaba, no me enturbió el relato para nada. Ironías de un texto que nos presenta un buscavidas perfectamente descrito en la frase ya repetida en los comentarios: “Sabíamos montar a caballo, acrobacias, descargar camiones, recoger olivas y servir cañas y calamares en las mejores terrazas de la capital.”

Escarlata

01/06/2014 a las 12:46

¡Hola Emyl!
Me ha gustado mucho la historia de este personaje en la que expresa su amor prohibido. Emociones llenas de sentimientos encontrados, con pinceladas de dolor.
Ah, por cierto, ese final de:” Y se fue de mi vida, como se fue aquel mes de abril”, es lo que más me ha emocionado.
Te invito a leer mi relato. Saludos y enhorabuena 😉

Emyl Bohin

02/06/2014 a las 05:50

Habrá que ir pensando en cambiar mi foto del FB y del WP, al parecer en esta, en la que se me ve dentro de un cráneo de un antepasado de Atapuerca, no se distinguen mis varoniles rasgos.
Lo cierto, Ana Vera, es que soy más de Joaquín S. que de Thomas S.
Gracias a todos por vuestro tiempo y por los comentarios.

Ana Vera

02/06/2014 a las 21:42

Pues entonces que la bese, que “al deseo los frenos le sientan fatal”.

Adella Brac

03/06/2014 a las 12:02

Me has hecho conectar emocionalmente con el narrador. ¡Enhorabuena!
Un saludo 🙂

Luis del Moral Martínez

08/06/2014 a las 16:17

Me ha encantado la forma en la que el protagonista narraba tu historia. Además, saliendo Clint Eastwood, nada puede ser fuera de lo normal. Será una pena cuando no esté, pero podremos recordarlo gracias a toda su obra, y desde hoy, a tu relato.

Tienes una forma muy buena para narrar la historia e ir desgranándola poco a poco. Has controlado el ritmo de maravilla. Pero, al contrario que algunos comentarios, me parece muy bien que no hubiera besado a la chica. Era realmente lo que tu deseabas, pero a veces los personajes no cumplen sus metas y saber hacer eso, por mucho que duela, dice mucho de ti y tu forma de escribir. ¡Enhorabuena!

Si tienes un rato pásate por mi relato, el número 22, y me dices qué te parece.

Un saludo.

Ra

16/06/2014 a las 10:33

Hola,
Aunque voy un poco tarde ahí va mi opinión, (espero que te ayude)
Descataría de manera sobresaliente, como ya te han dicho, la construcción de algunas frases. Con pocas palabras das muchos detalles. Tu manera de narrar nos mete en la historia sin darnos cuenta.
La alusión a Clint está muy bien llevada.
Si bien, yo me he perdido un poco con tanto escenario: primero la llamada, la trapecista, el tren, cambio de asientos…
Pero en general, está genial. Muy bueno.
Un abrazo.

juanjohigadillo

10/07/2014 a las 08:36

Un relato sencillo pero muy entretenido, como deberían ser otros muchos: entretenidos.

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