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El valor es una cosa y no tener miedo otra - por Otilia
Al entrar en la sala, el silencio la sobrecogió. Dio unos pasos y envuelta en la atmósfera de su perfume, ella fue el sonido. Escuchó los latidos de su corazón y, al respirar hondo, el aliento que circulaba como un torrente hasta los pulmones.
En su ocio con amigos buscaba emociones intensas para liberar adrenalina.
Empezaron de adolescentes bañándose por la noche en el negro mar.
Haciendo “puenting” sintieron los segundos de pánico en caída libre.
Así hasta la cámara anecoica, el lugar más silencioso del planeta. Sabían que la experiencia era peligrosa: perderían la orientación, luego sufrirían alucinaciones y de seguir más tiempo en ella podría conducirles a la locura.
Angustiada se dirigía hacia la puerta cuando unas voces le devolvieron la conciencia del lugar y retornó el sosiego:
―Señorita, ¿está bien?
―Sí, gracias ―dijo mientras encaraba cientos de ojos expectantes.
La audaz profesora impartía su primera clase.