<< Volver a la lista de textos
Hasta siempre - por Peckel Nayer
―Creo que vas a tener que pensar en algo mejor si pretendes que alguien pueda viajar en él ―Le interrumpió una voz desconocida―. Solo con que el capitán sea medianamente corpulento, el resto nos quedaremos en tierra.
-¿Perdón? ―Acertó a responder David.
―Perdona, mi vuelo lleva varias horas de retraso y estoy de los nervios ―Suspiró―… Pero no he podido evitar fijarme en que llevas más de 15 minutos intentando mejorar ese avión de papel― Hizo una pequeña pausa ante la expresión de asombro de su interlocutor y prosiguió―. Perdóname si te he molestado, me llamo Matías.
―Tranquilo, no tiene porque disculparse. Me llamo David y estoy… la verdad es que no sé muy bien lo que estoy haciendo… Digamos que estaba acordándome de alguien que conocí aquí hace algunos años y mis manos necesitaban una distracción.
―Bueno, supongo que habrá pocos sitios mejores que un aeropuerto para conocer gente interesante.
―Y que lo diga. Laura prometía mucho. Lástima que…
―Perdona hijo ―Le interrumpió Matías mientras alzaba la vista para ver como algunas personas abandonaban los asientos de la sala de espera, en el exterior de la cafetería ―. Veo movimiento por ahí fuera. A ver si con un poco de suerte podemos salir ya.
―No se preocupe. Eso es más importante…
―Mi nieto me espera… Perdona otra vez y feliz navidad! Mucho gusto.―Concluyó mientras se alejaba rápidamente.
―Claro. Que le vaya bien Matías. Feliz Navidad.
Había sido breve, una interrupción tan breve que apenes le costó volver a evadirse de la realidad y sumergirse profundamente en sus pensamientos.
<< ¿Te acuerdas Laura? Es parecido al que me hiciste. Era algo más sencillo y de color azul, pero también fue mucho más especial. No me separé de aquel avioncito hasta que me desperté al día siguiente y lo descubrí hecho una boñiga de papel, debajo de la almohada. ¿Sabes? Por más que lo pienso, no acabo de entender como le pude coger tanto cariño a aquella niñita. Era un retaco! Pequeñita y chillona, y con un aparato corrector enorme― Esbozó una sonrisa ―.Solo pudimos vernos tres veces, tres Nochebuenas seguidas en las que el azar cruzó nuestros caminos en este mismo aeropuerto. Congeniamos, de eso no hay duda. Te convertiste en mi primera amiga. La primera persona en instalarse en mi corazón y, a su vez, la primera en hacerlo añicos. Las siguientes cuatro Navidades me tuviste de brazos cruzados, enfadado, esperándote en esos bancos de ahí enfrente. Pero nunca apareciste. Si no me hubiera cruzado con tus padres cuatro años después de que nos viéramos por última vez , quizás mi enfado se habría evaporado con el paso de los años y a estas alturas ya te habría olvidado. Pero no. Aquel día tu padre se acercó y puso su mano sobre mi hombro. Un amable preludio teniendo en cuenta que segundos más tarde martillearía mi mundo contándome que habías muerto. Es irónico que en un mundo como este, podrido por la codicia y el egoísmo de unos pocos, haya gente que muera por tener un corazón demasiado grande. No es justo. No lo es. ― Consiguió salvar con su mano una lágrima que estaba a punto de precipitarse por su mejilla izquierda. En fin Laura ―Se recompuso―, ésta es la última vez que hago esto. No puedo seguir acudiendo aquí cada Nochebuena. Necesito pasar página y dejarte ir. Esto es una despedida. Me habría encantado tener la posibilidad de conocerte más, de pasar más tiempo contigo… >>
Dejó caer una moneda de dos euros en el mostrador y se enfundo la cazadora. Mientras abrochaba la cremallera inspiró profundamente y susurró sus palabras de despedida.
―Estés donde estés Laura, hasta siempre ―. Y se encaminó hacia la salida.
―Disculpe caballero, ¿No se lleva sus aviones? ― Le preguntó el camarero justo antes de que abandonara el establecimiento.
―Tranquilo, puedes tirar…― Se interrumpió asimismo― ¿Aviones? Solo he hecho uno…
Volvió sobre sus pasos hasta que sus piernas dejaron de obedecerle y pararon. Se quedó petrificado. En el taburete donde había estado sentado se encontraba un pequeño avión de papel azul, muy parecido al que le había regalado Laura años atrás. ¿Solo parecido?. Lo cogió con delicadeza, como si corriera el peligro de deshacerse como castillo de arena.
No podía explicarlo pero una cálida sensación ascendió por sus manos y recorrió todo su cuerpo. En una de las alas del pequeño avión de papel había escritas dos palabras con una caligrafía familiar, claramente infantil.
“Hasta siempre”.