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MADRES - por María Jesús Hernando NavasR.
Madre habitaba en la noche. Desde que la vida dejó su nido vacío, construyó un muro de silencio cada vez más alto y más ancho que nos era imposible atravesar con las palabras. Solo conseguíamos despertar su mirada cuando las cuatro nos reuníamos para darle el masaje semanal con su perfume favorito. El aceite de romero con el que la menor de mis hermanas frotaba su espalda primero, después sus hombros y, por último, sus doloridas rodillas −mientras las demás ayudábamos a que ese instante fuera cómodo y placentero− le devolvía la sonrisa durante apenas unos segundos. Suficientes para que renaciera la esperanza de volver a estar reunidas,en torno a un cuento,con la mamá de nuestra infancia. Desconsuelo inmediato al comprobar que todo había sido un espejismo: mamá no volvería nunca. Las madres, ahora, éramos nosotras.