Literautas - Tu escuela de escritura

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Recuerda Ed,: veraz, oportuna y objetiva - por Filias

Decidió visitar a “la bruja” en cuanto recibió el telegrama. La revista “Otros Mundos” le había hecho un encargo que le estaba costando mucho cumplir y tan sólo dos días atrás, su editor le había dado un ultimátum. Debía escribir inmediatamente el artículo acerca de un auténtico médium o todos sus esfuerzos para introducirse en el mundo periodístico habrían sido en vano.
Suspiró desanimado al recordar el conjunto de embaucadores y charlatanes con los que se había topado al intentar documentarse para redactar la crónica. Así las cosas, acudió a James, un hombre en quien podía confiar y del que esa misma mañana había obtenido el esperado resultado que ahora sostenía entre sus manos. Un telegrama procedente de Nueva Orleáns con una frase y un número de teléfono que se apresuró a marcar con dedos ágiles.
—¿James? Soy Ed—dijo con ansiedad—. Te llamo por lo de Madame Juliet. ¿Qué hay de cierto en todo este asunto?
—Hola Ed—contestó una voz jovial al otro lado del hilo—. ¡Lo he encontrado! Y se trata de algo real, tan real que da escalofríos, chico. Parece ser que el marido de la tal Juliet, un tipo llamado Al, se enroló en el "Eloise", justo tras su boda con tan mala fortuna que sólo unos días después perdió la vida en un fuerte temporal. Ella estuvo a punto de perder la cordura y morir de pena.
—Una triste historia—corroboró impaciente el periodista—. Pero…
—Lo interesante viene ahora, Ed. Cuentan que el amor de Al era tan fuerte que consiguió volver del otro lado y contactar con ella. Desde entonces Madame Juliet, “la bruja”, es capaz de relacionarse con los espíritus, y ofrece sus servicios desinteresadamente a quien lo precise —enmudeció para continuar tras un breve lapso—. Pero no creas que te va a ser fácil tratar con ella del tema.
—¿Por qué?—preguntó Ed sorprendido.
—Verás… Cree que el precioso don que ha recibido debe ser tratado con cierta reserva para conservarlo. Tiene la curiosa idea de que si se hace demasiado popular lo perderá, y eso significaría renunciar a Al. Y créeme chico, hará cualquier cosa para que eso no suceda.
«Tendré que intentarlo al menos», pensó el periodista mientras se despedía de James agradeciéndole la información.
El calor asfixiante del atardecer le envolvió como un guante húmedo al bajar del tren en Nueva Orleáns acompañándolo hasta las primeras casas del Barrio Francés, donde vivía Madame Juliet. Tras un vistazo rápido a su reloj comprobó que aún era un poco pronto para su cita, pero decidido, subió las escaleras de la vivienda. Ed avanzó por el pasillo y escuchó una voz femenina que exclamaba:
—¡No tan rápido, ahora es demasiado!… ¡Prueba de nuevo!
Extrañado, tocó con los nudillos en el quicio de la puerta abierta y asomándose con cortesía saludó a la mujer que ocupaba la estancia, momento en el que ésta dio un respingo enrojeciendo como si hubiese sido cogida en falta.
—Ehmmm…—atinó a decir abrumada Juliet mientras en la penumbra de la habitación las luces de la mesita parpadeaban alocadas y ella trataba inútilmente de ocultar toda la escena con su falda almidonada—. ¡Déjalo!—gritó dirigiéndose a algún punto indefinido del pasillo.
En ese mismo instante, tras un ruido de herramientas las persianas comenzaron a agitarse enérgicamente descubriendo bajo las tenues cortinas unas cuerdas ordinarias poniendo de manifiesto así el burdo engaño.
—¡Déjalo te digo!—chilló Madame Juliet fuera de sí.
La estancia recobró entonces la calma y perdió su imagen mágica mientras Ed, taciturno giraba sobre sus talones para desaparecer pasillo adelante rumiando las tres palabras (veracidad, oportunidad y objetividad) con las que su editor le había presionado esa misma mañana.
Si tan sólo hubiese esperado un par de minutos en el corredor en vez de abandonar apresuradamente la habitación hubiera escuchado a Juliet en lo que parecía ser un soliloquio:
—Lo sé, lo sé—decía llevándose una mano temblorosa al pecho agitado—. Pero cada vez me cuesta más, Al. El muchacho tenía cara de buena persona….—asintió girándose hacia un invisible interlocutor—. Sabes que sí, amor. No haría nada que pudiera separarme de ti… Yo también te amo.
Y si por una casualidad se hubiera asomado de nuevo a la habitación donde la puerta continuaba abierta, hubiese enmudecido sorprendido al encontrar a Madame Juliet flotando etérea, ligada a un delicado beso sobrenatural.

Comentarios (5):

Anna

28/10/2013 a las 22:43

Muy bien ambientado, casi he sentido el guante húmedo del aire de Nueva Orleans. Tiene un aire de peli antigua, como de los años cincuenta.
Me ha gustado mucho leerte. Un abrazo.

Filias

28/10/2013 a las 23:14

Muchas gracias Anna, tu comentario es toda una inyección de ánimo. Gracias.
Un abrazo

Aurora

29/10/2013 a las 16:35

Los personajes me han encantado, y el vocabulario y el final, sobre todo el final, es muy difícil contar tanto en tan poco espacio. Enhorabuena.

Montse León

16/11/2013 a las 16:35

Me ha gustado mucho. Sobretodo el final. Muy bien redactado.

Filias Y Fobias

16/12/2013 a las 22:11

Muchas gracias por leer el relato y por vuestros comentarios. Un abrazo

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