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El encuentro entre Ser McBosquealeste y el Barón Von Böhm - por Rafael F. Lozano+18

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—Caballero, Barón, debo confesarle algo. No es precisamente ningún secreto. Pienso que es usted un impresentable. —Ser Cristóbal McBosquealeste llevaba demasiado tiempo aguantando al Barón Von Böhm, pero aquella noche no pudo soportar más su lenguaje indecente. —Me temo que ambos hemos llegado al punto de convocar una propuesta de duelo.

Al Barón no le sentó nada bien que difamaran de aquel modo su apellido, sobre todo, viniendo de Ser tengo-tres-títulos-nobiliarios McBosquealeste.

—Pero ¿cómo es posible tal osadía? ¿Acaso no leyó mi artículo sobre las deleznables convocatorias a propuestas de duelo?

—Sí que lo leí, Barón, y ya le comenté a Ser Monguer la buena presencia que tenían sus palabras a ojos de cualquier lector, hasta para el más estúpido de Ciudad Capital.

—¿Entonces? No veo que esté cumpliendo con el mensaje de mi artículo. Está convocando una propuesta de duelo contra mí.

—No, no lo cumplo. Tengo tres títulos nobiliarios y puedo convocarle en propuesta de duelo si a mi sistema reproductor le viene en ganas, honorable Barón.

La situación se estaba poniendo muy tensa. Aquella convocatoria no iba en broma. Las manos que tenían libres apretaban cada vez más fuerte el reposabrazos del cómodo sillón de madera tallada de alcornoque rosado de los Cárpatos, mientras que la mano que tenían ocupada con la enorme pipa, de exquisita madera venida de Nueva Delhi, se volvía cada vez más rígida.

Entonces, como si lo tuvieran todo preparado, los dos se calmaron. El resto de caballeros del club de fumadores en pipa para caballeros de tres o más títulos nobiliarios «La pipa de la Reina» habían girado su atención hacia la conversación entre Ser McBosquealeste y el Barón Von Böhm, formando un asfixiante círculo de miradas que se anticipaban al duelo.

—Bien, distinguido Ser McBosquealeste, usted ha decidido. ¿En qué está pensando?

—Gracias. Estaba pensando en dos posibles inicios para la contienda. En el primero, usted y yo, como hacemos una vez cada cinco días, vamos a tomar un té al «Vainilla escarmentada». Probablemente, yo me esté quejando de una mancha de barro que lleve el comisario Matute en los bajos del pantalón de la pierna izquierda, pues suele pasarle a menudo; mientras que usted habrá pedido la especialidad de la casa, el té negro «Las indias que no eran indias, sino indios», acompañado con las tiernas galletas de mantequilla y vainilla que prepara la señorita Carmen. La mancha del comisario Matute le ha podido afectar sobremanera, puede pensar que mi comentario sobre su mancha no ha sido tan áspero como usted lo hubiera expresado, o bien puede habérsele olvidado a la señorita Carmen que ese era el día que usted toma galletas de manzana con aroma de lavanda. Junto a estas, podría darse alguna otra situación que crispase su delicado humor de antes del té del «Vainilla escarmentada» y le provocasen un resto de día horrible. De seguro, me haría notar su descontento enseguida, con alguna mención a alguno de mis artículos cientificistas sobre la masa de las células animales, los cuales ya dejó claro hace unos meses que no aprobaba. Entonces, nos encontraríamos en una horrible discusión que podría durar semanas. La pelea sería conocida en todos nuestros círculos.

—Estupendo —el Barón estaba sorprendido—, Ser McBosquealeste, ha sido magnífico. Ha sido uno de los mejores principios de duelo que he escuchado en mi vida en una convocatoria a propuesta de duelo. —Comenzó a prepararse una nueva pipa mientras el resto de caballeros de más de tres títulos nobiliarios asentían con aprobación aquel elegante inicio de duelo—. Casi me extraña que solo tenga tres títulos. Pero no se preocupe, que aún es usted joven, y tiene aún tiempo de conseguir alguno más.

Los caballeros que formaban el círculo de mirones se miraban entre ellos con expresiones de mostraban su descontento ante ese comentario, pero a Ser McBosquealeste pareció no importarle, pues acababa de lanzarle una buena ofensiva con la que podrían haber empezado a discutir. Se limitó a tirar del músculo del labio hacia arriba para echar el humo.

—Muy bien —dijo con tranquilidad—. Continúe, Barón; yo ya le he lanzado mi primer golpe. Seguro que sus más de tres títulos tienen algo mejor que ofrecerme.

Entraron en la habitación algunos caballeros más, atraídos por la convocatoria.

—Estimado Ser —dijo el Barón mientras se levantaba de la enorme silla—, mis más de tres títulos le saludan.

Y un puño cerrado con la fuerza de una docena de títulos se estrelló en la cara de Ser McBosquealeste.

Ccomentarios (1):

Wolfdux

02/03/2014 a las 11:09

Hola Rafael,

me he pasado por aquí tras leer un comentario tuyo, es como suelo llegar a los relatos de los demás, ya que todavía no había tenido el placer de leer nada tuyo. Y digo placer porque me ha gustado mucho el texto. Es cargante, pedante y todo lo que quieras y esto no significa que pierda ritmo el texto, te introduce perfectamente en el entorno.

Has conseguido que la expectación que tenían todos los presentes en el duelo me invadiera, quería ver como contestaba el barón. Mientras leía estaba imaginándome algo tan enrevesado como había expuesto primero McBosquealeste, pero para mi sorpresa no ha sido así. Un final tan bueno como la misma historia.

¡Enhorabuena!

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