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Ni carne ni pescado - por Félix Calvo

NI CARNE NI PESCADO

Las nubes amenazaban lluvia, la tarde se hacía pesada, con bochorno, como una losa sobre las sienes, la multitud se desesperaba ante la expectativa de asistir a un concierto al aire libre bajo un aguacero, la aglomeración ayudaba a la desgana, la lluvia podría ser un alivio o una catástrofe.
Los porteros mantenían la misma pose, parecían una imagen repetida, no movían un musculo, como estatuas. Se abrieron las puertas, el gentío avanzó, rebasó los accesos y fue ocupando el recinto del evento, buscando la ubicación más adecuada a sus intenciones, esperando con impaciencia el inicio del concierto, llego la noche y la música comenzó a sonar, los asistentes coreaban las canciones saltaban y bailaban al son de las notas que los músicos del escenario sacaban a sus instrumentos, era el zenit de la gran noche, no estar allí era no estar con la historia, le habían dado la máxima importancia al hecho de asistir, como un acontecimiento único, que, paradoja de la vida, se repetía cada día en una ciudad distinta, y lógicamente solo era único en cada localidad…cuestión de puntos de vista.
Al día siguiente todos los comentarios convergían sobre el mismo tema, el concierto, el gran concierto, el concierto del siglo, bla, bla, bla, ¡que rutina!, ¡que falta de personalidad!, que manera más tonta de perder el tiempo, ¿por qué no ponían el mismo énfasis cuando venia una compañía teatral o pasaba una caravana ciclista?… Cuanta pasión levantaba la música para hacer necesaria una asistencia tumultuosa a los conciertos y no a otros espectáculos, o como dicen ahora la música es lo más “chic”, y mientras se da la espalda a los temas que verdaderamente deberían interesar a la gran mayoría, otro termino actual, como el empleo, la vivienda, la educación o la sanidad. En cuanto se atrevía a sacar el tema a colación lo tachaban de snob, cursi, demagogo y otros mil “piropos”, a cada cual más pintoresco e hiriente, pero él no perdía oportunidad de alardear de humanismo y sensibilidad ciudadana, las prioridades de la sociedad estaban, a su juicio, alteradas y había que reorganizarlas para dar a cada cual su lugar en el organigrama de la convivencia vecinal.
No tenía nada contra la música, muy al contrario, le gustaba en grado sumo, pero estaba convencido de que había asuntos de mayor trascendencia, y debía de procurar que sus contertulios lo viesen claro, y actuasen en consecuencia. Para él, el futuro no tenía otro presente, afianzar la convivencia entre las diversas clases sociales y aunar los preceptos de un comportamiento solidario. Con este planteamiento se granjeaba el desaire de todos, los conservadores por un lado y los progresistas por otro, criticaban su discurso, unos, los primeros lo veían como una amenaza y otros, los segundos, como un eslabón perdido de la lucha de clases, pero él seguía empecinado en su postura, pacifica, pausada y preparatoria para una justicia social a gusto de todos.
Acudía indistintamente a reuniones de uno y otro signo, y en todas ellas “metía la cuchara”, con sus intervenciones soliviantaba a los más puristas de cada bando, que terminaban expulsándolo del lugar con cajas destempladas, sin remisión salía escopeteado de todas partes, lo menos parecido a su predicamento. Con él la tolerancia era cero, le llovían los palos de todas partes. El, que se había creído el fiel de la balanza, no era más que el motivo de la discordia, siempre contra él, todos contra él, por su insistencia en meterse en todos los charcos del camino, de ser la estrella de la pista central del gran circo, había pasado ser la diana de todos los tiros, del beso de la miss, al desprecio más generalizado, no encontraba el motivo a tanto desdén, estaba tan seguro de encontrarse en posesión de la verdad absoluta y sin embargo…¿Qué fallaba?, era la sociedad hermética a los cambios la errada, o era la enemiga del continuismo la equivocada. El abogaba por lo mejor de unos y de otros, para conseguir avanzar con armonía y decisión, sin palos en las ruedas, ni peleas sangrientas, y solo conseguía que ambos bandos se pusieran de acuerdo en el mismo calificativo, pero él no era el Centro, era la conjunción de ambos sentimientos, claro que a lo peor, de esa manera no tenía la menor gracia programar el porvenir.

Félix Calvo

Comentarios (3):

Ana Vera

30/05/2014 a las 15:17

¡¡¡jajajajajajaja!!!

Si es que es un intenso… “cuchusté” qué berrinche se pilla porque la gente se va de concierto!!

José Torma

09/06/2014 a las 18:18

Que tal Felix.

Me gustaria sugerirte que espaciaras los parrafos de tu relato para que des oportunidad de respirar. Encontre una sensacon claustrofobica mientras te leia y de verdad batalle para engancharme.

Al final no encontre la palabra circo, pero admiro los ideales del protagonista que a raja tabla y sin cortapizas, dice su verdad sin importarle las consecuencias.

Saludos

Luis del Moral Martínez

15/06/2014 a las 17:35

Un relato interesante, Félix.

Intenta, como dice José, separar los párrafos en oraciones. Esto hará que la lectura sea mucho más fluida. La mejor forma de aprender esto es leer a todo tipo de autor (y de cualquier género). La verdad es que, como escritor, te digo que es más fácil aprender con ejemplos que repasando una y otra vez reglas de puntuación, pues es más sencillo ver los diversos ejemplos prácticos que cualquier novela pone a nuestro alcance.

En cualquier caso, ha sido una historia intensa e interesante.

Si tienes tiempo, pásate cuando puedas por mi relato. Es el número 22 del taller.

Mucho ánimo y ¡nos seguimos leyendo!

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