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Cómo conseguí que mis personajes cobraran vida (y tú también puedes)

¿Tus personajes no terminan de funcionar? Este truco de escritura te ayudará a darles alma, contradicciones y conflictos inolvidables.

Cuando escribo, no todas las historias se me ocurren de la misma manera. A veces lo primero que me viene a la cabeza es un personaje, alguien con la fuerza y el carisma suficiente como para engancharme y tener ganas de contar su historia. Luego, cuando ya he caído en sus redes, construyo a su alrededor la trama y los acontecimientos. 

Pero otras veces es todo lo contrario. Lo primero que se me ocurre es la trama, o el conflicto, o el detonante, y luego pienso en los personajes que van a vivir los acontecimientos que quiero contar. Lo malo es que, como la trama tiene tanta fuerza, resulta fácil recurrir a arquetipos que pueden convertirse en clichés, o que los protagonistas se queden en un simple boceto: lo mínimo necesario para que la trama avance.

Ya te hablé hace un tiempo sobre qué son los personajes redondos y cómo crearlos. Los consejos de ese artículo, al igual que el de cómo crear la ficha perfecta de un personaje, me ayudan bastante a evitar estos problemas, pero no siempre basta. A veces, al personaje le sigue faltando algo. El truco al que recurro entonces es sencillo, pero infalible: trabajar las contradicciones y dilemas del personaje.

Para explicar cómo lo hago voy a ponerte un par de ejemplos que me han ocurrido recientemente. El primero es el de un guión en el que estoy trabajando actualmente. Uno de los personajes principales es una chica joven que sueña con marcharse de su pueblo: un lugar pequeño y perdido en el rural gallego. Al principio, ella parecía más un arquetipo que un personaje tridimensional. Me costaba darle forma, sobre todo porque los acontecimientos de la trama eran tan potentes que el personaje tendía a diluirse. Así que pensé: necesita una contradicción, algo que sea la raíz de sus dilemas internos.

Su rasgo principal era el rechazo a sus raíces y el deseo de dejarlo todo atrás. Así que me pregunté: ¿y si tuviera un vínculo profundo con ese mismo lugar que quiere abandonar? Después de un largo proceso de búsqueda que encajase, decidí que su abuela le había enseñado de pequeña a recolectar hierbas en el monte y preparar remedios naturales. Eso le había dejado una huella más profunda de lo que ella cree.

Su creencia era que el pueblo no podía ofrecerle nada, y su mayor miedo era quedarse atrapada allí para siempre, sin oportunidades ni futuro. Al darle un ancla emocional en ese mismo lugar (una conexión con su abuela, con la tierra, con algo que aún la toca por dentro), todo cambió. Ese dilema interno fue justo lo que la convirtió en un personaje de verdad. Empecé a imaginar cómo hablaba, cómo se movía, qué escenas podía protagonizar. Ya no era un boceto: era una persona con conflictos internos, con luces y sombras.

Cómo se escribe una novela
Cómo se escribe una novela

El segundo ejemplo es de una novela que tengo ya en una fase avanzada de planificación, pero que llevaba tiempo estancada porque algo no terminaba de funcionar y no sabía qué. Así que la dejé reposar un tiempo, hasta que hace poco la retomé. Y entonces lo vi claro: el problema estaba en la protagonista.

Era un personaje ya no plano, sino pasivo, que es lo peor que le puede pasar a un personaje principal. En esta historia los acontecimientos también eran potentes, pero no diluían al resto de personajes como me había ocurrido con el guion. El problema era que la protagonista no tomaba decisiones: las cosas simplemente le pasaban. Para colmo, cuando revisé su ficha, me di cuenta de que el carácter que le había dado al principio no encajaba con las acciones que tomaba después. No se sostenía. Me faltaba algo que la hiciera real, contradictoria, viva.

Así que recurrí al truco: buscar una contradicción o un secreto lo bastante potente como para que el personaje cobrara vida. Curiosamente, encontré una conexión con la chica del guion: esta protagonista también renegaba. No de sus raíces, sino de su pasado y de su familia. Quiere alejarse de todos, no depender de nadie, no tener vínculos que puedan volver a hacerle daño. Cree que solo está segura si está sola.

Ahí apareció la clave: acaba de descubrir que está embarazada. Esa noticia la golpea justo en su punto más frágil. Su miedo más profundo (formar parte de algo, ser responsable de alguien) entra en conflicto con algo nuevo, inesperado y poderoso: a pesar de todo, algo en su interior siente que tiene que seguir adelante con el embarazo.

Esa contradicción lo cambió todo. El personaje dejó de estar a merced de la trama y empezó a impulsarla. Empezó a decidir, a resistirse, a dudar. Esto me está permitiendo reconstruir la historia con una fuerza que antes no tenía.

Vistos estos ejemplos, que espero que hayan quedado más o menos claros, permíteme que desglose un poco el truco por si necesitas aplicarlo con alguno de tus personajes.

Cuando tienes un personaje que no acabas de ver claro, que se te resiste o simplemente no termina de funcionar, prueba este truco: busca la contradicción que lo cambia todo. No se trata solo de añadirle un rasgo o una excentricidad, sino de ir al núcleo de su conflicto interno. Pregúntate: ¿cuál es su creencia más firme, esa que da por sentada pero que, en el fondo, está equivocada? ¿Y cuál es su miedo más profundo, el que lo condiciona aunque no lo admita? Cuando tengas ambas cosas claras, crea una situación o un elemento que las contradiga directamente.

Obviamente, cada personaje es un mundo y cada historia tiene sus necesidades, pero cuando algo no encaja, detenerse a buscar estas pequeñas contradicciones puede ser la clave. A veces, un solo conflicto interno bien planteado tiene más fuerza que cualquier ficha detallada.

Y a ti, ¿te ha pasado algo parecido con alguno de tus personajes? ¿Tienes algún truco que siempre te funcione cuando te atascas? Te leo en los comentarios. 👇

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