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YO, PEDRO OJUELAS - por Rafael Angel Lara L.R.
Ese día un alarido de bestia hambrienta se comía en grandes trozos mi código interno. Miré frenético en diferentes ángulos, y múltiples espejos me devolvieron el rostro transfigurado en un apetito que ultrajaba la razón.
Quedé a la deriva: era mi noche.
Horas después, como criatura que vuelve de un oscuro laberinto, mis ojos identificaron los barrotes de una celda. Recluido y sin esperanza, solo me acompañaba su última mirada suplicante y el delicado aroma de su perfume.
Al tercer día estaba ante el juez.
—De pie —fue la orden.
Un caballero de birrete y negro gabán ingresó a la sala.
—Pueden sentarse —saludó.
Mirando el expediente hizo la pregunta.
—¿Quién es Pedro Ojuelas?
—Soy yo, señor juez —respondí.
—Ante Dios y los hombres, ¿jura decir la verdad?
—¡Sí, juro!
Sentí el filo de la justicia en mi cuello. Mientras la libertad se iba, mi conciencia regresaba.