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Sueño de infancia - por OrianaB

Marcos no sabía dónde meter sus manos, tenía le frente perlada y en su estómago un regimiento de hormigas marchaban al ritmo de un angustioso compás. Patético. Si alguien le hubiese insinuado siquiera que a sus 32 años se vería en semejante tesitura se habría reído a pierna suelta; ahora no podía más que aceptarlo, estaba nervioso.

El sol se había escondido dando paso a una espectacular luna llena que iluminaba el jardín, otorgándole una atmósfera mística. Los grillos y los sapos junto con una ligera brisa estival ponían la música de fondo. Y, las flores de temporada cubrían el ambiente con un aroma fresco y dulzón.

El helicóptero teledirigido, estacionado en la entrada de la finca, esperaba, listo para acompañar a la dama hasta el jardín trasero. Allí, una hilera de luces ‒conformadas por una serie de juguetes luminosos‒ la guiarían hasta la entrada del castillo.

Había tenido que hacer uso de sus artes de negociante para conseguir semejante paraje. Los propietarios habían sido implacables y ni por todo el oro del mundo habían aceptado alquilar la estancia por más de quince miserables minutos. El coste había sido muy alto y había tenido que hacerlo efectivo mucho antes de la fecha señalada, los muy sinvergüenzas…

Un estruendoso ruido rompió la magia de la noche. Era el camión. Era ella.

Desde la entrada al castillo escuchó cómo el helicóptero se elevaba. Veintiocho segundos después la vio, justo detrás del aparato.

El helicóptero aterrizó y ella, con paso dubitativo, siguió el camino iluminado.

‒Hola ‒saludó él, acojonado, cuando la tuvo enfrente. Los ojos de Alejandra brillaban repletos de lágrimas.

‒Es… mi sueño… ‒logró decir, embelesada.

Marcos sonrió.

Tres meses atrás descubrió que con unas copitas de más Alex se convertía en toda una parlanchina. Así que, lejos de impedirle que bebiera la animó, incluso le rellenó el vaso sin que ella lo viera. De ahí sacó información valiosísima. Información que utilizó a su favor. Luchar y ganar, ese era su lema. Y de momento estaba ganando.

Abrió la puerta del castillo y la dejó entrar. La estancia era pequeña, seis metros cuadrados construidos en listones de madera que por dentro parecían una casa de jardín cualquiera pero por fuera… era el sueño de todo niño, un auténtico castillo donde jugar a los guerreros, a las princesas…

Alex estaba temblando cuando la puerta se cerró. Había pétalos rojos esparcidos por el suelo y, en una pequeña mesa, un par de velas iluminaban la estancia. Al ver el anillo entre las manos de Marcos, se puso a llorar. Era una alianza hilvanada con hierbas y una flor blanca en el centro, emulando un diamante.

‒Cariño… ‒Marcos estaba tanto o más nervioso que ella.

‒N-no… puedo… ‒lo cortó ella, sin dejar de llorar.

Marcos se quedó aturullado, viéndola como abría la puerta y se iba corriendo.

Fue tras ella, con la sensación de estar viviendo ese momento a cámara lenta.

«¿Lo he hecho mal…?» escuchó Marcos mientras corría. Era
Marquitos que asomaba la cabeza desde su escondite, detrás de un arbusto.

Sintió un pinchazo en el corazón, como si le hubieran clavado una espada, pero no se detuvo.

«¿No le ha gustado?» Esta vez fue la pequeña María la que preguntó asustada, oculta entre las sombras.

«Vamos niños, se acabó el juego» dijo la voz de su hermano desde algún lugar en el jardín.

Era una maldita pesadilla.

La alcanzó justo en el momento en el que Alex iba a subirse en su camión. La asió por el brazo y la abrazó a la fuerza, evitando que con su forcejeo pudiera soltarse y escapar.

‒Cariño… ‒le susurró al oído.

‒No puedo ‒volvió a repetir entre sollozos, con la cara escondida en el cuello de Marcos.

‒No importa… ‒la tranquilizó‒ olvídalo. Olvídalo todo.

Alex levantó la cabeza de golpe.

‒¡No! No puedo olvidarlo… ‒ «Voy a perderla» pensó desolado‒. Nunca nadie había hecho algo así por mí. Nadie.

Su vida había sido muy dura. Su madre la había abandonado y su padre se había muerto por sobredosis. Su abuelo la cuidaba como si fuera uno más de sus perros pero sin la parte del afecto y el cariño que sí recibían los animales.

‒Te quiero ‒fue todo lo que se le ocurrió decir en aquel momento a Marcos.

Alex lo abrazó como si fuera la cuerda que la mantenía sujeta ante el precipicio. Hasta que, por fin, lo aceptó; tenía que pasar página, olvidar los malos momentos, dejarse querer y corresponder ese amor.

‒Si quiero.

Comentarios (5):

Denise (ex Cibeles)

29/04/2014 a las 18:47

Es muy lindo y está bien narrado, lo que más me gustó fue la parte de las descrpciones. Lo que no me queda muy claro es de dónde salieron los niños.

José Torma

29/04/2014 a las 19:36

Exacto, los niños me distrajeron, pero poco cosa.

Que historia tan romantica (algo que a mi no se me da jeje). Aunque a mi muy avanzada edad ya di por hecho que no me casare, en mis fantasias juveniles siempre ideaba formas locas y “originales” en las que le propondria matrimonio a mi amada.

Mucho me ha gustado, lo vas tejiendo de una manera sutil, con dialogos que funcionan perfectamente. Un gran logro, felicidades.

lunaclara

30/04/2014 a las 12:22

Hola Oriana: ¡Qué bonita forma de describir esa escena! Me ha gustado mucho y me ha emocionado la forma tan original que tiene Marcos de dar ese paso súper importante y la forma que tiene Alex de no saber dejarse querer y emocionarse hasta el extremo.

Felicidades!

Emmeline Punkhurst

02/05/2014 a las 22:08

Hola Oriana:
Has hecho un relato muy bonito este mes. Lo único que quizás cambiaría sería la presencia de los niños, no para eliminarla sino para trabajarla ya que creo que ha quedado un poco confusa.
¡Felicidades!

Aina Pons Triay

04/05/2014 a las 14:02

Hola Oriana. Un relato muy bonito y bien narrado, con sentimiento y delicadeza. La parte de los niños he tenido que leerla dos veces, porque, como ya te han comentado, queda algo confusa. Pero me ha gustado. Mi enhorabuena.

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