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Cierra los ojos - por Sebas Cano+18
En la plantación de caña de azúcar del señor Coward, pocos entran y nadie sale, ni siquiera en una caja de pino. El linaje del dueño es enterrado en el cementerio de la parte este; los demás, en la fosa común de la parte oeste.
Un hombre menudo, atiborrado de pieles de numerosas especies, tiene encomendada la tarea de supervisar la nueva remesa de instrumental.
—Muy buenos y gélidos días, negros. Acabáis de ser comprados por el señor Coward para trabajar en esta plantación. Soy el Segundo Capataz Brown. Os dirigiréis a mí como "señor" y yo me dirigiré a vosotros como me dé la gana. El hombre que está a mi derecha es el Primer Capataz Weak. Os dirigiréis a él como "amo" y él se dirigirá a vosotros con el látigo. Maldita sea negros, estáis para el arrastre. Mira qué brazos. No os daría un beso ni una panda de zoofílicos. En fin. Si tenéis algo que añadir, el buzón de sugerencias lo tengo aquí colgado.
Los despojos de libertad, desnudos y encadenados, ardiendo de miedo y sumisión, se mantienen cabizbajos a la espera de nuevas órdenes. Excepto la pequeña Betsi, que alza la mirada y se fija en aquel Segundo Capataz que nada tiene que envidiarle a la caída del día. Tan negro como su futuro. Tan negro como ella.
La pequeña Betsi sujeta en su mano la llave de la libertad. Dos alambres, viejos, oxidados y arrugados con los que, sin duda, será capaz de abrir el candado que se aferra a sus pies. Pero el Primer Capataz Weak lleva veinte años en el circo de la compra y venta de escoria humana. Camina erguido y posa delante de ella. Se fija en el puño derecho, cerrado con firmeza, que la delata. Ni siquiera le hace falta pronunciar palabra. Ella, toda temblorosa, no soporta su mirada inquisitiva y enseguida abre su mano y le ofrece su contenido.
Tal ofensa merece tal castigo. La pequeña Betsi es atada a un poste, rasgadas sus ropas, prendido su espíritu. El primer latigazo le arranca la piel de su espalda, su grito rompe el silencio de la lejanía. El segundo latigazo se hunde en su carne; ya no grita la pequeña Betsi, ya solo llora. El tercer latigazo le hace perder el conocimiento. Los restantes 112 azotes los recibe sumida en un profundo sueño.
Juró vengarse. Afortunadamente para ella, al Primer Capataz Weak le gustaba violar a todas las esclavas que alguna vez pasaban bajo su mando. Ella sabía que su turno era simple cuestión de tiempo. La oportunidad llegó a oscuras, en el nicho mugriento donde dormía. La pequeña Betsi sacó un minúsculo punzón que mantenía oculto en el interior de su vagina rasgando, con un rápido movimiento, la carótida del Primer Capataz. Una fuente inundó la estancia y, en un intento de huida, resbaló con el gel rojo, siendo apresada por los demás subalternos del señor Coward, alertados por un aullido presagio de muerte. Un registro exhaustivo reveló, como única pertenencia, un trozo doblado de papel añejo, ínfimo, tan etéreo que a duras penas lograba contener sus últimos pensamientos.
“Tú. Si tú, quien lee estas líneas. No te atrevas a juzgarme. Ni siquiera intentes comprenderme. Sé que voy a morir sin remedio y no puedo evitar pensar, no en lo que dejo, sino en lo que me falta por descubrir. Me hubiera gustado ser, aunque sea, un pie de página en el corazón de alguien”.
En la plantación de caña de azúcar del señor Coward, pocos entran y nadie sale. Excepto la pequeña Betsi, que fue enterrada viva en una caja de pino, lejos, en un lugar tan recóndito que ni siquiera viajeros casuales osarían poner un pie.
Comentarios (11):
Aurora Losa
27/05/2014 a las 18:54
Vaya, Sebas, me has encogido el alma con tu relato. Desgracia que pueda haber sido real. Lo has plasmado de maravilla, nada de vaselinas ni finales felices, nada de redención, realidad pura y dura sentenciada desde la primera línea que es igual (casi) a la última, preciosa la forma de abrir y cerrar con la “misma” frase añadiendo la excepción porque termina de dar sentido a la estructura del texto.
La descripción del castigo es conmovedora, terrible pero sutil, y eso es un arte, el de encontrar el equilibrio para que no todo sean vísceras sangrantes o edulcorantes que pasan de puntillas sobre momentos tan indignantes de la historia humana.
Mi más sincera enhorabuena.
(Disfruta del Gwynedd ;P)
José Torma
27/05/2014 a las 22:56
Un relato de una crudeza extrema que desafortunadamente se queda corto con la terrible realidad de la esclavitud que aun en estas epocas sigue azotando a la humanidad.
Un relato desgarrador, contado sin dar ninguna concesion.
Muchas felicidades.
Wolfdux
28/05/2014 a las 15:56
Un relato desgarrador, crudo que como bien apunta Aurora pudo ser real. Has sabido llevar al lector hasta el final muy bien, me ha gustado mucho tu estilo. Felicidades.
¡Nos leemos!
Denise
28/05/2014 a las 20:08
Tremendo cuento, muy bien narrado. Estoy de acuerdo con los comentarios anteriores.
Ana Vera
29/05/2014 a las 11:54
Muy duro. Cuesta trabajo sobreponerse para dejarte un comentario. Muy bien escrito, sin duda.
Luis del Moral Martínez
29/05/2014 a las 18:43
Buenas tardes Sebas.
Decirte, antes que nada, que me tocó revisar tu relato y me impactó desde la primera línea. Fue increíble, una pasada. Me encanta el estilo de escritura, la forma en la que creas a los personajes. Es brutal, impactante y me enganchó. Podría ser una idea genial para una historia mucho más densa.
Enhorabuena y sigue así. Pásate cuando puedas por mi relato, el número 22, y me dices qué te parece.
Un abrazo desde Córdoba.
Luis.
Pato Menudencio
29/05/2014 a las 19:27
Que fuerte el relato. Muy bien narrado.
La primera parte me recordó a una escena de “12 años de esclavitud” en la que los trabajadores se presentan a los esclavos.
Saludos.
forvetor
30/05/2014 a las 15:17
muy buen relato!
las dos primeras líneas son un acierto total, resultan un anzuelo perfecto y definen claramente el tono del texto. chapó.
no puedo encontrar faltas graves a tu relato y si tuviera que resaltar algo es el tercer párrafo, excelente. aunque el discurso, el castigo y el final también son un lujo.
felicidades Sebas!
un saludo compañero, nos leemos!
Sergio Mesa / forvetor
http://miesquinadelring.com/
Aina Pons Triay
02/06/2014 a las 06:32
Magnífico, Sebas. Has encontrado el punto justo entre la brutalidad y la sutileza para contar con crudeza y sin llegar al morbo una historia tan triste como real. Un relato muy bien escrito, precioso. Enhorabuena.
Silvyt
02/06/2014 a las 12:12
¡Increíble! Más que de acuerdo con Aurora y Aina, es que no puedo añadir nada más. Sobrecogida.
Un Saludo
PD: gracias por tu comentario en mi texto 😉
Adella Brac
03/06/2014 a las 12:38
Una historia dura muy bien contada.
Un saludo.