Literautas - Tu escuela de escritura

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Fíjate - por Irati

El autor/a de este texto es menor de edad

Sentí el espeso líquido deslizándose por todo mi cuerpo. Me envolvió completamente, y todo se tornó rojo, como si mirara el mundo a través de un paño. El bosque pareció envuelto en la luz del atardecer, a pesar de que aún era temprano. Las siluetas frente a mi se desdibujaron, pero sus voces seguían llegándome con claridad.
-Parece que la han estrangulado -comentó uno de los hombres, mirando a sus dos compañeros. Todos iban vestidos de manera idéntica.
El resto simplemente asintió, como llevaban haciendo desde que llegaron.
-Fijaos en estas marcas en el cuello -dijo el mismo hombre.
Arrodillándose junto al cuerpo de la mujer, que yacía boca abajo, deslizó un dedo rechoncho embutido en un guante de látex por su cuello.
-¿Y por que iba alguien a querer estrangularla? -se atrevió a preguntar uno de sus acompañantes.
El que estaba arrodillado sonrió. Estaba esperando esa pregunta.
-Si, no tiene sentido, ¿verdad? -dijo poniéndose en pie y girándose hacia su público. A través de la capa de sangre, ya casi seca, que me cubría, pude ver como me daba la espalda. -Después de todo, parece que no le han robado nada. Todas sus pertenencias están en el hotel y, según los testigos, cuando salía a pasear solo llevaba su libreta y su cámara de fotos.
-¿Libreta? -preguntó el tercer hombre, que había estado callado hasta entonces.
-Era escritora, estúpido. ¿No te leíste el informe? -susurró en su oreja el segundo.
El jefe les dio la espalda. Paseó la mirada por el bosque, y por un momento pensé que la fijaba en mí. Pero no fue así, por supuesto. Nadie se fija nunca en las piedras.
-Mmm… pues si era escritora igual estaba investigando algo… y por eso la mataron… -aventuró el que no había leído el informe.
-Si, claro. Muchas pelis ves tú…
-Yo que se… no es de por aquí, ¿no? ¿Que podía estar haciendo aquí, si no investigar?
-Pues estaba de vacaciones, claro.
-Dejad ya de hablar, lo dos -los cortó la seca voz del jefe -. Y tú -añadió, apuntando con el dedo al tercer hombre -, la próxima vez no vengas sin leerte el informe. La víctima escribía fantasía.
-¿Fantasía? -preguntó el otro, poniéndose rojo.
-Si, fantasía. Mira -dijo arrodillándose para coger la libreta que la víctima llevaba en el bolsillo -. Dibujos de árboles. ¡Árboles con ojos! No creo que haya descubierto nada por lo que alguien pudiera querer matarla.
Sentí el movimiento de las hojas del árbol sobre mí. El viento las acarició y de ellas salió un sonido parecido a una risa queda. El movimiento hizo que otra gota de sangre resbalara desde las hojas y cayera sobre mi. Los hombres, por supuesto, no se fijaron en eso. Solo era el viento.
El murmullo de la risa se extendió por todo el bosque, y me estremecí. Bueno, supongo que me hubiera estremecido si pudiera moverme. Pero las piedras no nos movemos. Simplemente sentí como si una grieta se expandiera por mi cuerpo, fragmentándolo.
La rama del árbol, recubierta de sangre, tenía un pequeño amuleto colgando. La mujer había pensado que lo protegería. Pobres humanos. Nunca se fijaban en los árboles, y cuando por fin lo hacían, cuando intuían que podían ser algo más, que no eran como las farolas de sus calles, no se les ocurría pensar que los árboles no querían que nadie se fijara en ellos.
Espero que nadie se fije nunca en las piedras.