Literautas - Tu escuela de escritura

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Se acabó el juego - por Ana

Amaneció un día radiante. Aún estaba a tiempo de marcharme. No terminaba de comprender por qué había ido. Había sido un impulso, una extraña necesitad de verlo con mis propios ojos, una especie de castigo autoimpuesto, que de pronto se me antojaba absurdo. Pero si había llegado hasta allí, tenía que llegar hasta el final.

Me vestí de un modo informal, salí del hotel y en menos de cinco minutos parecía uno más de tantos turistas que paseaban despreocupados sin más ambición que disfrutar de un día de verano en aquel pueblo medieval del lago de Garda.

Subí la calle que llevaba hasta el castillo. Era la principal atracción turística del pueblo y en cuando lo tuve delante comprendí por qué. Edificado sobre una gran lengua de tierra elevada que se adentraba en el lago, se alzaba imponente y soberbio sobre el pueblo.

Crucé la entrada y seguí un sendero pedregoso que subía hasta el antiguo torreón, que debía tener al menos 30 metros de altura. A la mitad del camino, unas escaleras empedradas se desviaban hacia un amplio mirador que ofrecía unas vistas espectaculares del lago y del Monte Baldo tras él. En el pequeño terraplén que separaba las escaleras del mirador propiamente dicho, había dispuestas varias filas de sillas de hierro forjado con cojines blancos mirando hacia el lago y, frente a ellas, una mesa cubierta por un mantel de lino blanco sobre el que reposaban dos centros de flores igualmente blancas. Frente a la mesa, dos sillas más, una junto a la otra. Estuve a punto de volver sobre mis pasos, pero me obligué a continuar hasta el torreón.

Tardé casi veinte minutos en llegar a lo alto del torreón y cuando lo hice, el murmullo que procedía del terraplén, que ahora estaba varios metros más abajo, atrajo toda mi atención. Desde donde me encontraba podía observar todo lo que ocurría sin ser visto. Los invitados iban llegando y en poco tiempo todas las sillas estuvieron ocupadas.

Pude distinguir a algunos de sus amigos, a los que había conocido de pasada cuando nos encontramos por casualidad en alguna tarde de fin de semana. Nunca quise ser parte de su círculo, nunca quise ponernos una etiqueta, nunca quise ir más allá de los encuentros esporádicos, por más que ella me lo pidiera. Sabía que estaba loca por mí. Me dejó mil veces, pero una llamada y un par de frases cariñosas me bastaban para hacerla volver a comer de mi mano. Era un juego que me gustaba. Sentía que tenía el control, el poder de doblegar su voluntad una y otra vez. No me gustaban sus lágrimas, pero no podía evitar hacerla llorar.

Hasta que un día dejó de cogerme el teléfono y de devolverme las llamadas. Me relajé porque sabía que era cuestión de tiempo que volviera a mí. Pero no lo hizo. Yo seguí jugando con otras, pero ninguna era como ella y pasados tres años me rendí a la evidencia de que la quería, de que siempre la había querido. Traté de ponerme en contacto con ella, de remover el poco amor por mí que pudiera quedarle en el corazón, pero fue inútil. Todo lo que obtuve de ella fue un mensaje duro y directo: "Por favor, deja de enviarme mensajes. No quiero nada contigo. Adiós."Habían pasado dos años desde que me envió aquel mensaje.

En el mirador se oyeron aplausos y silbidos de admiración que me sacaron de mis pensamientos. Entonces la vi y se me heló la sangre en las venas. Iba del brazo de su padre, con un sencillo vestido de tirantes en color crema, que se ajustaba a su cintura con suavidad y caía ligero desde sus caderas redondas y perfectas. El cabello recogido, con un par de mechones cayéndole sobre el rostro y en sus labios la sonrisa más radiante que había visto jamás y que le llegaba a los ojos negros y enormes, brillantes por la emoción. Yo nuna la hice sonreír así. Nunca le di motivos para mirarme como miraba al hombre que, tan emocionado como ella, la esperaba en el altar. Su padre la condujo hasta su sitio, la besó en la frente y la dejó junto al hombre cuyo lugar podría haber ocupado yo. Ambos se miraron compartiendo los mismos nervios casi infantiles y se prepararon para comenzar la ceremonia.

"Se acabó el juego", me dije, y comencé a descender por el torreón, decidido a no volver a buscarla jamás. Se lo debía.

Comentarios (14):

Vicente Pacheco Gallego

28/04/2014 a las 14:42

Lo primero que quiero es felicitarte por tu relato Ana. Me ha gustado mucho los detalles del lugar que has ido introduciendo poco a poco. Se notaba que uno podía estar allí contemplando la escena. Como se suele decir, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y eso es lo que sucede en esta historia.

Cada cual tiene que buscar su felicidad y dejar que otros la tengan, así que me parece la mejor decisión el no buscarla jamás.

Enhorabuena y sigue adelante.

Ana

28/04/2014 a las 15:03

Muchas gracias, Vicente!

Yo creo que el protagonista ya había sido bastante egoísta en el pasado y ya le tocaba dejar a la muchacha ser feliz 🙂

Wolfdux

28/04/2014 a las 19:08

Coincido con Vicente, vas introduciéndonos paulatinamente al lugar. La historia esta bien estructurada y su ritmo hacen que podamos introducirnos por completo en la trama.

Felicidades Ana.

Ana

29/04/2014 a las 10:13

Muchas gracias, Wolfdux!

Rosa

29/04/2014 a las 10:15

Ana, no puedo dejar de estar de acuerdo con los otros comentarios. Por más que le he buscado pegas lo único que encuentro es alguna repetición de palabras (“mensaje”), alguna expresión que no me acaba de gustar (“la sonrisa que llegaba hasta los ojos negros”)y alguna cosita de ortografía (los números se escriben con letras). Sí, soy detallista porque no le encuentro ningún fallo más. Tiene buen ritmo, usas las palabras adecuadas, sin pretensiones, explicas la historia tal cual es y te deja con aquella cosa dentro… Cada cual que cargue con las consecuencias de sus actos. Felicidades. Me gusta leerte.

Miranda

29/04/2014 a las 15:08

En cuanto al contenido es ua bonita historia, y totalmente creible.
Es muy fácil identificar a los personajes con historias que nos rodean. Bien escrito como te ha dicho Rosa.
En la forma nada que decir, si acaso, las tres primeras frases tan cortas, dan sensación de enumeración de datos, cuando aún no sabemos de que va la historia. Por lo demás, perfecto.
Felicidades
Saludos. Nos leemos.

Chiripa

29/04/2014 a las 16:49

Brillante, Ana!

Has hecho un excelente relato de una relación malsana con una bella resolución, en la que vence la salud sobre la enfermedad
Tu manera de escribir provocó leer el relato de un tirón, haciéndonos sentir felices por la chica y por su decisión de dejar al protagonista.
¡Enhorabuena, Ana!

Para la versión definitiva del relato quizas desees incorporar ena C en la palabra nuna ” …Yo nuna la hice sonreír así…”

Chiripa

29/04/2014 a las 16:51

Ana,
Agradecida por tu paso por BIPOLAR y tu comentario, te saludo

Adella Brac

01/05/2014 a las 17:35

Me ha gustado. La narración es fluida y me ha mantenido interesada hasta el final.
Un saludo 🙂

Marazul

01/05/2014 a las 18:38

Un relato precioso. Con mucha historia, bien escrito, sencillo y fácil de leer. Bonitas descripciones. Y un final feliz que me ha hecho sentir bien…..Un saludo Ana

Ana

02/05/2014 a las 11:33

Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios!

Estoy liadísima intentando leeros a todos antes de meterme con la nueva propuesta del taller.

Un beso!

Kangreja

04/05/2014 a las 01:55

Jajaja! empecé a leer la historia y sentía que ya la había leído, pero veía que no había comentado nada y me parecía raro, hasta que leyéndola de nuevo recordé que fue uno de los tres a comentar este mes! bien hecho! Toda una historia sobre las decisiones a lo largo de nuestras vidas. Nos leemos pronto.

Maureen

05/05/2014 a las 19:14

Me gusta lo fácilmente que te metes en la piel de un tío, que no es fácil, y además de un tío tan imbécil, que es aún más complicado. Me alegro de que la chica se quede con el que la quiere por lo que es y de que la cosa acabe mal para el protagonista. ¡Sí, me gusta la justicia!

Ana

06/05/2014 a las 14:46

Jajajajajajaja, Kangreja, qué cosas! Creo que también te toqué en suerte el mes pasado, pero no estoy segura.

Maureen, me costó decidirme a escribir desde el punto de Vista de un hombre, pero era algo que me apetecía intentar. Es raro, raro, raro, especialmente cuando el chico en cuestión es de esos que me caen fatal… pero fue muy interesante.

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