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Su viva imagen - por Diego Manresa Bilbao
Teníamos que ir al circo. Al maldito circo. Nunca me había gustado. Desde que tengo memoria he ODIADO, así, con mayúsculas, el maldito circo. Era un odio irracional, dado que no recordaba haber ido nunca. Pero un odio al fin y al cabo.
Aun así, me alegraba de haber ido esa tarde allí, sólo por el hecho de que ella me lo había pedido y porque le hacía ilusión a su sobrino Miguel, de provincias y de sólo 7 años. Tenía un vago recuerdo de las Navidades en las que venía a Madrid y me hacían ilusión las cosas de la gran ciudad. Además, ella llevaba unos días un poco rara, y es nuestro deber mantenerlas contentas.
Aun así, no me privé de expresarle mi disgusto, a lo que me respondió al sentarnos en nuestros asientos, con una enorme sonrisa, a pesar de lo pálida que estaba:
Anda, cállate y dame un beso…
Aquello lo desencadenó todo. Fue un recuerdo difuso al principio, pero que en cuestión de segundos se hizo nítido y transparente, como uno de esos cristales límpidos de algunas puertas en las que tienen que poner un círculo rojo para evitar que te estrelles contra ellas. PELIGRO. Acababa de recordar porque odiaba el circo. El maldito circo. Ella vio la cara que ponía cuando me dijo esa frase, esa maldita frase, y me preguntó que qué me pasaba. No pasaba nada. Todavía no estaba preparado para contarlo. Era un recuerdo que estaba saliendo del rincón más oscuro de mi memoria.
Hacía mucho tiempo, un chaval como Miguel, con sus mismos 7 años y la misma ilusión provinciana ante un circo en Madrid, había ido a ver a los payasos, trapecistas y demás con su abuela. Era su nieto favorito. No podía parar de agradecérselo y decirle lo mucho que le apetecía ir, y además, ir con ella. Estaba un poco pesado. De ahí que la abuela le acabara diciendo:
Anda, cállate y dame un beso…
Ahora que había salido a la luz, lo recordaba como si fuera ayer. El miedo. La angustia. La tristeza. Ahora entendía la cara que había puesto mi madre cuando le había dicho que íbamos al circo con Miguel. Ahora entendía todo. Y me asustaba. No podía ser casualidad. No podía haber dicho exactamente la misma frase. En el maldito circo. Y ella cada vez tenía peor cara…
Aquel chaval vivió con una alegría enorme aquella tarde, la última de su infancia. Rió como un loco con las ocurrencias de los payasos, lanzó suspiros de admiración con los trapecistas, miró embelesado a las distintas fieras que desfilaron. Tigres, leones que venían de cualquier lugar del planeta, incluso del zoo de Madrid. Hasta el momento, muy al final, en que su abuela se empezó a encontrar realmente mal, y pidió un médico con voz entrecortada, no le quedaba resuello ya… El resto fue silencio.
Mientras me preguntaba si mis recuerdos eran ciertos o no, miraba a ambos lados para escrutar a mis acompañantes. Y todo me resultaba familiar. Demasiado familiar. La risa de Miguel hacia estallar la ciudad con las paridas de los payasos. Los malditos payasos. Ella estaba lívida, de un color verdoso que no me hacía presagiar nada bueno. Sin embargo, me miraba y sonreía. Al menos hasta que se daba cuenta del sudor frio que me recorría el cuerpo y me veía tragar saliva. No podía ser casualidad.
Cuando llevábamos algo más de la mitad, al terminar la actuación que más aprensión me daba, los malditos trapecistas, ella soltó la frase que jamás querría haber oído:
Voy al baño amor, no me encuentro muy bien.
Aunque lo dijo con la mejor de sus sonrisas, la de mayor paz y felicidad que le había visto nunca, y me había dado un beso al irse, me asusté. Muchísimo. No podía ser casualidad. Me dieron ganas de atarle al asiento, impedirle que se fuera. No tenía nada claro que fuera a volver.
Y pese a que la vida te da sorpresas, en realidad era para asustarse.
Algo menos de nueve meses después, Miguel tuvo una primita. Y era la viva imagen de mi abuela…
Comentarios (11):
Miranda
27/05/2014 a las 14:09
Muy original el tema y muy bien escrito. Enhorabuena
Me ha enganchado y me ha sorprendido el giro que iba tomando la histori.
Sigue escribiendo lo haces muy bien
fernando sanz
27/05/2014 a las 18:56
Hola, Diego.
Me ha gustado el cuento. Quizás habría que corregir los tiempos verbales. “Nunca me había gustado. Desde que tengo memoria siempre he odiado…” Me suena mejor “Nunca me ha gustado. Desde que…” Mezclas opiniones del presente con recuerdos del pasado. Luego debes jugar con verbos en presente y pasado.
El juego de miedos, recuerdos infantiles y recuerdos adultos está muy conseguido. La resolución es muy efectiva.
Buen trabajo
Denise
28/05/2014 a las 15:12
Muy bueno el manejo de la tensión, la verdad que el protagonista logra transmitir la angustia de una manera muy efectiva, y el final es un alivio, ya estaba pensando “pobre tipo, ¡dos veces!” jajajajaja
Aurora Losa
28/05/2014 a las 18:34
Uff, por fin puedo respirar tranquila. Qué angustia, Diego.
Muy original tu elección para el relato, y además las dos palabras clave tienen un peso primordial, son la esencia de la historia.
Sólo hay una cosita que me “cojea” y es el final, me encanta que la hija del protagonista sea la viva imagen de la abuela, pero la frase final me parece cogida con alfileres, no sé si es que te has visto enjaulado en las 750 palabras y has tenido que resolver rápido, espero que puedas extenderlo para darle más sentido. Me gusta que ese sea el final, pero me falta algo en medio, no mucho, pero algo.
Por lo demás un texto muy bien estructurado y escrito, hasta los tacos están bien puestos, jeje.
Enhorabuena.
Adella Brac
30/05/2014 a las 07:48
Desde luego me ha sorprendido el final 🙂
¡Buen relato!
Un saludo.
Diego Manresa Bilbao
30/05/2014 a las 14:11
Hola,
Muchas gracias por los comentarios y sugerencias, en las que estoy bastante de acuerod, hay que seguir aprendiendo… Se me va a hacer muy largo el verano ahora que me he enganchado a escribir, seguire practicando estos 3 meses y la temporada que vien, MAS Y ESPERO QUE MEJOR!!!
Un saludo a todos
Ana Vera
30/05/2014 a las 23:24
Aquella fue la última tarde de su infancia y esta la última noche que va a dormir a pierna suelta. Qué bueno, me ha sorprendido mucho el final y me he reído mucho, me lo imaginaba tipo Woody Allen con sus paranoias mentales, muy gracioso, de verdad. Por cierto, ¿crees en la reencarnación?
Aina Pons Triay
01/06/2014 a las 13:14
¡Ay, que angustia! Gracias por darle un final feliz a la historia, sino el pobre hombre se nos va derecho al manicomio.
un muy buen relato, muy bien llevada la intriga. Me ha gustado mucho. Mi más sincera enhorabuena.
Diego Manresa Bilbao
02/06/2014 a las 17:26
Muchas Ana y Aina por vuestros comentarios y felicitaciones!
Ademas, me gusta que de lugar a interpretaciones tan distintas, que a Aina le de Angustia y a Ana le haga reir, eso es lo bueno de que lean lo que escribes, como no se puede leer las mentes da lugar a multiples interpretaciones… Muchas gracias., me anima mucho a seguir intentandolo!
Ana, la verdad es que soy bastante esceptico en el tema de la reencarnacion, queria darle como un final un poco circular a la historia, que hasta ese momento habia ido en paralelo… Joe que tecnico me he puesto 😉
Un saludo!!!!
Luis del Moral Martínez
08/06/2014 a las 18:13
Uff, que estrés jajaja. Creía que se moría, Diego.
Tensión hasta el final, como a mí me gusta :D. Un relato excelente, que encangha y muy bien narrado. ¡Enhorabuena!
Si puedes, pásate por mi relato, el número 22 del taller. A ver qué te parece.
Saludos!.
José Torma
09/06/2014 a las 16:46
Que tal Diego.
Un placer leerte. Fuera de los “yerros” o correcciones que ya te hicieron, quiero decirte que a mi me gusto mucho. La angustia de “saber” que iba a pasar. El giro final muy bueno aunque como te comenta Aurora se siente un poco raron. Creo que unas palabras diferentes lo hubiera mejorado y me atrevo a comentartelas….
“Algo menos de nueve meses después, Miguel tuvo una primita. Y era la viva imagen de mi abuela…”
yo la hubiera puesto
“Nueve meses después, Miguel tuvo una primita, viva imagen de mi abuela…”
Saludos y te reitero que me gusto mucho tu relato.
Felicidades.