Ejemplos de cómo escribir escenas de acción

Descubre cómo escribir escenas de acción más realista gracias a esta serie de ejemplos clásicos y modernos.

Cómo escribir escenas de accion - ejemplos

Hace unas semanas hablábamos en el blog sobre los consejos para escribir escenas de lucha. En esta segunda entrada vamos a ver seis ejemplos extraídos de libros y autores muy distintos entre sí, para poder analizar cómo resolvieron ellos sus escenas de acción. A ver qué os parecen:

Fragmento de Harry Potter y la Orden del Fénix, de J.K.Rowling

Bellatrix levantó la varita y exclamó:

—¡Crucio!

Neville soltó un aullido y encogió las piernas hacia el pecho, de modo que el mortífago que lo sujetaba tuvo que mantenerlo en el aire unos instantes. Luego el hombre soltó a Neville, que cayó al suelo mientras se retorcía y chillaba de dolor.

—¡Eso no ha sido más que un aperitivo! —exclamó Bellatrix al tiempo que levantaba de nuevo la varita. Neville dejó de chillar y se quedó tumbado a sus pies, sollozando. La mortífaga se dio la vuelta y miró a Harry—. Y ahora, Potter, danos la profecía o tendrás que contemplar la lenta muerte de tu amiguito.

Esta vez Harry no tuvo que pensar: no le quedaba alternativa. Estiró el brazo y les tendió la profecía, que se había calentado con el calor de sus manos. Lucius Malfoy se adelantó para cogerla.

Pero entonces, de repente, en la parte más elevada de la sala se abrieron dos puertas y cinco personas entraron corriendo en la sala: Sirius, Lupin, Moody, Tonks y Kingsley.

Malfoy se volvió y levantó la varita, pero Tonks ya le había lanzado un hechizo aturdidor. Harry no esperó a ver si había dado en el blanco, sino que saltó de la tarima y se apartó con rapidez. Los mortífagos estaban completamente distraídos con la aparición de los miembros de la Orden, que los acribillaban a hechizos desde arriba mientras descendían por las gradas hacia el foso. Entre cuerpos que corrían y destellos luminosos, Harry vio que Neville se arrastraba por el suelo, así que esquivó otro haz de luz roja y se tiró a tierra para llegar hasta donde estaba su amigo.

Fragmento de El zorro, de Isabel Allende

Tres veces pudieron recargar los mosquetes antes de que el jefe Lobo Gris, seguido por sus más valientes guerreros, lograra trepar la barricada e invadir la nave, donde fue recibido por los españoles. En el caos de la batalla el capitán Alejandro de la Vega nunca perdió de vista al jefe indio, y tan pronto logró liberarse de los enemigos que lo rodeaban, le saltó encima, enfrentándolo con un rugido de fiera, sable en mano. Dejó caer el acero con todas sus fuerzas, pero dio en el vacío, porque el instinto del jefe Lobo Gris le advirtió del peligro un segundo antes y alcanzó a hurtar el cuerpo, echándose hacia un lado. El brutal impulso empleado en la estocada desequilibró al capitán, quien se fue hacia delante, tropezó, cayó de rodillas y su espada se golpeó contra el suelo, y se partió por la mitad. Con un grito de triunfo, el indio levantó la lanza para traspasar al español de lado a lado, pero no alcanzó a completar el gesto porque un culatazo en la nuca lo tiró de boca y lo dejó inmóvil.

Fragmento de El retorno del rey, de J.R.R.Tolkien

De pronto, la bestia horripilante batió las alas, levantando un viento hediondo. Subió en el aire, y luego se precipitó sobre Eowyn, atacándola con el pico y las garras abiertas.

Tampoco ahora se inmutó Eowyn: doncella de Rohan, descendiente de reyes, flexible como un junco pero templada como el acero, hermosa pero terrible. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal. Y cuando la espada cortó el cuello extendido, la cabeza cayó como una piedra, y la mole del cuerpo se desplomó con las alas abiertas. Eowyn dio un salto atrás. Pero ya la sombra se había desvanecido. Un resplandor la envolvió y los cabellos le brillaron a la luz del sol naciente.

Fragmento de Los tres mosqueteros, de Alexandre Dumas

Acababa de terminar cuando D’Artagnan le alargó una furiosa estocada que, de no haber dado con presteza un salto hacia atrás, es probable que hubiera bromeado por última vez. El desconocido vio entonces que la cosa pasaba de broma, sacó su espada, saludó a su adversario y se puso gravemente en guardia. Pero en el mismo momento, sus dos oyentes, acompañados del hostelero, cayeron sobre D’Artagnan a bastonazos, patadas y empellones. Lo cual fue una diversión tan rápida y tan completa en el ataque, que el adversario de D’Artagnan, mientras éste se volvía para hacer frente a aquella lluvia de golpes, envainaba con la misma precisión, y, de actor que había dejado de ser, se volvía de nuevo espectador del combate, papel que cumplió con su impasibilidad de siempre, mascullando sin embargo:

—¡Vaya peste de gascones! ¡Ponedlo en su caballo naranja, y que se vaya!

—¡No antes de haberte matado, cobarde! —gritaba D’Artagnan mientras hacía frente lo mejor que podía y sin retroceder un paso a sus tres enemigos, que lo molían a golpes.

—¡Una gasconada más! —murmuró el gentilhombre—. ¡A fe mía que estos gascones son incorregibles! ¡Continuad la danza, pues que lo quiere! Cuando esté cansado ya dirá que tiene bastante.

Pero el desconocido no sabía con qué clase de testarudo tenía que habérselas; D’Artagnan no era hombre que pidiera merced nunca. El combate continuó, pues, algunos segundos todavía; por fin, D’Artagnan, agotado dejó escapar su espada que un golpe rompió en dos trozos. Otro golpe que le hirió ligeramente en la frente, lo derribó casi al mismo tiempo todo ensangrentado y casi desvanecido.

Fragmento de Africanus, de Santiago Posterguillo

—¡Seguidme los que podáis! ¡El general está en peligro! —Y sin esperar respuesta de sus soldados, salió del grupo cartaginés y se abrió paso a espadazos entre los iberos. Embestía con tal ferocidad que, una vez que derribó a dos guerreros enemigos, el resto se hizo atrás.

Varias decenas de soldados siguieron el ataque de Aníbal. Nuevos refuerzos iberos les salían al paso, pero la determinación de Aníbal era tal que enemigo tras enemigo caían bajo sus golpes. La sangre fluía por el filo de su espada hasta llegarle a la mano y luego al codo. Tenía gotas de salpicaduras por el rostro y alguien le había herido en un brazo, pero seguía firme, avanzando en dirección a su padre. Ya no se veía a Amílcar, sino sólo un montón de iberos en círculo asestando golpes. Aníbal presentía lo peor. El resto de los soldados que le acompañaban había comprendido lo que ocurría y parecía haberse contagiado del mismo espíritu de rabia que empujaba a Aníbal.

Amílcar combatía rodeado de enemigos. Uno a uno caían los pocos soldados cartagineses que luchaban por protegerle. Eran decenas de iberos los que se habían lanzado contra ellos. A lo lejos parecían oírse los bramidos salvajes y desoladores de los elefantes, pero parecían no llegar nunca. En ese momento sintió la primera herida, profunda, en el costado. Un sesgo que le hizo doblarse. A su lado cayó otro soldado cartaginés. Escuchó la voz del resto.

—¡Han herido al general! ¡Han herido al ge…!

Aquel soldado no pudo terminar. Una espada ibera cercenó su garganta al tiempo que su grito interrumpido advertía a sus compañeros del desastre infinito. Los iberos terminaron con el resto de la escolta y se abalanzaron sobre Amílcar. Éste se alzó una vez más y opuso su escudo como resistencia. Por alguna razón no tenía fuerza para utilizar el otro brazo y combatir con su espada. No se percataba de lo profundo de la herida que le había cortado los músculos de su antebrazo derecho. En ese momento llegó un golpe definitivo por la espalda y sintió su cuerpo temblar y caer al suelo de bruces, con el rostro hacia la tierra empapada por el arroyo que cruzaba el valle. Los iberos fueron a rematarle pero en ese instante cayeron sobre ellos un grupo de cartagineses rugiendo en tropel y asestando golpes mortales cargados de odio y venganza. Aníbal en especial abatió a tres iberos en tres golpes certeros en menos de cinco segundos. Los elefantes empezaron a llegar y hábilmente dirigidos por sus conductores aplastaban a los aterrorizados iberos que nunca antes habían visto semejantes bestias. En cuestión de minutos todos los guerreros que habían rodeado al general cartaginés fueron masacrados y en poco tiempo todo el ataque quedó repelido. Sin embargo, para Aníbal, todo había llegado tarde, infinitamente tarde.

Fragmento de Todo bajo el cielo, de Matilde Asensi

Lo que vino a continuación fue una de las escenas más insólitas que he contemplado en toda mi vida. El señor Jiang, a la velocidad del rayo, extrajo de su túnica un largo abanico de, al menos, el doble del tamaño normal y, con un golpe fulminante nos lanzó a Fernanda, a Biao, a Tichborne y a mí hacia atrás, contra el suelo, a mucha distancia. No recuerdo que me hiciera daño, pero la fuerza con la que me impulsó podía haber sido la de un ómnibus de París. Sin embargo, lo más increíble de todo fue que, apenas rozamos el suelo, el señor Jiang ya estaba peleando con los cinco matones al mismo tiempo sin apenas moverse y con el brazo izquierdo tranquilamente apoyado en la espalda, como si sostuviera una agradable conversación con unos amigos. Uno de los sicarios lanzó la pierna para darle una fortísima patada y el señor Jiang, sosteniendo tranquilamente el abanico contra el vientre, le golpeó con su pie de manera que la pierna del sicario rebotó hacia atrás pegando de lleno a uno de sus compañeros y lanzándolo contra un montón de basura. El tipo debió de quedar inconsciente porque ya no se movió y el de la patada, que había perdido el equilibrio, fue dando tumbos y moviendo los brazos en el aire hasta ir a estrellarse contra una gran roca que le dio de lleno en la cabeza y le hizo rebotar hacia atrás como una pelota. Mientras tanto, un tercer esbirro había tomado velocidad e intentaba propinar, en plena carrera, un terrible puntapié al señor Jiang por la izquierda. Pero el anticuario, que seguía sin alterarse, paró el golpe con el abanico, descargándoselo sobre el empeine. No quisiera equivocarme, porque lo que estoy contando ocurría con una rapidez tal que los ojos casi no podían seguirlo (y yo estaba todavía en el suelo, intentando levantarme), pero diría que, en ese momento, el esbirro, mientras retiraba la pierna, lanzaba el puño hacia el estómago de Lao Jiang, el cual, con toda parsimonia, le golpeó con el abanico en la muñeca y, de ahí, subió a la cara y le golpeó también. El tipo emitió un grito horrible y, al tiempo que su mejilla izquierda empezaba a sangrar abundantemente, su mano y su pie derechos colgaban, exánimes, como esos animales desollados que habíamos visto en las carnicerías suspendidos de un gancho. Mientras, otros dos sicarios se echaban a la carrera contra Lao Jiang con los puños extendidos; el primero se llevó un tremendo golpe de abanico en las costillas que lo dejó sin respiración y, el segundo, en el brazo con el que iba a batir al anticuario, de manera que ambos quedaron a un tiempo vacilantes permitiendo al señor Jiang aprovechar esos breves segundos para propinar, a uno, un tremendo abanicazo en la cabeza que lo hizo desplomarse contra el suelo como un pelele sin conocimiento y, al otro, una patada brutal en el estómago que lo catapultó hacia atrás encogido sobre sí mismo. Ninguno volvió a moverse.

¿Qué os parecen estas escenas? ¿Alguna otra que recordéis que os haya gustado?

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Comentarios (24):

Jennyfer

25/02/2014 a las 17:34

Me acabas de ahorrar un trabajo Iria, mi libro va de fantasía y los de J.K. Rowling me vienen ni que pintados, a parte de que me encantan. Iba a buscar esa escena para inspirarme, pero no recordaba donde estaba, y releerme el libro sería mucho tiempo, el libro es bastante gordo jajaja
Muchísimas gracias.

Literautas

28/02/2014 a las 13:32

¡Anda! Qué casualidad tan buena. jajaja Me alegra haberte ayudado y me parece una fuente de inspiración buenísima la que has elegido. Me encanta cómo escribe J.K.Rowling. 😉

Un abrazo y gracias por tu comentario

Pila Gonzalez

25/02/2014 a las 19:06

Muy bueno Iria, como siempre. Nos viene bien para analizar cada escritor y su forma de contar esas escenas. Muchos de esos libros los había leído y nunca le presté tanta atención como ahora a esas escenas. La de Africanus, cuando muere el padre de Anibal me acuerdo que fue tremenda cuando la leí el año pasado. Piel de gallina como ahora recordándola. Me gusta mucho como escribe Santiago Posteguillo. Me pasa que cuando leo algo de él, enseguida me dan muchas ganas de escribir. O me quedan dando vueltas en la cabeza algunas frases.

En la saga Canción de Hielo y Fuego hay un montón de estas escenas.

Me colgué con los talleres porque estoy metido en un proyecto literario, ya lo estoy por terminar, pero te sigo leyendo y en cualquier momento regreso.

Gracias por compartirlas y un saludo grande desde Nueva Zelanda.

PILA

Literautas

28/02/2014 a las 13:33

Gracias a ti por tu comentario, Pila. 🙂

A mí también me gusta mucho Posterguillo. Y también me ocurre con algunos autores eso que comentas de que, al leerlos, te entran muchas ganas de escribir. Es fantástico, ¿verdad?

Un abrazo y ánimo con ese proyecto! 😉

Serrano

26/02/2014 a las 00:11

Está excelente la información, gracias por el aporte. Espero lograr una buena impresión. Tengo tanto que escribir que no encuentro el tiempo suficiente para ello. Además ver una película no me es posible. Y lo peor de todo es que no tengo trabajo; aunque eso es por lo de las votaciones en mi país. Pues como es pequeño; las empresas esperan quien gana para poder manosear los impuestos. Así que hasta que se den, laboraremos. Espero no les incomode esto. Mejor no me hagan caso. Gracias, hasta entonces.

Literautas

28/02/2014 a las 13:34

Hola, Serrano

No te preocupes, es comprensible y todos tenemos que desahogar de vez en cuando. Espero que las cosas mejoren y que logres encontrar tiempo para escribir.

Un abrazo y mucho ánimo!!

Pato Menudencio

26/02/2014 a las 21:58

Muy buenos ejemplos, lo único que se, es que apenas pueda leeré “todo bajo el cielo”.
Saludos.

Literautas

28/02/2014 a las 13:36

Muchas gracias. Me alegra que te gusten.

“Todo bajo el cielo” me encantó, como todo lo que he leído hasta ahora de Matilde Asensi. Los libros de esta escritora los compro siempre con la certeza de que me van a proporcionar un fin de semana de aventuras y diversión; con el añadido de que, además, están bien escritos. ¿Qué más se puede pedir? 🙂

Un abrazo y gracias por tu comentario!

Cibeles

27/02/2014 a las 16:02

Gracias por los ejemplos, me hiciste recordar por qué me gusta Tolkien, el pasaje que pusiste tiene un estilo re épico XD El pasaje que más me gustó es el de Africanus, voy a ver si puedo conseguirlo :F

No sé si lo dije, porque lo pensé varias veces, pero el final de Dune tiene, en mi opinión, una pelea excelente. Es un poco larga por la tensión que la atraviesa, digamos, pero vale la pena.

Literautas

28/02/2014 a las 13:39

A mí también me encanta ese pasaje de Tolkien porque, entre otras cosas, ¡Eowyn es uno de mis personajes favoritos! jajaja

Estuve tentada de buscar una pelea de Dune para poner, pero como todavía no lo he leído (a ver si este año me saco esa espinita de una vez!) no me atreví porque me daba miedo arruinarme el libro por buscar esa escena. Así que gracias por el aporte! 😉

Un abrazo y gracias por tu comentario

Constanza

27/02/2014 a las 22:30

Me ha gustado mucho esta selección. Es como mejor se ven las técnicas. Gracias.

Literautas

28/02/2014 a las 13:40

Muchas gracias, Constanza. Estoy de acuerdo contigo. Por más vueltas que le demos, la mejor escuela de escritura está en lo que ya se ha escrito. 🙂

Un abrazo y gracias por tu comentario

Fernando Sanz

28/02/2014 a las 12:46

Me han gustado mucho el ejercicio y als escenas que nos has enviado. Es curioso cómo algunas de ellas me gustan y otras en cambio me resultan farragosas y enrevesadas. Quiero suponer que en estas afinidades se refleja de alguna manera nuestra forma de escribir y visionar las escenas de acción. Me gusta porque así es como lo haría yo. Palabra por aplabra. Vamos, en otras palabras, que me la han copiado.

En cuanto a escenas de acción que me hayan impactado especialmente, recuerdo una de los “Cuentos de Don” de Mijail Sholojov, en el que un cosaco que persigue al galope a su enemigo consigue alcanzarlo y desplazando el sable desde el hombro izquierdo hasta el cuerpo de su oponente lo derriba del caballo. Ha muerto antes de tocar la nieve.
Lo leí hace muchísimos años, pero esa imagen, probablemente ya distorsionada, no he podido quitármela de la cabeza.
Un saludo y gracias por provocar estímulos creativos. Que sean arte o no, en mi caso depende de la luna.

Literautas

28/02/2014 a las 13:42

Hola, Fernando

Es cierto, cada escena es diferente y tiene un estilo propio. Es normal que algunas nos gusten y se parezcan más a lo que escribiríamos, mientras que otras, no.

Y muchas gracias por el aporte. Me apunto el cuento para leerlo porque parece muy interesante. 😀

Un abrazo y gracias por tu comentario!

Eduardo Piero

03/03/2014 a las 15:16

Gracias por esta entrada. Definitivamente son muy aleccionadoras.

Eduard

29/07/2014 a las 19:06

Me gustaría agradecerle el tiempo que ha dedicado a recopilar toda esta información tan útil y así, darnos la posibilidad de aprender un poco más sobre este tipo tan específico de escritura. La complejidad que invoca supone un reto para todos aquellos que queremos escribir escenas de acción. A su vez, estos ejemplos de escritores tan buenos nos ofrecen una plantilla óptima para minimizar los errores que anteriormente podríamos haber cometido.

Gracias por su tiempo, que es la cosa más difícil de tener.

Cesar

08/04/2015 a las 06:09

HOla. Me pueden por favor recomendar escenas de luchas y peleas de algun libro o de varios. Gracias

Darkesus

29/12/2015 a las 06:04

Muchas gracias me ha sido muy util, ahora podre escribir una mejor escena de accion.

Eddy

21/09/2016 a las 20:47

Muchas gracias

Simon

19/04/2017 a las 16:42

Gracias ahora ya se como hacer una escena de accion

Saludos

Marino Bustamante

20/08/2017 a las 02:16

En los fragmentos anteriores se observa de manera notoria, la complementariedad entre describir(decir) y mostrar(actuar). Ese equilibrio es el que permite que la historia sea agradable, atractiva.

Ricardo

06/02/2018 a las 19:32

Hola! Primero gracias por tener el tiempo de enseñarnos algo muy útil para quienes escriben relatos de acción. Quisiera saber como podría ser las escenas de acción rápida? Me explico por ejemplo alguien que corre y mientras lo hace, realiza otro tipos de acciones. Por ejemplo quitarse la ropa o sacar un arma. Algo así. Saludos desde Venezuela.

Literautas

12/02/2018 a las 10:38

Ricardo, es una pregunta compleja porque depende mucho del escritor y de la propia historia. Cada maestrillo tiene su librillo, que suele decirse. Sin embargo, lo mejor para crear una escena rápida es recurrir a frases breves, prescindir de adjetivos y usar más verbos. Esto da dinamismo a cualquier escena, así como golpes cortos de diálogo, que rompen la barrera entre el personaje y el lector. Los acerca mucho más y hace que la escena se lea con mayor fluidez.

Espero haberte ayudado. Un saludo a todos y gracias por vuestros comentarios.

José Márquez

11/09/2023 a las 10:22

buenos días, exelente información. Deseo obtener ayuda para una historia fisticia que estoy escribiendo.

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