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Del espejo a través - por Alejandro Gamero
Encendió un cigarro, abrió el cajón de la mesa de su escritorio y sacó el manuscrito. Acarició las letras a dos tintas de la portada. El título rezaba Del espejo a través sobre el nombre de la autora. Había aparecido en una vieja caja de zapatos debajo de la cama de su apartamento. Para el resto de sus compañeros sólo era una prueba más del horrible asesinato. A nadie conocía que pudiera comprender el significado de tener un inédito, el último, de Hiromi Yoshimoto entre las manos.
El corazón se le puso patas arriba cuando, en la primera página, leyó cómo la propia Hiromi Yoshimoto, convertida en personaje, decidía tomarse unas vacaciones en un escondido pueblecito de montaña, el mismo donde estaba él ahora. Cada página fue confirmando, hasta el más insignificante detalle, la versión reconstruida de los últimos días de Hiromi. El asesinato no se produjo hasta la página 215. En la 203 lo intuyó y tembló tanto que casi se le cayó el libro de las manos. Pero el pasaje no desveló misterios. Según el relato, Hiromi no conocía al asesino. No era ninguno de los sospechosos. Ni un conocido, vecino o alguien que hubiera visto antes. La descripción tenía lo mejor y lo peor de la literatura negra: suficientemente minuciosa y excesivamente general. Sólo pudo saber que era alguien asiático. En la página 216 la historia continuaba ya sin Hiromi y horrorizado decidió cerrar el libro y sepultarlo en lo más profundo del cajón de su escritorio.
Dos días de desvelos después se armó de valor y decidió volver al manuscrito. No se había atrevido a contárselo a nadie, no por lo menos sin haber llegado al final de la historia. En la página 217 esperaba encontrarse a sí mismo encontrando la novela bajo la cama del apartamento de Hiromi. No sabía si reír o llorar cuando descubrió que se equivocaba. En la 217 la historia cambiaba radicalmente para centrarse en la vida de un mediocre y resentido escritorzuelo llamado Endo Ryu. Aliviado, siguió leyendo la novela por inercia, hasta que setenta y tres páginas después descubrió que la insignificante novela a la que Endo había dedicado toda su vida se llamaba Del espejo a través. Las doscientas dieciséis páginas primeras del manuscrito que tenía en las manos eran el comienzo de la novela de Endo e Hiromi su protagonista. La vista se le enturbió. Metió el manuscrito en el cajón y fue a la ventana a tomar el aire y a fumarse un cigarro. Después volvió al escritorio y al libro. En la siguiente página releyó el asesinato de Hiromi. Aquí se desvelaba que el criminal era el propio Endo, que había entrado en su novela para matar a su personaje.
Después del asesinato vino lo que había temido casi desde la primera página. Él mismo aparecía en la novela, encontrando el manuscrito debajo de la cama del apartamento. Aparecía en su escritorio, fumando un cigarro, sacando el manuscrito, acariciando la portada a dos tintas, abriéndolo y sorprendiéndose desde la primera página. Todo lo que fue leyendo, palabra por palabra, respondía a sus últimos tres días. Y llegó al momento exacto en el que estaba ahora mismo. Sintió que pasar la página era echar una mirada furtiva al futuro y segundos después, aterrorizado, lo hizo. En el libro el teléfono de su escritorio sonaba y lo descolgaba casi automáticamente. Después de preguntar quién era, la voz que sonó al otro lado decía exactamente lo que sigue:
‒Como ya se habrá imaginado soy Endo Ryu. Entiendo que esta inquietante situación le resulte desagradable. Le llamo para confesarle la verdad: somos personajes de ficción de Hiromi. Usted y yo, todos aquellos a los que cree conocer o quiere, familiares, amigos, vecinos o conocidos, todos. El mundo que le rodea forma parte de la última novela de Hiromi Yoshimoto titulada Del espejo a través. Yo, condenado a saberlo, quise tomar mi venganza escribiendo una novela homónima donde el personaje asesinaba al autor. Pero todo, por encima de esta realidad, está escrito por Hiromi. La víctima es también la asesina.
‒¿Por qué me cuenta todo esto?
‒Esta confesión no depende de mí. Somos personajes literarios y no tenemos libertad. Este es el retorcido plan literario de una autora que quiere construir un relato especular…
En aquel preciso instante, mientras aún no acababa de leer esta última frase, el teléfono sonó, cortante como un cuchillo, y el libro se le cayó de las manos.