Literautas - Tu escuela de escritura

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No hay edad para creer en brujas - por Aurora Losa

“Decidí visitar a la bruja. Sé que puede sonar algo extraño teniendo en cuenta que acabo de cumplir los ochenta y, básicamente, a mi edad, nadie espera tener que hacer este tipo de cosas, pero lo bueno de hacerlo ahora es que la experiencia de la vida me ha enseñado a no temerle a nada salvo a la muerte, y este viene siendo el motivo de que decidiera emprender el camino.
Mi nieto Luís fue de gran ayuda; después de repasar varias veces cada uno de los cuentos que llevaba leyéndole antes de dormir desde que nació, creí que habíamos dado con la clave para encontrar la casa de esa mujer.
No resultó tarea fácil. Esos retorcidos cuentistas esconden la información como si fuera el código de seguridad de una tarjeta de crédito; que si agujeros en el suelo a los que te lleva un conejo blanco, que si bosques frondosos donde viven cerdos constructores… Tenía claro dónde había conejos, blancos no, pero supuse que me podían servir de los normales. Lo de los cerdos me habría costado lo suyo si no fuera por el paseo que dimos el domingo, terminamos en el polígono industrial y allí, junto a una empresa de ladrillos, estaba la fábrica de fiambres y me dije “Ahí lo tienes, Tomás, los gorrinos constructores”. Lo más duro era encontrar los dichosos fuegos fatuos, que a saber qué aspecto tenían, aunque la semana anterior recibí una pista bastante buena, gentileza de Disney, mientras veíamos su última película; algo sobre una niña que convierte a su madre en oso o algo así. A Luís le gustó, yo sólo escrutaba las escenas buscando algún parecido con el monte que hay al lado de la carretera, pero nada, ni los árboles son de la misma especie, porque aquí se da más lo que viene siendo el pino piñonero y desconozco la existencia de piedras mágicas en los alrededores.
Convencido de que no necesitaba más información y consciente de que el tiempo se me agotaba, cosa harto normal a mi edad, me pertreché con mis alpargatas, la cachaba y la boina calada hasta las cejas y salí de casa en cuanto todos se habían marchado a trabajar.
Juro que lo intenté, intenté no cruzarme con Abilio, Juan y Wenceslao, mis compañeros de tute y anisete los jueves en el hogar del jubilado, pero esos siempre andan merodeando por el extrarradio y apenas llegué al parque me topé con ellos. Cruzamos unas palabras sobre el tiempo, que todo aquello era campo cuando éramos jóvenes y un par de temas más que forman parte de nuestro repertorio habitual. Yo temía el momento en que me preguntaran a dónde iba y no tardó en llegar, así que, tras barajar diferentes opciones, decidí decirles la verdad, con suerte lo tomarían por majaderías de viejo y me dejarían en paz; pero nada más lejos, se empeñaron en acompañarme en mi aventura. Cogimos el sendero que tantas veces habíamos recorrido de mozos, cuando subíamos a vendimiar donde el tío Bartolo, que siempre fue un potentado; fue allí precisamente donde sonaron los tiros y Abilio cayó al suelo. Pensando que era otra vez la guerra, nos tumbamos nosotros también, y entonces llegaron ustedes y el resto de la historia ya la conoce, señor agente del SEPRONA.
Lo que le agradecería es que no le contara nada a mi familia de lo de la bruja, porque si se enteran me meten en la residencia de cabeza, que mi yerno anda con las ganas de hace tiempo y no es cuestión de darle motivos ¿no le parece?”

Comentarios (12):

lunaclara

28/10/2013 a las 18:04

Guau! Tu relato es super divertido y me ha sorprendido mucho el final. Iba a decirte de meter algun dialogo, pero no, no le hace falta. Solo echo de menos el saber por que andaba por el bosque el agente del SEPRONA… Felicidades!!!

Anna

28/10/2013 a las 23:00

Muy bien construido y muy bien narrado. Realmente has captado muy bien el tono de soliloquio de este abuelo aventurero. Me quedo con las ganas de saber de donde venían los tiros y que hacía el agente del SEPRONA por allí, pero es secundario. Felicidades.

Aurora

29/10/2013 a las 16:56

Gracias a las dos, es la primera vez que participo y me alegro de que guste. Estoy aprendiendo de veras con este taller.

Servio Flores

30/10/2013 a las 04:51

Muy entretenido! Me ha gustado mucho.
Felicidades, muy bien hecho.

Abbey

30/10/2013 a las 21:54

Ironía en estado puro. Adorable ese abuelete. Fantástico el juego que haces con la fantasía y la realidad. Muy bueno.
(gracias por tu visita)

Merche

01/11/2013 a las 13:47

¡Genial! Una historia original, muy divertida y bien contada. Me ha gustado mucho la mezcla de fantasía y realidad y el giro final, sorprendente. Gracias por compartirla.

Iracunda Smith

01/11/2013 a las 16:21

Y justo cuando pensaba que iba a aparecer la bruja… ¡zas, el SEPRONA! jajaja
Por favor dime que Abilio está sano y salvo, que sólo fue un susto 😛

Emyl Bohin

02/11/2013 a las 00:30

Felicidades. Un relato muy divertido y con una gran dosis de imaginación. El final, sorprendente y abierto, obliga al lector a completarlo según sus propias vivencias.

Aurora

02/11/2013 a las 12:29

Gracias a todos, de verdad, veremos si el siguiente sale tan bien, porque el temita se las trae.

Aurora

02/11/2013 a las 12:30

Para los que preguntáis por Abilio, se encuentra bien, sólo tenía tres o cuatro perdigones en el culo. Tendrá que pasar una temporada sentado en un flotador, pero eso es todo.

Aitor

07/11/2013 a las 20:57

Me ha gustado mucho, no sé si el personaje cree realmente o padece algún tipo de enfermedad, pero es un personaje al que se le coge cariño.

Montse León

09/11/2013 a las 21:25

Original, divertido, dinámico y maravilloso.

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