Literautas - Tu escuela de escritura

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PUTA, pero....FELÍZ - por Chiripa+18

Apuré el paso al escuchar las doce campanadas. El nuevo ring tone de mi teléfono móvil me avisó que ya había pasado medio día y comprendí, que si no me daba prisa, no lograría hacer las dos diligencias que tenía planeado culminar antes del anochecer.
Coloqué al bebé en la silla del auto y en la cajuela todo el aparataje que hoy necesitamos para desplazarnos con un infante.
Agitada por toda la movilización y desfalleciendo del hambre llegué al centro comercial y al ver que una furgoneta estaba cargando varios pasajeros, accioné la señal de cruce y me detuve a esperar que el conductor estuviera listo para salir, dejándome el lugar para estacionar mi auto.
Ya tenía 5 minutos aguardando pacientemente cuando otro auto, tripulado por tres imberbes de caras grasosas, se detuvo perpendicular a mi, en la misma actitud de espera.
Les avisé con señas que yo estaba esperando ese lugar y el "cagaleche" conductor, también por señas, me dio a entender que ellos se estacionarían allí mismo.
Insistí, asertiva, en hacer valer el orden de llegada; sin embargo, cuando los adolescentes me ignoraron de manera tan olímpica se evaporó mi tolerancia y un enorme sentimiento de rabia propulsó mi mente a imaginar todas las venganzas posibles en caso de que lograran arrebatarme el espacio: rayar la pintura del auto desde el capó a la cajuela, destrozarle a navajazos dos o tres de los neumáticos, reventar el vidrio delantero de su auto y los espejos retrovisores.
Así iba de creativa enriqueciendo las posibles represalias a tan avasallante abuso, cuando la razón se interpuso ante la locura ayudándome a evaluar la situación: yo mujer treintona con un bebé recién nacido y dormido en el asiento trasero, ellos tres jóvenes envalentonados, seguramente tratando de probarse a si mismos lo irreverentes que podían ser.
Dispares las fuerzas y con posibilidad de éxito casi nula para mi, la rabia se transformó en miedo. Deseaba ardientemente que los jóvenes se impacientaran por la eterna espera y se marcharan en busca de otro lugar donde aparcar. Pero allí seguían, con las ventanas cerradas y ensordecidos por la música de la radio, ignorando mi presencia.
La verdad es que no estaba de humor para enfrentamientos, así es que resignada y muy frustrada me dediqué a pasear la mirada por el lote, tratando de conseguir otro lugar donde aparcar mi auto. Fue entonces cuando divisé muy cerca de allí a un par de agentes de seguridad y se me encendió el bombillo. Apagué el motor, descendí del auto dejando adentro al bebé y me dirigí hacia los agentes.
Los ojos curiosos de quienes hacía unos minutos me habían ignorado, despectivamente, en segundos me verían gesticular con la cara muy seria, señalándolos. Me vieron volver a mi vehículo escoltada por el agente de seguridad. Pero, ¡oh sorpresa! En vez de acompañarme hasta mi destino el agente se plantó frente a ellos, con las piernas bien firmes y separadas.
Con el brazo izquierdo extendido hacia adelante y su mano en actitud de párate les ordenaba la total inmovilización de su vehículo y con el dedo indice de la mano derecha les negaba su pretensión de hacerse con el lugar.
La cara de los "aborrescentes" era para fotografiarla. Después de unos instantes de perplejidad abrieron las ventanas y comenzaron a vociferar, chillar y reclamar al agente por haberse puesto a favor de una de las partes, -quien sabe que mentira le habrá dicho la bicha esa, etc, etc.
Todos gritaban al unísono ante la mirada impertérrita la autoridad personificada quien, impostada delante de ellos, orientaba al chofer de la furgoneta en la salida del codiciado lugar y me indicaba con la otra mano que podía proceder a estacionar mi auto.
Cuando el agente de seguridad ordenó a los muchachos, (que seguían vociferando) su retirada del lugar, yo salía de mi auto, satisfecha, casi eufórica. Mi corazón latía fuerte, como campaña llamando a misa.
Después de agradecer su mediación al de seguridad y, porque me sentí "guapa y apoyada", les enseñé mi dedo medio muy derechito acompañado de sus vecinos índice y anular doblados a su lado.
Fue entonces cuando uno de los grasosos gritó, furioso -¡PUTA! y los otros dos corearon:
-¡puta!, ¡puta!
Y yo, pensando "más sabe el diablo por viejo que por diablo" y con un delicioso sentimiento de victoria, casi orgásmico, tomé conciencia de que antes del décimo segundo latido de mi corazón desbocado debía apurar el paso para alcanzar la meta que me había propuesto hoy.

Comentarios (13):

Zelfus

28/01/2014 a las 13:08

Da cuenta de un buen desarrollo literario el que se narre una escena de la vida cotidiana. Estuve pendiente hasta el final que nos dejó a la imaginación las palabras de la protagonista.

Desde mi punto de vista hay algunos elementos que en lugar de enriquecer sólo extienden el relato. ¿Si ella no tuviera el bebé se hubiera enfrentado a los adolescentes?

Gran parte del reto de escribir con 750 palabras es encontrar un equilibrio entre lo que hay que contar (y hacer que el lector infiera) y lo que no es necesario. Ese es nuestro camino! ¿Por qué no te pasas por OTRO SUPERSTICIOSO QUE PASEA POR LA CALLE y me cuentas qué te parece?

José Torma

28/01/2014 a las 18:43

Me a parecido un relato interesante. Como Zelfus pienso que seria si no hubiera llevado al niño? ese asunto cotidiano de los estacionamientos se ve expuesto aqui de una manera que nunca se me hubiera ocurrido.

Felicidades.

Eleazaro Habacut Vega Perez

28/01/2014 a las 22:32

Excelente desarrollo y que bien que el lector haga parte con su imaginación en este relato.

DavidRubio

28/01/2014 a las 23:52

El relato es muy entretenido. Consigues que nos metamos en la historia cotidiana y aborrezcamos a esos “aborrescentes”. Estoy de acuerdo con el apunte de los compañeros. Saludos

Kangreja

29/01/2014 a las 20:40

Me ha gustado lo cercano que resulta el relato, no sólo por que es algo que seguramente muchos hemos experimentado, sino porque has utilizado un vocabulario cercano, que nos sitúa fácilmente.
Quizás, le quitaría un mínimo de detalles, osea no daría toda la información tan exacta, para que el lector pudiese volar más, pero eso sólo como idea suelta. Saludos y nos seguimos leyendo.

Gandalf

29/01/2014 a las 22:22

La verdad es que con el título no sabía muy bien lo que me iba a encontrar, y desde luego no me esperaba esto 🙂 me ha gustado, desde luego describes una situación con la que todos nos podemos identificar. Además creo que el tipo de lenguaje que utilizas le va muy bien a la historia.

Coincido un poco con Kangreja, quizás con un poco menos de descripción funcionaría algo mejor.

Wolfdux

29/01/2014 a las 23:31

Hola Chiripa,

un relato muy trabajado. Coincido con mis compañeros, una situación que puede pasarnos, y nos a pasado, a todos bien escrita y con un ritmo que encaja a la perfección con lo que nos muestras.

Constanza

30/01/2014 a las 15:49

Me ha gustado. Es un asunto cotidiano, pero está narrado con un tono que lo hace personal. Muy bien.

Forvetor

30/01/2014 a las 18:37

coincido con los demás comentarios. lo mejor es la situación cotidiana y la personalidad de la protagonista. muy cercana. felicidades por el texto.

Virginia Figueroa

30/01/2014 a las 19:27

Reconozco que lo que me hizo decidirme a leer tu texto fue su título, jajaja y la verdad es que me esperaba otra cosa totalmente distinta. He de decirte que es una buena historia, no obstante, creo que el lenguaje utilizado para reflejar una escena tan cotidiana me parece un tanto rebuscado. Aún así me gusta como lo desenvuelves y cómo termina. Tampoco estaría nada mal leer un enfrentamiento más real con los “aborrescentes” (esa palabra me parece genial), porque a pesar de ser mayoría numérica no debe subestimarse el poder de una madre cabreada. 🙂 Felicidades!

Servio Flores

02/02/2014 a las 04:42

Creo que el título nos atrajo a varios! 🙂
El relato con una carga de actualidad bárbara. Mantiene hasta el final y deja algunas cosas a la imaginación.
Aunque no soy partidario de etiquetar a los adolescentes no niego que me entretuve! Igual hay viejos así de irrespetuosos.
Buen relato, saludos

Emmeline Punkhurst

05/02/2014 a las 19:46

El ejemplo de cómo de una situación cotidiana se puede sacar miga y mantener enganchado a la persona que lo lee.

jaime castillo

14/09/2014 a las 04:38

El relato sumamente interesante, te mantiene pegado a la historia a pesar de ser una escena cotidiana, yo abrí el relato por su titulo, es un buen gancho, porque uno se imagina otra cosa. Los personajes están bien desarrollados, y no se si solo ese pedazo se puede leer o se puede leer toda la historia.
No se si en todos los casos es igual en el taller que solo se puede leer un pedazo. Pero si ese relato lo deja a uno picado a continuar, porque queda la pregunta, ¿que tiene que ver el estacionamiento con lo de puta?

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