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Ebrio amor hincado ante un retrete - por Rafael PérezR.
“¿Quién es capaz de contar el número de tragos que necesita una decepción para diluirse?”, reflexionaba a medias mientras el reflejo de su rostro oscilaba en el agua sucia del retrete.
Ya la noche llevaba rato cubriendo su mitad del planeta, mientras ella tal vez se bronceaba en el otro hemisferio, ajena a él y al cáncer de piel.
Se incorporó a tientas, limpió el vómito de las comisuras de sus labios, escupió el amargo sabor a esperanza que le obligaba a pronunciar las palabras “vuelve a mí” y jaló la palanca que se llevaría todo al carajo de una buena vez. Un remolino azul con olor a desinfectante se formó en la taza y él sonrió con desgano.
Solo botellas vacías quedaban alrededor, así que dándole un gran trago al perfume favorito de su amada, brindó a su salud mientras eructaba con aroma a Chanel No. 5.