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El día después - por Peter Walley
Miércoles, 14 de diciembre
Estimado Profesor Jinxed,
Soy su alumno Billy Weird. Espero que al recibir la presente se encuentre ya recuperado del desafortunado incidente de ayer. Por mi parte, si bien algunas de sus palabras me parecieron fuera de lugar, puesto que no padezco ningún tipo de deficiencia mental grave, entiendo que se debieron a la tensión del momento, y no le guardo rencor.
Me ha dicho que por el momento prefiere que no tengamos comunicación directa, así que le escribo esta carta para explicarle las circunstancias que dieron lugar al accidente. Espero que al leerla comprenda que nada podía haberse hecho para evitarlo.
Había dormido mal. Mi reunión con el decano no había conseguido que cambiase el examen programado para el martes trece, y por ello al sonar el despertador no me encontraba con mi habitual agudeza mental. Fue así que salí de la cama por el lado izquierdo. Afortunadamente, siempre guardo una pata de conejo en ese lado. Mientras me frotaba con ella, vi que el cuadro con la foto de mi madre se había torcido durante la noche. Dejé caer al suelo la pata de conejo y corrí a por la herradura que tengo junto a la puerta de entrada, y golpeé con ella siete veces. El ruido despertó a mi vecino el señor Grumpy, que salió al pasillo y me dedicó unas palabras que creo mejor no reproducir aquí.
Temeroso de que el señor Grumpy, el cual padece un ligero estrabismo, me guiñase un ojo, decidí ir a desayunar en la cafetería de la facultad antes del examen. Al llegar al portal vi que durante la noche habían plantado un andamio delante del edificio y que era imposible salir sin pasar por debajo. Me quedé paralizado por el terror durante unos minutos, hasta que vi que desde el fondo de la calle se acercaba un jorobado. Respiré hondo y justo cuando pasaba junto a mi portal salté por debajo del andamio y froté con fuerza su espalda. Lamentablemente, los ejercicios anaeróbicos que he venido realizando en las últimas semanas habían incrementado mi fuerza más de lo que sospechaba, y con mi impulso el jorobado salió despedido hacia la carretera justo en el momento en que pasaba el autobús de las ocho treinta.
La cosa no hizo sino empeorar cuando vi que el ruido del accidente había asustado al gato negro de la señora Witch, el cual salió corriendo en dirección contraria a la de la facultad. No tuve otro remedio que ir tras él para que fuese a mi encuentro y así contrarrestar su influencia maléfica. Esto hizo que el trayecto de cinco minutos entre mi apartamento y la facultad acabase llevando veinticinco, y que cuando finalmente entré en la cafetería mi frente estuviese sudorosa y mis manos temblando.
Al entrar mi tensión aumentó al ver vestido de amarillo al escritor que está allí todas las mañanas, por lo que decidí tomar una tila en lugar de un café. Entretanto, el sudor de mi frente cayó sobre mis ojos y mi momentánea ceguera hizo que cogiese un sobre con sal en lugar de uno de azúcar. Por otro lado, el temblor de mis manos y el efecto de los ejercicios anaeróbicos hicieron que cuando finalmente abrí el sobre toda la sal cayese derramada al suelo. Como los recientes recortes en educación han provocado la sustitución del mobiliario de madera por otro más económico de plástico, hube de salir corriendo hacia mi taquilla, donde siempre guardo varios sobres de sal para situaciones de emergencia. Por el camino fui escupiendo en el suelo para evitar males mayores.
Cuando llegué a la taquilla mi ánimo estaba lógicamente alterado, y al principio no fui capaz de encajar la llave en el candado. Quizás a esto contribuyó el que sólo tuviese libre la mano derecha, ya que la izquierda estaba ocupada en cruzar los dedos. Afortunadamente, pronto conseguí abrir la taquilla, coger uno de los sobres de sal y arrojar ésta sobre mi hombro derecho.
Fue sólo la mala suerte la que hizo que justo en ese momento pasase usted a mis espaldas y que la sal le entrase los ojos, y también que al dar unos pasos a ciegas resbalase en los escupitajos que había derramado y se precipitase a toda velocidad hacia la puerta de espejo de la oficina del decano.
Espero que entienda ahora que sólo quería contrarrestar los efectos de la rotura del espejo cuando comencé a escupirle mientras se encontraba en el suelo.
Atentamente,
Billy
Comentarios (7):
Eloyzinho
28/12/2013 a las 16:11
Jajaja, es un relato muy divertido y original, me he reído un montón leyéndolo. Además me alegra ver que te has decidido a probar nuevos registros (epistolar, en este caso) con muy buenos resultados. Enhorabuena 🙂
Emmeline Punkhurst
28/12/2013 a las 16:27
Genial y divertido, como siempre. En cuanto a relato humorístico no hay quien te supere 😉
Moona
29/12/2013 a las 12:58
¡Me encantó! No solo la idea de elegir una carta para narrar la escena, sino su hilarante contenido. ¡Genial! 🙂
lunaclara
30/12/2013 a las 21:14
Guau! Como siempre demuestras que dominas el lenguaje de forma excepcional. Está genial. Ese choque entre el modo formal de escribir una carta y las situaciones divertidas que narras en ella creo que es el principal atracrivo
Servio Flores
31/12/2013 a las 07:23
que buen relato, sumamente divertido, lo disfruté de principio a fin.
Felicidades
Peter Walley
31/12/2013 a las 08:55
Muchas gracias a todos por los comentarios, no tenía muy claro que fuese a gustar, así que me quedo muy contento 🙂
Mar Mare Maris
07/01/2014 a las 18:51
Me ha encantado. El estilo es genial. Enhorabuena, de verdad.