“Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.” Fragmento de La canción de los cronopios, de Julio Cortazar.
Hay muchísimos escritores que manejan el lenguaje con maestría, pero pocos que trabajen la palabra de la forma en la que él lo hacía, convirtiéndola en un objeto plástico, maleable, sonoro. Leyendo algunos de sus textos a veces tengo la sensación de que Julio Cortázar no escribía, sino que era un escultor de palabras. Lo que él hacía era transgredir normas, dar forma a palabras nuevas y otorgarles un significado a través de su sonoridad o su contexto. En el capítulo 68 de Rayuela, por ejemplo, se pueden leer algunas tan peculiares como incopelusas, marioplumas o niolamas.
Pero de todas las palabras que salieron de la imaginación del autor, una de las más famosas es la de cronopios, que, junto con los famas y las esperanzas, protagonizan el original y divertido libro de cuentos Historias de Cronopios y de Famas.
¿Qué es un cronopio?
“Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados. En medio del corro el cronopio levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del cronopio es Salomé desnuda danzando para los famas y las esperanzas que están ahí boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias. Pero como en el fondo son buenos (los famas son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo al cronopio, que se recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, pobrecito.”
Los cronopios son unos seres ingenuos e idealistas, bastante desorganizados y sensibles; al contrario que los famas, unos bichos mucho más estrictos, organizados y de mente cuadriculada.
Conclusiones
A modo de cierre, me gustaría extraer una conclusión de la obra de Cortázar: no debemos comportarnos de forma rígida ante las palabras, como si fuésemos famas. Tampoco se trata de pasarnos al extremo de volvernos ininteligibles (¿de qué vale contar una historia si no hay nadie al otro lado para comprenderla?), pero sí debemos recordar que las palabras son un elemento flexible, transformable y que debemos divertirnos con ellas como cuando de niños dábamos forma a las bolas de plastilina. Así que recordad: lo mejor que le puede pasar a vuestros textos es que os comportéis como verdaderos cronopios.
Comentarios (4):
Cibeles
10/11/2013 a las 21:16
Me gusta mucho esta entrada, la verdad que no puedo creer que nadie la haya comentado todavía!
Es muy cierto lo que decís sobre el uso que hace Cortázar de las palabras, a mí siempre me impresionó el hecho de que en sus cuentos es imposible separar el contenido de la forma (al menos, ésa es la sensación que me da).
Por cierto, y ya que estamos hablando de experimentar con las palabras, recién terminé de leer los Ejercicios de Estilo de Queneau, realmente lo recomiendo XD
Montse
23/06/2015 a las 02:39
Interesante gracias. Hay tantas palabras quebró conocemos. Banda la hora de escribir son nuestra salvación “las palabras”. La no repetición es muy importante.
Has tenido una idea genial.
Saludos!!
Montse
23/06/2015 a las 02:43
El móvil me ha gastado una mala pasada.
Quebró = que no
Banda= cuando
Claudia
27/03/2016 a las 08:18
Juro que me encanta Cortázar y la obra que más me gusta es la de Historias de Cronopios y de Famas, tanto, que cuando me “atacan” las ganas me lo leo, y eso que ya lo hice un montón de veces, igualmente me sigue causando lo mismo; me río de las mismas cosas y me entretengo con esas locas historias.
Es muy acertada la denominación de “escultor de palabras”, realmente lo es. Él es casi único, tanto que cuando se me ocurre alguna idea un poco fuera de lo común la denomino “Ocurrencia Cortázariana”.
No sé si a los demás les pasa lo mismo, pero yo, cuando lo leo, las ocurrencias y la forma en las que las moldea a su antojo, me dan mucha gracia. Algo simple o cotidiano, en manos de Cortázar, pasa a ser algo extraordinario (por ejemplo: que todos se llamen Félix o que a la tía le dé miedo caerse de espaldas, jajajaja).
No sé, me es muy difícil transmitir en palabras lo que me causa este genio, tal vez a alguien le ocurra lo mismo.
Por último, me es imposible leerlo sin una sonrisa en el rostro, eso resume un poco lo que siento.