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ENTRE BRUJAS - por Nancy eliana
ENTRE BRUJAS
Decidí visitar a la bruja rolliza de cuatro pelos cuando ya no había nada por hacer. Pedro, con las heridas frescas, el cabello largo llegándole a los hombros y, el orgullo aniquilado sin clemencia me suplicó con lágrimas en los ojos “ayuda”. Sonreí complacida evitando la burla y el menosprecio, cobrándome el destino los desaires y las ofensas del pasado. Asentí sin remilgos enterrando todo resquicio de venganza y me hice a la larga travesía en busca de la distinguida señora. Viajé por toda la selva, salpicada de árboles, lluvias y animales salvajes durante 5 días y, cuando me daba por vencida divisé a lo lejos la rústica figura de la cabaña ubicada al pie de una hilera de frondosos árboles que como celosos guardianes vigilaban la vivienda.
Allí me dirigí con mi fastidioso equipaje que dificultaba mi travesía y, con la esperanza envolviéndome como una suave brisa me encaminé ansiosa. Apuré el paso, la puerta estaba abierta, la empujé suave, un fuerte olor a incienso me fustigó el rostro. Me detuve por unos segundos asustada e imaginando a la rolliza señora de 4 pelos sentada en su silla convirtiendo a los exhaustos viajeros en divertidos animales, cuando súbitamente una mano extraña me tocó la espalda. El terror me paralizó y, sacando fuerza desde lo más recóndito de mi cuerpo giré la cabeza y me enfrenté cara a cara con un ser diminuto, agrio, con la mirada penetrante. Estiró sus manos pequeñas y rugosas sonriendo dócilmente, planeando sin murmuraciones tomar las mías. Esquivé mis brazos aterrada y percibiendo mi negro destino como alimento de caníbales salvajes huí selva adentro internándome en la espesura, buscando horrorizada protección en algún agujero.
La diminuta bruja con una extraña bolsa, me persiguió sin tregua en medio de una ventisca traicionera descubriendo la increíble agilidad de sus piernas y el derroche de piruetas. Comprobando y deduciendo lo inútil de mi huida y que finalmente terminaría acorralada en sus trampas me planté de un salto en una piedra grande, me disfracé con el rostro más duro y sanguinario que se haya visto y, con gruesos palos en la manos le hice frente inflando los pechos, con el cuello erguido. A penas me vio se detuvo y me examinó inmóvil primero, luego dando vueltas a mi alrededor siguiéndola yo a la defensiva sin bajarme de la piedra. No pedí clemencia porque sentí que no la necesitaba y, mientras más gesticulaba con avidez mi rostro, más la rolliza retrocedía; mis aires de fortaleza y dureza fingida la apabullaron y retrocedió con miedo intentando asirse de algún árbol. Enarbolando los palos con el ceño fruncido bajé de la piedra y avancé hacia ella sin miedo, con determinación, despacio, suave, deteniéndome por momentos. Cuando tenía la situación controlada la diminuta bruja echó a correr como una endemoniada, zigzagueante perdiéndose en la espesura. Me quedé quieta por unos minutos y, cuando estuve segura del camino libre corrí en sentido contrario sin voltear, atravesando árboles con frutos, ríos con piedras y, débiles puentes de madera que atravesé sin pestañear segura de encontrar la salida.
Comentarios (2):
Servio Flores
10/11/2013 a las 04:47
me ha gustado aunque deja algunos cabos sueltos, pero está llena de fantasía. bastará con pulirlo un poco.
saludos.
Nancy
10/11/2013 a las 16:34
¡Oh gracias Servio por tus palabras. Es mi primer texto en el taller y me siento contenta de participar. De hecho debo tener errores, pero las iré superando en el camino, gracias nuevamente.