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Las Meninas o El Arte de la Venganza - por Cristina Soto Torres
Sin que el artista tuviera tiempo de reaccionar, el perro le arrebató el pincel de la mano.Correteó de vuelta hacia su esquina mientras lo mordisqueaba. Lo dejó hecho trizas. “¡Maldito chucho!”, pensó Velázquez. Miró al animal con ira pero no perdió la compostura. Demasiados testigos. Eligió otro pincel y continuó elaborando en su paleta la tonalidad exacta para el cabello de la infanta Margarita. Se detuvo un instante. Llamó a Nicolasito y le dio instrucciones al oído. Este sonrió y obedeció encantado. Desde entonces lleva siglos pisoteando con disimulo al mastín que soporta resignado su castigo.