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"Castillos en el aire" - por Luciano Sívori
Web: http://www.viajarleyendo451.blogspot.com.ar/
— ¿Por qué no me cuenta todo desde el principio?
— ¿Qué quiere que le diga, Hart? Hay intrusos en mi casa, en mi propia casa. Los veo a través de los espejos, los oigo, los percibo. ¿Me entiende?
A menudo, un velo de tristeza opacaba los resplandecientes ojos azules de Henry Dunn.
— Déjeme ver si le entiendo: ha permanecido años recluido en su propia fortaleza, en su… emm… castillo; y ahora me llama para denunciar que ha sido invadido por extraños.
Se trataba, según describiera Dunn, de una fortificación construida sobre una mota, de tres murallas en torno a un montículo central que servía de baluarte.
— Detective, no soy un demente. Sé lo que escucho. Aquí dentro he logrado evitar exitosamente los peligros del exterior. La soledad (me dije un día) es mi gran refugio. Me convertí en lombriz, en un trabajador subterráneo que debe moverse en la negrura.
Hart se acomodó en el asiento y tosió. Su mirada recorrió el espacio, observándolo todo. En su mente se preguntó qué improbable cadena de eventos desdichados había traído a Henry Dunn a tan espantoso lugar.
— Sr. Dunn —frunció el ceño—, ¿exactamente cómo cree que puedo ayudarlo?
— ¿Usted tiene arena en las orejas, muchacho? Le acabo de decir: quiero que se deshaga de los extraños. Es como en ese cuento del viejito, ¿sabe de qué le estoy hablando, no? Ese en el que a una pareja le ocupan la casa progresivamente y tienen que mudarse de habitaciones, hasta que los terminan echando.
Hart rió. La alusión le resultó adecuada. Decidió seguirle el juego.
— ¿Cuál es su tarea dentro del castillo?
— Uff… ¿por dónde comienzo? ¡Siempre hay tanto para hacer! Limpiar, ordenar, organizar. Camino por los pasillos, siempre solo, y mis pies se hunden en la mugre. El crepitar del fuego de la antorcha me impide ver con claridad los rincones desordenados, pero me las ingenio. El lugar me lo conozco de memoria, desde chiquito. Y aquí trabajo, como un gusano, sin prisa pero sin pausa. ¡Qué animal tan útil! ¿No lo cree? Removiendo la tierra, excavando largas galerías en el suelo gracias a la musculatura invertebrada de su cuerpo…
— ¿Cuándo empezó a sentir una presencia ajena? —quiso saber Hart.
— ¡Relájese, hombre! ¡Que yo ya iba a llegar a eso! —Henry Dunn se rascó la cabeza con brusquedad—. En fin, ¿qué le estaba diciendo? ¡Ah, claro! En ocasiones he sentido leves murmullos. A veces le eché la culpa al viento, otras a mi imaginación. Finalmente me convencí de la verdad: estaban invadiendo mi espacio. ¿Y sabe qué es lo que más me molesta?
— Dígamelo.
— Que ese alguien viene de afuera, donde está la peste, la enfermedad. ¡Más mugre! ¡Más mugre para que limpie el infeliz de Henry Dunn! ¿A usted le parece? —cerró sus ojos y puso las manos sobre su cabeza. La respiración se volvió agitada—. Allí afuera está la muerte, esperando impaciente.
Steven Hart cerró sus ojos, acongojado. “Se acabó el juego… aunque tiene esbozos de realidad, son trazos demasiado finos, difusos…”. Anotó una pequeña cruz en su agenda, miró hacia el espejo de su derecha y negó con la cabeza.
Detrás del espejo, un hombre de bata blanca hablaba a un pequeño grupo.
— Es un hecho lamentable. “Henry Dunn” ni siquiera es su verdadero nombre. El sujeto muestra un peculiar caso de desorden disociativo, impulsado por un trauma de la niñez —los observadores apuntaron aquello en su libreta—. Fue hallado por un grupo de muchachos en una vieja fortaleza en ruinas al norte del país. Su madre lo abandonó con tan solo siete años. Aprendió las habilidades básicas de supervivencia por su cuenta, y se alimentó principalmente de lombrices. Como pueden apreciar, hemos podido enseñarle las herramientas básicas de comunicación: puede hablar, leer y escribir. Incluso demostró una especial afinidad por la literatura de Cortázar. Pero en su cabeza nunca salió de aquel lugar.
Hart se levantó de la silla con un resoplido y salió de la habitación. Cuando se reencontró con el grupo acotó:
— Ocasionalmente detecta la realidad, pero no encuentra los medios para reconocerla.
Acurrucó las manos en sus bolsillos y miró, a través del vidrio, a su paciente. Dunn movió los ojos para todos lados. En su mente el camino se visualizó sombrío y el pasillo tenía un aspecto siniestro. Un torbellino de aire agitó el polvo y atravesó el corredor. Los susurros habían vuelto a comenzar. Miró hacia el espejo y la oscuridad lo cubrió todo.
Comentarios (10):
Miranda
28/04/2014 a las 17:29
Hola Luciano: Este mes me tocó comentar tu relato, como te dije me gustó y creo que retrataste muy bien al personaje, sigo con la duda de sí lo encontraron a los 7 años. Espero que la contestes
Saludos. Te seguiré leyendo
lunaclara
29/04/2014 a las 13:14
Hola: Tu relato es espectacular y lo describes todo tan bien que me he emocionado al descubrir la soledad demente de Dunn. Ese tipo de enajenaciones me llaman la atención. Y sabes cómo pillar al lector desde el principio y no soltarlo hasta el desenlace final, que es genial!!
Felicidades!!
Luciano Sivori
29/04/2014 a las 14:58
Chicas, ¡gracias por sus comentarios!
Me costó un montón llegar a una historia fuera de lo tradicional… sabía que la mayoría iba a ir por el lado de lo medieval o el ajedrez, o el castillo de arena en la playa, dadas las condiciones de la escena. Y necesitaba hacer algo diferente.
Subí el cuento al blog, por si quieren darse una vuelta y mirar los otros que he subido. De nuevo: ¡gracias!
http://viajarleyendo451.blogspot.com.ar/2014/04/castillos-en-el-aire-cuento.html
Aina Pons Triay
29/04/2014 a las 21:08
Hola Luciano. He de reconocer que me he despistado, me ha faltado información (sobre el personaje de Hart) y algunos detalles me han llevado por el camino erróneo. Pensaba que Henry Dunn no estaba realmente loco, pues cita “La Casa Tomada” de Cortazar y llama “detective” al que sería su “doctor”.
Me ha gustado igualmente y el final me ha sorprendido aun más, pues me ha pillado desprevenida.
Enhorabuena.
José Torma
29/04/2014 a las 23:54
Muy bien, por un momento pense que estaba ante una historia policiaca. Los dialogos funcionan muy bien y la historia es muy fluida.
Me ha gustado mucho amigo. Felicidades y ese giro que tanto nos gusta y buscamos todos, funciona de maravilla. Un gran personaje.
Adella Brac
01/05/2014 a las 16:49
Como ha dicho lunaclara, el relato engancha 🙂
Muy bueno.
Un saludo.
Marazul
01/05/2014 a las 18:05
Has optado por un tema difícil. La mente enferma y sus entresijos. Qué difícil de explicar y qué bien lo has descrito….!!!!! Muy bueno también el título. Saludos
Aurora Losa
02/05/2014 a las 11:50
Simplemente BRILLANTE. El tema, la redacción, los personajes, el hilo argumental, el giro por el que se descubre la verdadera historia del pobre hombre.
Te felicito por el vocabulario, por lo razonable del discurso del anciano y por esconder la verdad hasta el último segundo.
Te felicito en general por un ejercicio maravilloso, ya tenía tu nombre en la lista de “a seguir” pero es que no hace más que darme motivos para reafirmarme en ello.
Enhorabuena.
Luciano Sívori
02/05/2014 a las 16:38
¡Gracias a gente como ustedes me motivo a seguir escribiendo!
Un saludo grande a todos, y hasta la próxima escena…
Servio Flores
11/05/2014 a las 14:40
Que pedazo de relato! Mis mas sinceras muestras de admiracion. Lo siento bien documentado y con una narracion muy buena.
Felicidades.