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Ajuste de cuentas - por Alonso García-Risso

AJUSTE DE CUENTAS

Diez días habían pasado del duelo. Se echó otro trago de aguardiente. Recordó la noche en que Juan Morocho, entregó el alma al diablo.
Lo terció al anochecer en un sitio baldío, en las cercanías a la ruta de Los Andes. Venía con otro sujeto al que no conocía.
De entrada increpó al desconocido, diciéndole con tono altanero y convincente:
-¡Con vos no es la cosa! así que deja al Juancho para que arreglemos nuestros enredos, como corresponde a machos. Luego peló el puñal; Juan Morocho, hizo lo mismo.
Gentes de los alrededores se fueron juntando hasta formar un redondel en torno a los bravos; que sin mediar palabra, giraban como gallos buscando lado para tirar la estocada.
Iban y venían, lanzando y amagando puñaladas. A la luz de los faroles los aceros dibujaban, tejiendo, curvas cerradas y abiertas, dejando estampadas en las retinas una geometría de muerte.
El sino de los astros tronó los dedos, guió la mano de Olegario Daza que asestó puñalada mortal. Juan Morocho abatió el cuerpo como una ventana que se cierra sobre sí misma, dejó caer los brazos, dobló las rodillas; luego quedó tendido en el suelo cuan largo era.
Olegario en un resabio cristiano, se persigno ante el cuerpo de su rival; sabiendo con alivio que éste se llevaba el secreto, a la tumba.

Comentarios (2):

Wolfdux

03/03/2014 a las 13:19

¡Sublime!

Aurora Losa

07/03/2014 a las 16:18

Increíble cómo cuentas tanto en tan poco, cóm describes la escena y con qué vocabulario, enhorabuena, de corazón.

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