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Edredón. - por Gisela Lupiañez
El hombre sueña. El sol calienta su cuerpo, el viento juega entre sus alas. Muy lejos, allá abajo, ve pasar los bosques infinitos que nunca amarillean, las cimas de las montañas pintadas por las primeras nieves. Vuela repartido en un millar de cuerpos tibios, blancos y estilizados. La superficie espejada de los lagos le devuelve su reflejo, el de una bandada de gansos que se dirigen gozosos a su nuevo hogar, sin saber que nunca llegarán.
El hombre sueña arropado con nuestras plumas robadas. Cuando recordamos la vida y la libertad, antes de que las trampas y la muerte nos convirtieran en lo que somos somos ahora, él sueña.