LA CAZA

Dos hombres disfrazados de verdugos medievales, custodian a una mujer que lleva una capucha en la cara. La capucha lleva dos pequeñas aberturas a la altura de los ojos y otra sobre la nariz. Lleva las manos atadas a la espalda.
Miles de personas, todas ellas disfrazadas, ocupan la calle. Es Carnaval.
El trío se detiene a unos pocos metros de la multitud. Uno de los verdugos dice: “Ahora te soltaremos para que vayas hacia la gente. Recuerda que entre la multitud hay seis cazadores. Si cuando el reloj de la Iglesia da las 6 de la mañana todavía estás con vida, serás libre y no volverás a saber de nosotros. ¡Venga, lárgate!
La mujer corre hacia el gentío ante la mirada burlona de los dos verdugos. Intenta abrirse paso entre la muchedumbre, tropieza con un fornido centurión romano que le dice risueño: “Podrías ser mi esclava, ¿qué te parece?”.
Asiente moviendo repetidas veces la cabeza. “¿Qué te pasa, no tienes lengua?” -dice burlón, el centurión. Ella sigue moviendo la cabeza. El centurión hace un gesto de desdén y se aleja de ella.
Mira a su alrededor intentando descubrir a alguno de sus perseguidores. Sobresaltada, descubre a una Muerte que, con la guadaña en la mano, se dirige hacia ella. Una mezcla de sudor y lágrimas resbala por su rostro y un fuerte dolor le oprime el pecho. Respira hondo –por la nariz- un par de veces y se abre paso entre el gentío, intentando huir de la Muerte. Frente a ella, a lo lejos, divisa otra Muerte que también parece ir a por ella. Quiere gritar, pero no puede. Un dolor fortísimo le oprime el pecho. Intenta ir hacía la acera dónde parece haber menos gente. Quizá una vez allí pueda correr y huir de ellos. Pero ¿cómo va a huir de los seis, si ni quiera sabe qué aspecto tienen? ¿Y si se equivoca y al huir de las Muertes se está metiendo en la boca de lobo? No, algo le dice que las Muertes son dos de ellos
Se topa con una pareja de Cleopatra y Marco Antonio y éste, le dice: “¿Quieres que te libere nena?”. Ella mueve repetidas veces la cabeza asintiendo. El corazón le late cada vez más deprisa. “Ya eres libre”, le dice Marco Antonio al desatarle las manos. Se quita la capucha y se arranca la cinta adhesiva de la boca, ante la mirada atenta de la pareja.
“Seis… son seis hombres. Me persiguen. Quieren matarme”, dice atropelladamente.
“Vivimos a doscientos metros de aquí, vamos a casa y nos lo cuentas todo, tomando una copa”, dice Cleopatra. Sin dejar de mirar atrás, por si alguien les sigue, se alejan apresuradamente de la multitud.
-Ahora que estamos sentados tranquilamente, cuéntanos tu historia, dice Marco Antonio.
-Fue en el parking, cuando estaba abriendo la puerta de mi coche, alguien me agarró y me metió dentro de la furgoneta que estaba aparcada al lado. Todo fue muy rápido. Eran dos hombres encapuchados, cada uno de ellos tenía un hacha en la mano. Me dijeron que si gritaba me cortarían la cabeza, luego me dieron esta ropa y me ordenaron que me la pusiera. Uno de ellos me dijo: “Esto es un juego, un juego en el que te juegas la vida. Vas a ir a una fiesta de carnaval, allí te soltaremos. Mezclados entre la gente disfrazada habrá seis personas que irán a por ti. Ellos son los cazadores y tú eres la presa. Si logras sobrevivir hasta las campanadas de las seis de la mañana, habrás ganado, sino ¡que Dios se apiade de tu alma!” y soltó una siniestra risotada. El otro encapuchado, me ató las manos a la espalda, me tapó la boca con la cinta y me puso la capucha. Luego me llevaron hasta aquí.
Llaman al timbre. Cleopatra contesta por el telefonillo: “Subid”.
Unos fuertes temblores se apoderan de la mujer cuando ve entrar a tres personas disfrazadas de la Muerte y al centurión. Quiere gritar pero de su garganta no sale más que un sonido ahogado. Sin poder controlarse, se orina en el salón, entonces Cleopatra le dice: “No son más de las tres, así que has perdido el juego, pero no te preocupes que no te va a pasar nada, salvo que ganarás una buena cantidad de dinero. En realidad esto no es más que el episodio piloto de “La Caza”, un nuevo programa de televisión.