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El día que conocí a Javier - por Javier Cenit
Estaba un poco nerviosa. Tenía toda la esperanza puesta en el día de hoy, pero la duda de si sabría afrontar el cambio, me asaltaba una y otra vez; cuando regresara a casa, mi vida ya no sería igual.
La tarde transcurrió lenta. De vez en cuando, miraba de reojo el reloj del doctor y parecía que las manecillas no avanzaban. De madrugada, el cansancio y el sueño se apoderaron de mí y la noche se me hizo eterna. A las cinco menos cinco, por fin, se oyó un llanto desconsolado y no pude evitar reír y llorar de emoción: entre mis brazos, su cuerpecillo desnudo olía a perfume de vainilla.