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El inspector - por Jose Antonio
En el borde del puente, el joven se ciñó la cadena desde su cintura hasta los pies, luego cerró el último eslabón con el candado arrojando la llave al vacio y saltó…
El informe del forense decía que no había signos de violencia, más allá de las contusiones y magulladuras al golpearse mientras caía por la pared rocosa del desfiladero hasta el fondo del barranco, ni restos de drogas o alcohol. Un caso claro de suicidio, aseguró. Pero el inspector no pensaba lo mismo. Después de veinte años de servicio, había aprendido a huir de lo evidente. En la penumbra de su mesa releía el informe una vez más. Un joven escritor con cierto renombre, con una posición económica desahogada, sin familia y que según había podido averiguar nunca tuvo conflictos con sus vecinos. Registró la casa, no encontró ninguna carta de despedida, ni rastros en su blog que delatasen sus intenciones, salvo un manuscrito inacabado de la que parecía su próxima novela titulada “Matemos al trece”. «Qué curioso» pensó el inspector, el suicidó fue el trece de noviembre sobre las trece horas, según el forense. Solo en su despacho, con la puerta cerrada, la luz baja y abrazado a la compañía de un bourbon, se reclinó en su sillón pensando y repensando. Leyó con avidez el manuscrito, parecía una confesión. Narraba la delirante crónica de un joven brillante que es empujado por el demonio a cometer sucesivas crueldades hasta llevarle al suicidio.
Los meses siguientes, el inspector indagó sobre las costumbres del joven, encontrando indicios sorprendentes sobre el caso. Al parecer el joven tenía un ritual diario repleto de manías. Compraba el pan a las diez en punto, se registraba en la biblioteca a las tres, ni un minuto antes y algunos vecinos confirmaron que sacaba la basura a las seis de la tarde, hora exacta. Además la cadena con la que se lanzó, la compró en una ferretería cercana cuyo dueño aseguraba recordar al joven, pues le pidió que tuviera exactamente treinta y nueve eslabones. El inspector estaba convencido de la existencia de un inductor, pero le faltaba la conexión.
Buceó en su pasado. Un chico normal en el instituto y la escuela superior. Sin novias conocidas. Sus profesores le calificaron como alumno neutro. Excepto el de matemáticas que dijo de él «es un chiflado supersticioso»
— ¿Por qué piensa eso?
— No puedo pensar otra cosa de un alumno que grababa mis clases, para decirme al día siguiente que hubiera sido excelente si la cantidad de palabras pronunciadas hubiera sido múltiplo de trece. Estaba obsesionado con este número. Solía sentarse en primera fila y alineaba trece bolígrafos en su mesa, todos iguales, pero sólo usaba uno. Cuando terminaba la clase iba corriendo a la puerta y esperaba a que salieran doce compañeros para salir él a continuación.
Para el inspector era claro que el chico había sido abducido por alguien y eso le había llevado a una especie de locura. Quizás también él mismo se estaba obsesionando con el trece.
Algunas noches después, se encontró así mismo pidiendo el penúltimo whisky doble en el bar de Mou. Desde el oscuro rincón, su mente deliraba perdida mientras la música le hacía volar a playas lejanas y bailarinas exóticas. Entre trago y trago manoseaba el manuscrito y una idea se abrió paso. Escribió la primera letra de cada capítulo en una servilleta y como un puzzle que encaja solo, apareció una frase de trece palabras: “Satanás mora en el trece, te buscará y matará, ahora ya estás advertido.”. Ya no le cabía duda, el chico podía ser un perturbado repleto de obsesiones por ese número maldito, pero estaba convencido que alguien le había inducido a actuar así. El inspector se conjuró para llegar hasta el fondo y encontrar al culpable.
Dobló el manuscrito y guardándolo en el bolsillo se alzó el cuello de su gabardina para alejarse en la muda noche por la calle mojada y vacía. «Demasiado whisky inspector, pasear después de la lluvia te vendrá bien» pensó. Acortó por el puente del rio. Se tambaleaba, todo se movía a su alrededor pero estaba seguro de poder controlarlo. El rio bajaba con mucho caudal. En la penumbra del puente mal iluminado, una sugerente voz se alzó por encima del violento murmullo del agua: “INSPECTOR, ¿ME BUSCABA?, ESTOY AQUÍ ABAJO”. Un escalofrío le paralizó y recordó que él mismo había nacido un día trece. Entonces, mientras caía al vacío, vio con claridad que había encontrado al culpable.
Comentarios (7):
Emmeline Punkhurst
28/12/2013 a las 17:25
Un texto adictivo desde el principio gracias al misterio que encierra. Entretenido, te deja con la miel en los labios por su inespecífico aunque fascinante final. Felicidades
Marazul
28/12/2013 a las 23:14
Un relato bien escrito y un tema, el del inspector profesional empeñado en esclarecer los hechos, que engancha. Me ha gustado mucho. Saludos
David
28/12/2013 a las 23:42
Simplemente. ¡Buenísimo relato! Sabes hacer muy buenos principios. El relato me enganchó desde el principio. ¡Enhorabuena!
Te invito a leer mi relato “Viernes trece” de David M. Sobrino Platas, así me dices que tal te pareció.
Pásate por este enlace para conocer más sobre mi:
http://davidmsp.bubok.es/
Mar Mare Maris
30/12/2013 a las 19:24
Me ha enganchado desde el principio. Me ha gustado mucho, enhorabuena.
José Torma
31/12/2013 a las 18:26
Me gustan mucho los thrillers policiacos y este es un buen ejemplo. Encontre similitud en la obsesion con la pelicula de Jim Carrey que se llamaba 23, pero de ahi en fuera es un texto adictivo. Hay un par de palabras que yo cambiaria (o solo porque desconozco bien el contexto) pero me ha entretenido mucho y el final aunque parecia predecible, me gusto al engañarme.
Buen trabajo.
Felicidades
Servio Flores
01/01/2014 a las 01:50
Buen relato, me atrapó desde el principio. El final algo incierto pero muy bueno.
Felicidades!
Calos Crego Fernández
03/01/2014 a las 11:59
Muy bueno. Se lee con gusto, engancha desde el principio. Un estupendo final. Enhorabuena