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LA SOMBRA DEL VIEJO ACEBUCHE - por Aina Pons Triay

Web: http://ainaponstriay.wordpress.com

El viejo banco del parque le esperaba. Cuantas historias habría escuchado. Don Andrés llegó y se sentó en su sitio de siempre, el que tenía sombra toda la mañana, el que se mantenía fresco todo el verano, el más cercano al viejo acebuche que allí dormitaba.

Carla compartía la sombra de ese acebuche desde el otro lado, sentada en un banco más nuevo y más alejado, menos atractivo para disfrutar del parque. Un banco que daba la espalda al mundo, igual que hacía ella con la sociedad. Lo había escogido el día de su llegada, el mismo día en que había visto a Don Andrés por primera vez.

Con su gran barriga redonda y dura, Don Andrés lucía un pelo fuerte, ondulado y encanecido que enmarcaba una cara seria y respetable, de ojos claros y severos. Su propia persona era imponente. Los demás ancianos le llamaban el Duque. Nunca nadie se sentaba en su sitio en el banco, aunque él no estuviera. Era el trono del Duque, el mejor sitio del parque. Carla se fijó en él desde el primer momento. Quizá sintió una conexión, quizá quiso sentirla. Aquel hombre transmitía soledad aunque estuviera rodeado de viejos amigos.

Carla no conocía a nadie en el pueblo. Tampoco se había esforzado en ser sociable. No quería desviarse de su objetivo. En el tiempo que llevaba allí había vivido de lunes a viernes en ese parque. Allí se sentaba, se concentraba, escribía. Allí encontraba la inspiración para su novela. Por eso había huido de la ciudad; por eso había abandonado a Iván aquella noche de fin de año; por eso había decidido no conocer a nadie; por eso había escogido ese banco de espaldas a todo. Necesitaba ser libre un año más.

Pero el Duque, aquella figura solitaria con quién apenas había cruzado algún “buenos días”, la hacía sentirse parte de ese rincón perdido. En aquel parque, ambos compartían la soledad bajo sombra del viejo acebuche.

Pasaron días, semanas, y el invierno se fue tornando primavera, que dio paso al verano y de nuevo al otoño. El viejo acebuche allí estaba, siempre idéntico en su postura, siempre cargado de pequeñas hojas alargadas. Carla creó en esos meses su propio vínculo con don Andrés, un lazo invisible incluso a los ojos del viejo Duque, una unión de espíritus que vivían en soledad. Centro su vida en ese parque, en esa sombra, en ese banco. En ese anciano que apenas notaba su presencia.

Compartieron aquella sombra hasta un lunes de octubre. Las nubes cubrían el cielo y la suave brisa se había convertido en un fuerte viento. Ese día él no acudió. Los demás abuelos tampoco. Tal vez tenían algo que hacer, tal vez hacía hoy demasiado frío, tal vez se habían cansado ya de aquel parque.
No consiguió concentrarse. A la una sonaron las campanas de la iglesia. Demasiadas veces a lo mejor. Puede que los ancianos estuvieran en misa. Una hora y día algo extraños, pensó, aunque podía ser algún tipo de festividad religiosa. Esperó una hora más; después una tras otra.

Llegó la tarde y con ella los niños, que con gorros de papel y espadas de cartón se disponían a ser Peter Pan, a combatir a los piratas para no crecer nunca jamás. Las madres cuchicheaban en los bancos cercanos, ajenas al espectáculo que daban sus hijos. Carla les miraba quebrantando la barrera de su dirección equivocada. Sonrió. Pensó en cuánto había abandonado por seguir su sueño.

Un golpe de viento levantó el gorro de uno de los niños y la sacó de su ensoñación. El trozo de papel a parar a la espalda de Carla, quién lo cogió para devolvérselo al pequeño, que ya venía corriendo a recuperarlo. Entonces leyó la discreta esquela. “Don Andrés Fernández Ruiz, viudo de Doña Herminia López Foso, falleció cristianamente ayer sábado, a la edad de 86 años. Su familia…”. Desmontó el gorro, entre los gritos de aquel Niño Perdido, hasta llegar a ver la fecha del periódico. Domingo 27 de octubre. El periódico de ayer. Siguió leyendo la esquela hasta el final. “El responso por su descanso se celebrará mañana lunes, 28 de octubre, a las 13h en la Iglesia de San Cristóbal”.

Carla soltó la hoja y se levantó. Ya nada la retenía allí. Abandonó los encuentros nunca encontrados con don Andrés, en aquel parque conocido de un pueblo extraño, a la sombra de un viejo acebuche. Se levantó y se marchó para no volver jamás.

Comentarios (30):

Peter Walley

28/03/2014 a las 14:47

Hola Aina,

Yo fui una de las personas que comentó tu cuento, y (como ya verías) me encantó. El estilo me parece muy elegante, y la historia es preciosa. Enhorabuena por hacerlo tan bien, nos leemos por aquí.

Un saludo,
Peter

Aina Pons Triay

28/03/2014 a las 15:10

¡Muchas gracias Peter! Me alegro mucho de que te haya gustado y por tus comentarios. Esta tarde me paso por tu relato ;-). ¡Un saludo!

José Torma

28/03/2014 a las 20:31

Me ha gustado mucho. Transmites las emociones de la tristeza, de la soledad de una manera muy fina y fluida. Creas una relacion donde no hay una. Retratas de una manera muy entrañable el lazo inexistente entre dos personas que experimentan la soledad, una por gusto y la otra a su pesar.

Muy bien. Felicidades.

Emmeline Punkhurst

28/03/2014 a las 20:51

Hola Aina:
Has creado un relato muy bonito. La conexión entre los dos protagonistas unidos por su soledad es, desde luego, lo más logrado de la historia. Además, logras con pocas palabras describirlos perfectamente a ambos e incluso dar a entender sus emociones y motivaciones más allá de lo expresado (no sé si me equivoco pero la protagonista parece buscarse a sí misma, mucho más que estar a la captura de inspiración para su novela).
Mi más sincera enhorabuena.

Aina Pons Triay

28/03/2014 a las 20:55

Muchas gracias Jose. Me alegro de que hayas pasado por mi relato y que te haya gustado. Estoy impaciente por colgarlo en mi blog http://ainaponstriay.wordpress.com, pero soy fiel (de momento) a mi norma autoimpuesta de publicar todos los jueves.
¡Nos leemos!
Un abrazo

Aina

David Rubio

28/03/2014 a las 22:23

Muy buen relato Aina. La soledad puede ser el cielo cuando es deseada; pero también el más duro infierno cuando es obligada.
Un abrazo

NHICAP

28/03/2014 a las 22:32

Hola Aina,
Una bonita historia que la cuentas muy bien, con un estilo sencillo pero penetrante que logra trasmitir el sentimiento de Carla y su necesidad de generar una relación “espiritual” con D. Andrés. Un estupendo relato acerca de la soledad que afecta a demasiada gente..
Quizás nos muestras el final demasiado pronto, pero no afecta a la calidad del texto.
Felicidades

lunaclara

28/03/2014 a las 23:47

Hola Aina: felicidades por tu relato. Me he conmovido mucho al leer esa conexión extraña q puede existir entre 2 personas de distintas generaciones y que no se conocen.
No puedo evitar imaginarme a tu protagonista como una mujer que sufre los afectos que siente hasta tener que irse incluso de donde está. Pensé en su novio, en su antigua ciudad…. Muy bien perfilado ese aspecto de su personalidad.
He echado de menos algo mas real que los conectara a ambos.
Felicidades!

Aina Pons Triay

29/03/2014 a las 00:06

Gracias a todos por pasar por aquí y por vuestros comentarios. El más repetid creo que es “bonito” (también en los comentarios anónimos). 🙂

Emmeline, la soledad es el hilo conductor de la historia, como bien has visto, y sí, ella busca algo más que inspiración.

David, quería mostrar eso, dos “puntos de vista” de la soledad. Aunque tan sólo uno se lee directamente, he intentado que el otro se vea reflejado.

NHICAP, tienes razón, puede que un giro más inesperado hubiera sido más impactante, pero no se si hubiera conseguido que quedara natural, que no fuera un “deux ex machina”. Siempre intento evitarlo ;).

lunaclara, el relato es algo así como la continuación del relato de enero, Un año más, en el que Carla huye y deja a Iván en la estación.

Tomo nota de vuestros comentarios y me alegro mucho de haber conseguido causaros aunque sea tan sólo alguna de las emociones que intentaba transmitir.

Gracias a todos, de verdad.

¡Nos leemos compañeros!

Un abrazo a todos,

Aina
http://ainaponstriay.wordpress.com

Kangreja

29/03/2014 a las 00:12

Me encantan las historias sencillas que hablan de soledades cotidianas, y desde luego la tuya lo hace, felicitaciones, saludos.

Aina Pons Triay

29/03/2014 a las 00:22

Gracias Kangreja. De momento voy explorando esta faceta mía, que parece que le he ido pillando el “tranquillo”.
A ver si me atrevo con algo diferente un poco más adelante ;).
Saludos,

Aina
http://ainaponstriay.wordpress.com

Chiripa

29/03/2014 a las 14:26

Hola Aina, tu relato me ha parecido sencillo y elegante. Las descripciones son hermosas y la relación que creaste entre Carla y Don Andrés es tan fina que no parece no haber existido jamás. Buen desarrollo y excelente manejo del lenguaje (en todos sus aspectos) con el que has logrado hacer sentir la soledad de aquellos dos seres humanos.
Enhorabuena! Nos seguimos leyendo!!!

Aprovecho para agradecer tus comentarios a mi relato.
Saludos y feliz Fin de semana

Aina Pons Triay

29/03/2014 a las 18:47

Muchas gracias Chiripa, me alegro de que te haya gustado. Espero sacar agallas y arriesgarme más adelante con algo diferente, como bien hacéis los que aquí me habéis comentado.

Feliz fin de semana.

Aina
http://ainaponstriay.wordpress.com

Gemma Rotger

29/03/2014 a las 21:16

Muy bueno Aina, dejar cosas atrás y jugar a los lazos invisibles con desconocidos que a pesar de que no lleguemos a conocer sentimos ese algo. Creo que todos hemos sentido lo que tu has logrado plasmar con ese relato tuyo tan bueno. Felicidades. Una abraçada.

Marazul

29/03/2014 a las 21:27

Hola Aina tu relato me gusta y además me he sentido muy identificada con tu forma de escribir sencilla y clara. En el mío también el periódico es portador de una muerte.
Te sigo leyendo. Un saludo

Aina Pons Triay

29/03/2014 a las 21:44

Gracias Gemma por pasarte por mi relato. Me alegro de haber sabido plasmar bien el sentimiento de soledad que cualquiera ha sentido en algún momento.

Marazul, gracias. Yo también te sigo, pues me dí cuenta de esta similitud entre nuestros estilos.

¡Gracias a las dos!

Saludos 🙂

Eva

31/03/2014 a las 21:09

hola. A mi también me tocó comentar tu texto. Y unánimamente me uno a los demás: me gustó mucho 🙂 Saludos

Aina Pons Triay

31/03/2014 a las 22:42

¡Muchas gracias Eva! Me alegro de que te gustase.
Un abrazo. 🙂

Pato Menudencio

01/04/2014 a las 18:04

Lindo relato, a veces no bastan palabras para crear vínculos. Me recuerda a un comercial de mi país en el que dos ancianos pasan todo el día en silencio, uno al lado de otro, viendo la vida pasar. Ya al anochecer, ambos se despiden de forma fraternal y cierran con la frase: “hasta mañana amigazo”.
Tal vez sólo habría ahorrado descripciones físicas del personaje, pero es una opinión personal.

Aina Pons Triay

01/04/2014 a las 21:23

Muchas gracias por tu comentario Pato. A veces nos sentimos solos rodeados conocemos y unidos a alguien a quien al que apenas saludamos.
La descripción de Don Andrés tenía que ponerla. Tenía en la mente una persona muy querida y necesitaba retratarlo. A veces eso puede jugarnos malas pasadas, tienes razón, lo tendré en cuenta para mis próximos cuentos. 😉
Un abrazo.

Wolfdux

01/04/2014 a las 22:51

Hola Aina,

primero pedirte disculpas por pasarme tan tarde a comentar tu relato, jejeje. Segundo decirte que es un texto precioso. Me ha gustado muchísimo.

Comparto con Pato lo que ha dicho sobre las descripciones, yo soy más de ir directo al grano. Pero, ¡OJO!, no estoy diciendo que estén mal ni mucho menos, al contrario.

¡Felicidades!

Aurora Losa

02/04/2014 a las 12:56

Coincido con lo hermoso de la relación entre ambas soledades, pero lo que más me ha gustado del texto ha sido el párrafo que habla de los niños jugando a ser Peter Pan, en ese “no crecer nunca jamás” hay un contrapunto a la historia de sus protagonista, como un anhelo escondido de ambos, un deseo que no formulan pero que puede reflejarles. No sé, puede que esté desvariando, pero a mi me ha parecido que encajaba así.
Sea como fuere, enhorabuena.

Aina Pons Triay

02/04/2014 a las 17:51

Hola Wolfdux. Me alegro de que te hayas pasado por aquí. Estas perdonadísimo. Todos estamos muy liados y a veces resulta complicado encontrar el momento. Gracias por tu comentario, me alegro de que te guste el relato. sobre las descripciones, tal vez deba dejar de “abusar” de ellas, jeje. Parece que se me dan bien y me voy por las ramas con ellas.

Hola Aurora, estaba esperando que alguien dijera algo sobre el párrafo de Peter Pan, así que ¡gracias! Creí que había pasado desapercibido. La verdad es que lo escribí para mostrar el deseo Carla de volver a la niñez, a no tener que preocuparte, a no tener que estar sólo. Pero como bien dices, también puede ser el contrapunto a Don Andres. Muchas gracias por pasar por aquí y dejar tu comentario.

¡Un abrazo a los dos!

forvetor

02/04/2014 a las 18:51

pues entonces estamos desvariando los dos Aurora, porque yo también vi ese matiz. la contraposición de alguien que da un cambio radical a su vida para perseguir un sueño con alguien que sueña con que su vida no cambie nunca (jamás)… el cuento es una preciosidad Aina, felicidades. te envidio por saber trabajar con esta delicadeza.
más que las descripciones puede que yo me hubiera ahorrado toda la parte de la esquela. con las campanadas y la afirmación de que todo acabó aquel lunes de Octubre la cosa ya está clara. para ganar algo de espacio y darle algo más de chicha a su resolución final. pero, vamos es mi opinión 😉
un abrazo, nos leemos!
Sergio Mesa / forvetor
http://miesquinadelring.com/

Aina Pons Triay

02/04/2014 a las 19:30

Sergio, creo que tienes razón, tendría que haberme ahorrado la esquela. Tuve miedo de que no quedara claro… ¡Lo tendré muy en cuenta para la próxima vez!
Muchas gracias por tu comentario, ha sido muy acertado. No había caído en ese detalle.
¡Nos leemos muy pronto!
Un abrazo

Virginia Figueroa

05/04/2014 a las 17:05

Hola Aina! (más vale tarde que nunca 😉 )

Un bonito relato. A mi me encanta tu forma de describir, la minuciosidad es lo mío y me gusta que me dén las escenas bien masticadas para poder visualizarlas tal y como su autor se las está imaginando.
Lo de la esquela, coincido con Sergio, me lo hubiése ahorrado. Cuando D. Andrés no apareció, ya se veía venir el motivo… al menos yo me lo estaba oliendo.
Enhorabuena guapa!
Un besote!

Maureen

05/04/2014 a las 17:29

Qué historia más bonita y más elegantemente escrita. A mí no me sobra nada, la descripción de Don Andrés me gusta mucho porque no es la típica y te sirve para hacerte una idea clara de cómo es. También me ha gustado mucho el contraste entre la soledad de los dos adultos y los niños jugando a Peter Pan para no crecer jamás.

Precioso, enhorabuena.

Aina Pons Triay

05/04/2014 a las 22:29

¡Muchas gracias Virginia! Me quedo con tus halagos y tomo nota de que debo “mostrar más y contar menos”. Nunca me hubiera dado cuenta si no lo hubierais comentado.

Maureen, ¡muchas gracias! Don Andrés era una persona real. Es la descripción de mi abuelo paterno, a quién llamaban “El Rey”. Mi padre me dijo al leerlo: “¡podrías haberle llamado El Rey directamente!”. Y mi prima, que me sigue en el blog, se emocionó al leerlo. Así que parece que conseguí mi objetivo. Me alegro de que te haya gustado y muchas gracias por tan bonitas palabras.

¡Nos leemos, compañeras!

Un abrazo.

Emyl Bohin

07/04/2014 a las 00:14

Hola Aina, escribo cuando ya lo han hecho todos, o casi, con lo que poco nuevo puedo añadir pero juego con la ventaja de saber más de la historia. Me ha encantado, como no podía ser de otra manera. Es una historia tierna, sencilla y veraz. Y me ha gustado tu forma de describir, con pocas palabras consigues crear la imagen de lo que sucede. Si la historia procede de otra de enero, tendré que estar atento a ver que le sucede a Carla en el futuro.

Saludos de Neverland.

Aina Pons Triay

07/04/2014 a las 21:40

Emyl, muchas gracias por tu comentario. Me ha encantado que te encante 🙂 Me alegro de que hayas visto lo que he intentado dibujar, para mí es muy importante. Espero continuar la historia de Carla, le he cogido cariño a este personaje.
Que Campanilla nos acompañe;-)
Un abrazo

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